Juan Guillermo Gómez García

Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953


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Taurus, Madrid, 1959; Nietzsche y la filología clásica, Eudeba, Buenos Aires, 1966; El fin de la filosofía y otros ensayos, Editorial Papel sobrante, Medellín, 1966; Poesía y prosa en Antonio Machado, Guadarrama, Madrid, 1969; Horas de estudio, Colcultura, Bogotá, 1976; Modernismo, Editorial Montesinos,

      Barcelona, 1983 (2.ª ed., Fondo de Cultura Económica, Bogotá y México, 1988); Aproximaciones, Procultura, Bogotá, 1986; Temas y problemas de una historia social de la literatura hispanoamericana, Cave Canem, Bogotá, 1989; Hispanoamérica: imágenes y perspectivas (comp. de Juan Guillermo Gómez y José Hernán Castilla), Temis, Bogotá, 1989; La formación del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX, Latin American Studies Center Series, Maryland, 1991; Estudios sobre César Vallejo, Mills Batres, Lima (en prensa).

      Artículos en Homenajes a Georg Lukács, Harri Meier, Hugo Friedrich, José Luis Romero, Jorge Luis Borges.

      Traducciones al castellano de Hölderlin, Gottfried, Peter Huchel, Paul Celan y de Martin Heidegger, Hans Albert, Theodor Schieder, Hilde Domin.

      Fundó la editorial Taurus de Madrid. Fundó y codirigió la colección “Estudios alemanes”, publicada primeramente en Sur de Buenos Aires y en Alfa ibérica de Barcelona. Dirige la colección “Hispanistische Studien” de la editorial Lang de Fráncfort/Meno, Berna, Nueva York, Las Vegas.

      Fue nombrado Rockefeller Humanities Resident Fellow de la Universidad de Maryland (1990).

      Ha dictado conferencias y cursos en Universidades alemanas y españolas, norteamericanas y latinoamericanas, belgas, suizas y francesas.55

      Este curriculum vitae tiene la virtud de resumir toda una trayectoria académica e intelectual que resulta desconcertante por la variedad, amplitud y, sobre todo, la heterogeneidad de las disciplinas, autores y temas tratados por el crítico colombiano. Es una plena certificación de la múltiple pertenencia a “los más diversos círculos” de la vida intelectual, para retomar la categoría simmeliana.

      La peculiaridad de esa laberíntica trayectoria resulta hoy difícil de reconstruir en la trama interior, es decir, en las motivaciones institucionales, vocacionales y emocionales que la determinaron y condicionaron. Esa trama interior es, por principio, evasiva y precisa de ciertas y muy complejas perífrasis, si se nos admite la anotación metodológica, para reconstituirla en sus múltiples significaciones. En esta investigación, solo nos aventuramos por los entresijos de un episodio corto o breve de su trayectoria, su estancia en Madrid como becario del colegio guadalupano, pero que resulta sustancial a la hora de hacer el primer balance para la historia de este joven intelectual de derechas, en una Colombia tan profundamente polarizada por las violentas confrontaciones políticas, tras el asesinato del líder liberal José Eliécer Gaitán.

      Si la llegada de Gutiérrez Girardot a Madrid en 1950 tiene una prehistoria en un conservadurismo criollo muy arraigado y su admiración al líder monárquico José Calvo Sotelo (asesinado al iniciarse el levantamiento de los generales antirrepublicanos el 13 de julio de 1936), deseamos, no obstante, hacer un recorrido por los fundamentos de la hispanidad, entendidos como la columna vertebral del conservadurismo nacional-franquista que respiraron a pleno pulmón todos los jóvenes becarios del colegio guadalupano.

      Los años de Gutiérrez Girardot en España fueron años de juventud entusiasta, de los que nunca renegó o se arrepintió. Por el contrario, independiente de su contenido emotivo, fueron años de formación decisivos. En ellos se descubrieron temas y contratemas dominantes, amigos entrañables, relaciones institucionales determinantes y experiencias estudiantiles imborrables. En Madrid, Gutiérrez Girardot conoció y participó en los seminarios privados de Xavier Zubiri; se distanció de la figura de Ortega y Gasset, y apreció a la de Luis Rosales, Gómez Arboleya y Laín Entralgo; hizo amigos entrañables como Gonzalo Sobejano, José Ángel Valente, José Agustín y Juan Goytisolo, o el librero hispano-argentino Francisco “Pancho” Pérez González, quien testimonia: “Nos hicimos tan amigos que decidimos crear juntos una editorial dedicada a libros de pensamiento. Así nació Taurus”.56

