Juan Guillermo Gómez García

Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953


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del crítico colombiano Rafael Gutiérrez Girardot en Colombia. Sus 531 páginas comprueban la seriedad y el arduo trabajo investigativo que llevó a cabo Rivas Polo durante su estancia en España, el país que proporcionó a Gutiérrez sus bases conceptuales para explicar el entramado del pensamiento latinoamericano y que será clave para definir los horizontes interpretativos sobre la literatura en lengua española.

      Podríamos afirmar que esta tesis es pionera en los estudios disponibles sobre Gutiérrez Girardot, pues aborda las influencias más determinantes en la conformación del crítico colombiano. Para descifrar los entresijos de la vida de un intelectual, Rivas nos describe los años universitarios del autor, sus estudios de Derecho en el Colegio Mayor Nuestra Sra. del Rosario y los estudios de Filosofía en la Universidad Nacional de Bogotá. Para tal efecto, se hace indispensable rastrear las raíces de la hispanidad, así como su filiación con el Instituto de Cultura Hispánica.

      En esta dialéctica que Gutiérrez plantea sobre el mundo hispánico con todas sus limitaciones y alcances, resulta necesario poner de relieve la figura sacralizada de Ortega y Gasset, objeto de disputa y lucha verbal continua con la que Gutiérrez logra establecer los vínculos de la España profunda y los países iberoamericanos que siguen bebiendo de la fuente primaria que es la madre patria, y de la cual, por mucho tiempo, fue difícil cortar el cordón umbilical para adquirir una personalidad, un sello propio. En este caso, si España era un modelo para Latinoamérica, cabía preguntarse por su actualidad y el devenir histórico que significaba aferrarse a este pasado. ¿Qué puede rescatarse de estas relaciones tan ambivalentes y contradictorias entre “el país de los conejos” (España) y sus excolonias?

      Precisamente es este el argumento de fondo que le sirve a Rivas Polo para trazar los caminos intrincados que le permitieron a Gutiérrez comprender la complejidad metodológica que suponía Latinoamérica. De esta manera, Rivas Polo dedica una tercera parte de su tesis a la relación intelectual tan profunda que cultivó Gutiérrez con su maestro Alfonso Reyes, de quien afirmará: “Yo fui uno de esos que no saben que existe América”. Gracias a Reyes, Gutiérrez pudo sopesar el conocimiento adquirido sobre el devenir de Latinoamérica, cómo se fue articulando en medio de tantas privaciones y carencias.

      El investigador que se centra en un autor de talla internacional debe buscar en la correspondencia, diarios, conversaciones y entrevistas otras pruebas contundentes sobre las afinidades electivas de una figura intelectual. Rivas Polo pone de manifiesto que el carácter de un autor se ve cifrado en sus amores y odios académicos. El tono acre, incisivo y corrosivo que Gutiérrez emplea al referirse a España, esa gran rezagada del desarrollo europeo, no es una simple diatriba o un pasatiempo neurótico. Muy por el contrario, es un método que nos recuerda el estilo de las Catilinarias de Cicerón o las intempestivas de Nietzsche: si España es el problema intrínseco que los latinoamericanos han tenido que confrontar a diario para afianzar su independencia, Gutiérrez no tiene más que poner en tela de juicio al acusado para cuestionarle sus errores, matizándolos también mediante los aportes que nos trajo España. Mal que bien, Gutiérrez pudo empezar a vislumbrar algo de la cultura europea alemana gracias a Ortega y Gasset. Al viajar a España, pudo comprobar con fuentes de primera mano los baches y vacíos que quedaron en su formación académica.

      Rivas Polo sabe entrelazar con suma habilidad las búsquedas personales del joven Gutiérrez. Tal como lo esboza Umberto Eco en El nombre de la rosa, se precisa de un maestro, de un guía intelectual, espiritual, un modelo a seguir para no perderse en el marasmo de modas y autores. En otras palabras, Gutiérrez supo ver en Zubiri un padre adoptivo que le amplió sus horizontes y le mostró una pauta de aprendizaje. Sin esta admiración, sin este acto de humildad hacia su maestro, tal vez Gutiérrez no habría podido avanzar en sus aspiraciones filosóficas.

