Juan Guillermo Gómez García

Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953


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pues, también como Lektor que fui allí durante cuatro años (1989-1992), tengo mis selectos Erinnerungen. Siempre que paso por Bonn, y van ya cuatro veces en esta década, Angela Baron, propietaria de la Librería, un imponente depósito de más de cincuenta mil libros selectos en español, me regala dos o tres títulos de Gutiérrez Girardot, a manera de tributo a su maestro y apoyo a mi labor.

      Mi última estancia en Alemania, todo el otoño de 2018 para dictar un seminario sobre la ensayística latinoamericana, me confirmó la necesidad de sacar adelante esta biografía y darle este perfil algo minucioso, pues, pese a que en la biblioteca de la Universidad de Erlangen-Núremberg constataba la existencia de sus libros y algunas tesis doctorales por él dirigidas, también en la patria de Goethe sufren de la peste del olvido. No obtuve respuesta de mucha gente a la que escribí, pero qué l’iace, como decía mi abuela materna. Otro material valioso ya me está comprometido.32 Me gustaría dejar, como asunto post mortem, eso sí, el anecdotario de la pesquisa de material epistolar en nuestra Colombia, tierra querida. Solo resalto, como feliz excepción, al “gabólogo” y gran amigo Gustavo Adolfo Ramírez Ariza, no solo porque hicimos en conjunto una exposición en el Archivo de Bogotá sobre el ensayista en 2015, sino porque me ha donado libros inconseguibles y me referenció una entrevista sepultada en la HJCK, de 1981, con el tema “En el bicentenario de Andrés Bello”.33

      Debo resaltar que los libros de autoría de Gutiérrez Girardot han tenido, para mi acervo, una suerte no siempre adecuada. Muchos he regalado, otros desaparecen misteriosamente de mis estanterías, para readquirirlos en los agáchese o por obsequio espontáneo, como los referidos. Los libros de Gutiérrez Girardot solo muy de vez en cuando se encuentran bajo las piedras, como me sucedió recientemente con su traducción de Carta sobre el humanismo de Taurus. Cuento, como pocos, con una treintena de títulos originales de la Colección Estudios Alemanes, publicados por las editoriales Sur y Alfa, porque me fueron enviados a finales de la década de 1980 directamente por Inter-Nationen (Berlín) a indicación de Gutiérrez Girardot. Pero también porque en Buenos Aires pude adquirir algunos ejemplares, pues allí no son, según entiendo, muy apetecidos. Pese a esfuerzos y diligencias, no he podido adquirir las veinticinco tesis de doctorado que dirigió Gutiérrez Girardot, conforme las he identificado, publicadas en la colección Spanische Studien de Peter Lang Verlag, pero por el momento las que tengo me son suficientes.

      Anotemos que la compra de la biblioteca en lengua alemana y, por añadidura, del archivo personal de Gutiérrez Girardot por parte de la Universidad Nacional, se produjo tras un intento frustrado para que lo hiciera la Universidad de Antioquia, con final cómico por parte del entonces rector, Alberto Uribe Correa. El memorable episodio se presentó hacia el año 2007, en una audiencia en el despacho rectoral a la que acudimos el director del Instituto de Filosofía, Carlos Vásquez Tamayo; el decano de la Facultad de Comunicaciones, Édison Neira Palacio, y yo, coordinador del pregrado Letras: Filología Hispánica. La escena transcurrió del siguiente y desenvuelto modo. Expusimos los pormenores y la importancia de la biblioteca, Édison Neira apeló, incluso, a la autoridad de Belisario Betancur, quien en esos días había donado su biblioteca personal a la Universidad Pontificia Bolivariana y le había manifestado al rector Uribe Correa la singularidad del legado bibliográfico alemán de Gutiérrez Girardot. Uribe Correa nos escuchó atento entre dos tintos, y con el desparpajo arriero que nunca lo abandonó, tomó el auricular telefónico, se comunicó con la directora de la biblioteca central de la Universidad, pidió algún dato pertinente y colgó luego de segundos clave de espera. Nos miró y sin más nos dijo: “¡Ven, el alemán es una lengua muerta!”. No le sobraba razón burocrática y administrativa. No se compró la biblioteca de Gutiérrez Girardot porque prácticamente nadie consulta libros en esa lengua en nuestra universidad.

      He logrado obtener de los sitios web una enorme información en volumen, pero que no ha sido de mucha utilidad temática para esta monografía, “Rafael Gutiérrez Girardot y España”, pues se trata, en su mayoría de los debates muy puntuales de asuntos colombianos que tanto llamaron, en su momento, la atención local. Son, sobre todo, material en red relativo a las polémicas en torno a los nadaístas Fernando González, Estanislao Zuleta.