      El ambiente activo del colegio guadalupano, cuyas entrañas institucionales están por estudiar, será aquí esbozado, complementariamente, como paso de la vida de un estudiante colombiano. Es parte de una experiencia personal, nada traumática, por cierto. Este contacto y experiencia de la España franquista fueron decisivos en la formación del joven Gutiérrez Girardot. El becario del colegio guadalupano, que huía de una estremecedora realidad política en Colombia (después del asesinato de Gaitán), encontró en el ambiente madrileño de esos años estímulos indelebles de su posterior personalidad como diplomático, traductor, ensayista, crítico literario, polemista y profesor universitario. En España, se forjó una personalidad inconfundible, absorbió un modelo de vida académica, una postura ante el mundo circundante, como miembro de una élite intelectual, con una sensibilidad aguzada y un horizonte cultural que le fue no solo propio, sino singularmente característico, vale decir, descubrió la España intelectual y al tiempo el universo ignoto de las letras y las figuras más representativas de la América Latina. El ambiente oficial español impregnado de tradicionalismo hispánico en cada uno de los poros surtió un repertorio temático y, sobre todo, un motivo central, que luego fue objeto de su perspectiva crítica, es decir, que revirtió los términos de esa temprana experiencia, llamada para servir a la causa cultural del Caudillo de España, a una crítica fundada y renovadora de la discusión de la España eterna como parte de la vida de la cultura de Nuestra América.

      Hemos explorado, tentativamente, solo algunos pozos de la cultura política e intelectual española que, creemos, incidieron en la vida y la obra crítica de Gutiérrez Girardot, que sirvieron de estímulo a algunas reiteradas controversias sobre el problema español y que contribuyeron a definir su amplio horizonte de la cultura de España y, por consecuencia, de América Latina. Sin esa experiencia madrileña de la década de 1950 sería inexplicable, en realidad, la obra del crítico colombiano. Los breves pero decisivos años en la España franquista perfilaron así una imagen de la historia cultural del mundo hispánico, de un lazo común español-latinoamericano acuñado por la Contrarreforma (elemento estructural del mundo hispánico que contribuyó al ocaso del Imperio español). En la España franquista, pudo Gutiérrez Girardot compenetrarse con el peso enorme de la Iglesia católica, con el dogmatismo religioso que seguía íntimamente imbricado en la vida pública y que había retrasado la secularización y la modernización de nuestras naciones, con el autoritarismo político y la violencia asociada a un mundo de tensiones irresueltas en la sociedad de masas y, finalmente, con las notas dominantes de la intelectualidad española: su gestualidad irresponsable, su aventurerismo arrogante, sus temas obsesionantes y en últimas estériles (el tema de la identidad). Las glorias de la España del Siglo de Oro, sus hazañas colonizadoras y su fe católica inquebrantable constituían y asfixiaban, en forma obsesiva, la vida intelectual, artística y académica de la España del franquismo.

      Deseamos en las páginas siguientes reconstruir el debate de la hispanidad, eslabón genético de las tareas intelectuales del becario colombiano en el colegio guadalupano. Del forzoso recorrido de las líneas dominantes de la espesa discusión intelectual española, que bien puede incluirse en la no menos espesa especie de “la revolución conservadora” del siglo XX (sus máximos exponentes son los alemanes Carl Schmitt, Oswald Spengler, Thomas Mann, Ernst Jünger, Hans Freyer),57 se infiere la decisiva importancia para el becario colombiano que, como ya dijimos, se vio envuelto en esta atmósfera altamente enriquecedora.

      Notas

      1México, Siglo XXI, 1992, p. 123.

      2Cfr. Jean Lacouture, André Malruax. Una vida en el siglo, 1901-1976, Valencia, Alfons el Magnànim, 1992.

      3Cfr. Roland Barthes, Sobre Racine, México, Siglo XXI, 1992.

      4Ibid., p. 87.

      5Esta pregunta sobre los escenarios intelectuales y medios sociales en que se movía Racine está precedida por la siguiente consideración contra la historia anecdótica de la literatura: “Pero si se concibe el medio de un escritor de una manera más orgánica, más anónima, como ámbito de las costumbres de pensamiento, de los tabúes implícitos, de