Juan Guillermo Gómez García

Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953


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en la Alemania posguillermina, descreyeron de esas bases constitutivas de la razón occidental. Allí hubo de todo, desde la exaltación del heroísmo guerrero en Jünger hasta el budismo extático de Hesse. La crisis del derrumbe de la racionalidad del capitalismo, el ascenso del fascismo y las fugas hacia la intimidad encontraron sus primeros analistas en autores como Max Weber, Antonio Gramsci, Karl Mannheim y Julien Benda. A ellos siguieron sociólogos como Robert King Merton, Edward A. Schils y Richard Hofstadter, y de un modo nada pueril, aunque con temas cada vez más amplios o inabarcables, hoy siguen hablando de intelectuales autores como Herbert Lottman, J. G. A. Pocock, Dominick LaCapra, Roger Chartier o Edward Said.

      A propósito del intelectual palestino (autor de una obra tan sugerente como cuestionable, Orientalismo), deseo recoger algunas líneas que pueden ser directrices de esta discusión, originalmente emitidas en sus Conferencias del Reith por la BBC de Londres en 1993:

      La amenaza particular que hoy pesa sobre el intelectual, tanto en Occidente como en el resto del mundo, no es la academia, ni las afueras de la gran ciudad, ni el aterrador mercantilismo de periodistas y editoriales, sino más bien una actitud que yo definiría con gusto como profesionalismo. Por profesionalismo entiendo yo el hecho de que, como intelectual, concibas tu trabajo como algo que haces para ganar la vida, entre las nueve de la mañana y las cinco de la tarde, con un ojo en el reloj y el otro vuelto a lo que se considera debe ser la conducta adecuada, profesional: no causando problemas, no transgrediendo los paradigmas y límites aceptados, haciéndote a ti mismo vendible en el mercado y sobre todo presentable, es decir, no polémico, apolítico y objetivo.29

      La base documental de esta investigación sobre Gutiérrez Girardot parte de su archivo personal, el cual reposa en la Biblioteca Gabriel García Márquez de la Universidad Nacional de Colombia. Su acceso y disposición me ha sido posible en virtud del asesoramiento que ofrecí en el momento en que este llegó a la hemeroteca de la Universidad, remitido hacia el año 2007 por Bettina Gutiérrez-Girardot como anexo a la venta del fondo bibliográfico en lengua alemana del profesor colombiano. Este archivo sobrepasa los diez mil folios originales y comprende: a) los ensayos de filosofía y crítica literaria (sobre Colombia, España y Alemania), b) las llamadas Vorlesungen o lecciones magistrales dictadas en alemán en la Universidad de Bonn entre 1970 y 1992 (todas inéditas entonces) y c) la rica correspondencia, principalmente con colombianos, españoles y alemanes. Hay que agregar que durante los primeros años de su custodia estuvo clausurada su consulta para el público en general; hoy reposa en una especie de búnker de difícil acceso. Además, de manos de Bettina he recibido cartas, separatas y, sobre todo, lo que es talismán inolvidable, su pluma fuente Parker de su época de diplomático.30

      He venido ampliando este fondo archivístico desde hace más de una década, mediante viajes a diversos países, como México, Argentina, España y Alemania, en busca de cartas, fotografías, casetes o ensayos en revistas refundidas, y más simple o cómodamente mediante insistentes correos electrónicos. He adquirido, pues, algunas joyas muy raras, que no posee otra entidad o persona. Así, me precio de haber obtenido la correspondencia completa con Eduardo Mallea, luego de dos idas en vano a Buenos Aires para tratar de entrar en contacto con el sobrino homónimo del gran novelista. La tercera fue la vencida. También obtuve la correspondencia con Alfonso Reyes, al visitar la Casa Alfonsina, y contar con la generosidad de su nieta, Alicia Reyes, que me permitió tomar copia de los originales. También debo agregar que la correspondencia con Ángel Rama la obtuve gracias al viaje de Anita Jaramillo a Montevideo, quien la recibió de Amparo Rama, no sin antes haberse frustrado un viaje de Diego Zuluaga con la misma misión. Diego Zuluaga fue a su vez el encargado de conseguir la correspondencia del gran poeta español José Pepe Valente, en pesquisa de los archivos de la Cátedra Valente de la Universidad de Santiago de Compostela. Las cartas con Juan Gustavo Cobo Borda y con Sergio Pitol, custodiadas en la Universidad de Princeton, las obtuve también por intermedia persona, ahora mi estudiante Diego Posada, quien viajó expresamente para ello. La Universidad de Barcelona me facilitó parte de la correspondencia con José Agustín Goytisolo.