      Para el estudioso que desee acercarse a la imagen y representación del crítico de Sogamoso, resulta necesario considerar el punto de partida de Rivas Polo: “La presente investigación… constituye una inédita perspectiva de estudio. Dirigida al ámbito de su formación en lengua española, acomete un juicioso acercamiento a las experiencias vitales e intelectuales de los años transcurridos en Colombia y posteriormente en España, hasta su salida para Alemania a finales de 1953. Periodo caracterizado por las tensiones generadas entre su constitutivo arraigo a la tradición hispana y sus esfuerzos de apropiación del pensamiento moderno, su breve pero intenso transcurso se encuentra estrechamente vinculado al consenso de afirmación americanista transcurrido entre las décadas del 20 al 50, telón de fondo sobre el que se perfila el acontecimiento capital de sus años estudiantiles: ‘el descubrimiento’ —en España—de su propia tradición hispanoamericana”.

      Esta biografía intelectual de Gutiérrez Girardot se distancia metodológicamente de modelos como la biografía de García Márquez por Gerald Martin o la biografía colectiva del boom por Xavi Ayén.50 Estas sucumben al indiscreto encanto de sus héroes, magnifican sus proezas y cultivan la devoción espectacular de cada uno de sus actos, los escenarios mágicos en que se mueven, las inolvidables obras que escribieron, sus éxitos mercantiles y la novedad de la literatura publicitada como bebida refrescante, etc. Así la literatura “degenera en mercancía y el lenguaje en elogio de esta”, para expresarlo con Horkheimer y Adorno. Identificaban Martin y Ayén, en forma depravada y más bien periodística, triunfo comercial con verdad estética. Deprecian el valor crítico de las obras que exaltan al rendir cortesía a la maquinaria empresarial y sus innumerables oportunistas con un lenguaje desgastado y conformista. Hiperbolizan en cada línea, en cada página, no sin reportar una inmensa masa documental y una apreciable habilidad comunicativa. Empero, la carencia de distancia, esto es, de una distancia histórico-crítica de sus biografiados, hace interesantes estos trabajos para no buscar imitarlos. Solo por esta virtud, a su modo inestimable, se hace digno señalar su discutible importancia.

      Con todo, el libro de Ayén, ciñéndonos a una evaluación metodológica de la historia intelectual, ofrece un rico aunque disperso material sobre la actividad editora catalana, como la figura de la marchand Carmen Balcells, y datos invaluables como el informe de censura franquista sobre Cien años de soledad o el incendio de la librería independiente La Cinc d’Oros por los Guerrilleros de Cristo Rey en 1972, a causa de la exhibición en vitrina de libros de los “tres Pablitos” (Neruda, Casals, Picasso). La dinámica ciudad editora del boom, Barcelona, vio emerger de la noche a la mañana nuevas editoriales como Lumen, Tusquets, Anagrama, Ediciones 62, La Gaya Ciencia, que se combinaban con viejas editoriales como Seix Barral, Bruguera y Salvat. Todas contribuyeron a catapultar a los emergentes novelistas latinoamericanos.51

      Pero este trasfondo tiene un especial interés para la biografía de Gutiérrez Girardot, quien encontró en esos años del ápice del boom un resquicio para las más mordaces críticas, por marginales que se juzgaran, en otro editor catalán, Miguel Riera y sus revistas Viejo Topo y Quimera, y su editorial Montesinos, de donde salió Modernismo. Gutiérrez Girardot, pues, aprovecha el espacio catalán para poner de presente la temprana fetichización de la empresa comercial del “realismo mágico”, el dañino exotismo europeo y la pretensión por parte de esta mercantilización de sofocar hondas raíces literarias como el ensayismo de Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento y Manuel González Prada; el modernismo de Rubén Darío y José Asunción Silva, o la poética de Jorge Luis Borges y César Vallejo. Estas son tradiciones y corrientes literarias que preceden, condicionan y explican el boom novelístico, expuesto de forma cómoda y a-histórica como generación espontánea.

      Por su naturaleza, podemos decir así que esta biografía de Gutiérrez Girardot combina varios elementos: los rasgos propios de una biografía convencional, tras los datos puntuales del autor investigado; los acentos indispensables de la historia de las ideas, con las obras capitales que definen los perfiles de una época, y las exigencias más contemporáneas de la biografía intelectual, ubicando al autor en sus contextos institucionales dinámicos. Esto hace de esta biografía un complejo compuesto que a veces se parece a un puzzle. No debe extrañar, sino que es de su esencia transgénero, que aventure diversos excursos, los cuales aparentan distanciar al lector de su objeto, a saber, Rafael Gutiérrez Girardot y España (1950-1953).

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