      En fin… Mientras culminaba la fase de corrección de esta investigación, llegó el 1 de marzo de 2021 de Alemania una caja de 25 kilogramos del legado de Gutiérrez Girardot, enviada a este, como sorpresa inusitada, por su hija Bettina. Pues la novedad consiste en que por fin tenemos una imagen más completa, si no decisiva, de su extensa obra crítica, que, entre otras cosas, podría ser de unos 45 tomos. Ahora tenemos a la mano su correspondencia con Martin Heidegger, con Golo Mann y alguna pieza de más con Hugo Friedrich. Tenemos, pues, ahora, en este envío, otras 2500 quinientas piezas epistolares, por ejemplo, las largas y jugosas cartas con el crítico uruguayo Ángel Rama, que componen más de 60 cartas, en la época más importante, como director de Biblioteca Ayacucho. Así que ya podemos saber en detalle cuál fue el proyecto de entre ambos, qué plan maestro se idearon para llegar a cabo la más imponente realización editorial de nuestro continente. Esto tiene un valor inestimable. También, y esto quizá con anécdota o valor simbólico para muchos, tenemos la última carta de Jorge Gaitán Durán, que escribe solo tres días antes de su fallecimiento, en accidente aéreo, del 19 de junio de 1962. Tiene al margen a su amigo fallecido, la nota a lápiz: “última carta. El 21-22 murió en accidente”. También hay una extensa carta de 1960 a Jaime Vélez Correa, S. J., que brinda datos inéditos hasta ahora de su biografía intelectual. Gracias a esta documentación adicional, de última hora, se lograron completar las piezas epistolares con la intelectualidad española, de que aquí se trató de sacar el mejor provecho.

      Ahora podemos entablar no solo una red de intelectuales, una compleja y detallada vida intelectual, sus relaciones estrechas e, incluso, íntimas con Eduardo Mallea, Gonzalo Sobejano, Pepe Valente, los hermanos Goytisolo, R. H. Moreno-Durán, Ángel Rama, José Luis Romero, Hugo Friedrich, Alfonso Reyes, Nils Hedberg, Rubén Jaramillo Vélez, Fernando Charry Lara, Pedro Gómez Valderrama, hombres muy representativos de su cultura filosófica, literaria e histórica de sus países. Este cosmopolitismo intelectual que también se desplegó en otras múltiples realizaciones, en diversos espacios de la actividad intelectual, en universidades, congresos, foros, prensa, revistas, editoriales. El intelectual vive de estas relaciones, de este complejo y diverso y rico universo, que, en el caso de Gutiérrez Girardot, se despliega con un vigor inusitado, con una irreverencia, pero, sobre todo, con una pasión por América Latina. Por una devoción por la inteligencia que siempre hizo presente en el caso suyo por Heidegger, Zubiri y Reyes, quienes fueron sus maestros.

      ¿Qué significa que venga este legado al país, que se añade al ya existente en la Universidad Nacional? Mucho. Una lección de patriotismo y generosidad para un país que lo saquean por todas partes. Solo basta pensar en la familia de García Márquez que negoció sus papeles por millones de dólares a la Austin Texas University. Una vergüenza insólita. Es increíble que nadie, ni académicos, ni los profesores o ministros de cultura o educación, no hayan pegado el grito en el cielo. Ni los que proclaman que García Márquez es de nuestras entrañas culturales, como creo lo fue su contemporáneo Gutiérrez Girardot. La fama no es la única medida de la importancia cultural. El legado de Gutiérrez Girardot, y no hago un distingo de escalas de éxito comercial o bulla mediática, es de gran importancia, una pieza central de la vida cultural de nuestra nación. No diferente es el asunto con los herederos de Tomás Carrasquilla, con los de León de Greiff, que acaparan hasta el abuso los escritos de sus ascendientes, de los ilustres literatos que se deben sacudir en su tumba por el atropello a su memoria.

      El investigador social, el historiador y el filólogo viven en un continuo naufragio: el del océano de documentos, opiniones, criterios y demandantes estados de la cuestión, los cuales son inabarcables por su naturaleza. Todos parecen o no tener la razón. Cada cual dice una cosa y otro la contradice del mismo modo persuasivo. El náufrago estudiante se convierte rápidamente en un autista de su propia desesperación. Todo da vueltas en la cabeza, todo gira en un cosmos de fuentes que marea. Navega por un océano de incertidumbres y las olas incesantes lo tiran de aquí para allá. Pero hay que reaccionar, con decisión tan autoritaria