      También obtuve por correo electrónico la maravillosa correspondencia con Nils Hedberg, legendario director del Instituto Latinoamericano de Gotemburgo (Suecia), gracias a la amable voluntad de la bibliotecaria Anna Svensson. Me complace tener la correspondencia con Hans Paeschke y Hans Schwab-Felisch, directores de la revista Merkur, por el envío directo de esta desde el Archivo Literario Alemán, en Marbach, institución teutona a la que uno escribe haciendo la solicitud del material y a la semana, por tarde, la obtiene por correo postal, en copias impecables y de modo gratuito. En Berlín, he podido consultar por días enteros la Ibero-Amerikanische Bibliothek por virtud del hospedaje cariñoso que he recibido del poeta, hispanista y periodista Rodrigo Zuleta: su prodigiosa memoria rehace mil detalles que, de otro modo, quedarían en el agujero negro de esta historia. Debo resaltar la indispensable colaboración, sin la que esta investigación sería aún más escuálida, de la directora de la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desarrollo (Aecid): ella puso a mi disposición las fuentes que me permitieron escribir la petite histoire del colegio guadalupano.

      Mi estancia en Santander en la primavera de 2014, como profesor invitado en la Universidad de Cantabria, gracias a la invitación de los profesores y amigos Manuel Suárez Cortina y Ángeles Barrio, me facilitó la indagación de los archivos de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, de la que pude recabar los folletos de los cursos de verano de 1949 a 1953. Tal vez la odisea más laberíntica de este trabajo de “heurística”, en términos de Droysen, o de recolección y hallazgo de fuentes, fue consultar en Santander el inapreciable fondo de libros en español de Gutiérrez Girardot, comprado por la Fundación Barcenillas antes que la Universidad Nacional lo hiciera con la biblioteca en lengua alemana. Fue odisea genuina porque la Fundación Barcenillas queda en el corazón más perdido de la península, a dos horas de la capital de Cantabria en tren de cercanías, en medio de un hermoso paisaje donde uno ve caminar a José María de Pereda resucitado; es decir, queda en la literal mierda. Fue odisea, lo es por la lejanía, porque los más de cuatro mil libros están allí tan conservados como enterrados; en 2013, antes del cierre general al público, solo se podían consultar en horarios restringidos, puesto que las cartas se podían leer de manera condicionada, sin tomar copias, sin tan siquiera transcribir. Pero a cambio quedé con una serie de libros rubricados por sus autores al crítico colombiano, desde Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes, hasta Pepe Valente y Gonzalo Sobejano. No debo dejar de decir que conté con la ayuda de la amable bibliotecaria Paz Delgado, y que todo lo compensaba el almuerzo deliciosamente campesino, con vino inigualable a precios para sudacas.

      También, disculpen la reduplicación del “también”, tuve ocasión de obtener en Bogotá un valioso material del Archivo General de la Nación, en particular la documentación del servicio diplomático en Colonia-Bonn, con el cual pude captar el ambiente de la diplomacia colombo-germana de la década de 1960. Maravillosa, aunque a medias por el corto tiempo disponible, fue la visita a la elegante sede de la Fundación Xavier Zubiri en el barrio Salamanca de Madrid: implicó respirar una atmósfera de genuino culto a la figura del gran filósofo español, tan admirado por Gutiérrez Girardot, y donde tuve ocasión de obtener datos y documentos por la deferencia de los directivos. La larga y afable entrevista que realicé en la Fundación Santillana de Madrid al vicepresidente de esa casa matriz librera, Emilio Martínez, tres días luego del acabose de plebiscito contra los acuerdos de paz, el 5 de octubre de 2016, me hizo desistir de la decisión de abortar este episodio de Gutiérrez Girardot y España.

      Frustrante, hasta lo cervantino, fue la visita al Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares, pues la documentación de la diplomacia entre España y Colombia se corta hacia mediados de la década de 1940. Frustrantísimo ha sido no poder obtener la documentación de Gutiérrez Girardot del archivo de la Universidad de Friburgo: por ejemplo, su llamado Studienbuch, o libro de estudios, y los Gutachten, o conceptos de su tesis doctoral sobre Antonio Machado. Solo logran salvar la situación las preciosas cartas con el eminente romanista Hugo Friedrich. El hilo de la correspondencia con los responsables del archivo de la Universidad de Friburgo (enero-febrero de 2011), se resumió