Juan Guillermo Gómez García

Rafael Gutiérrez Girardot y España, 1950-1953


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o relieve al personaje, su obra y su época. Como vimos, por la complejidad y la desarticulación tan profunda del mundo en la segunda mitad del siglo XX, hoy no es posible hacer una biografía complaciente, de fácil lectura o, incluso, de entretenimiento para el lector. Un biografiado es a la vez él y múltiples cosas más; es él y no él, en sentido dialéctico. Pero esta dialéctica del biografiado debe extremarse hasta el punto de que en largos apartados se pierde de vista al biografiado y se lo recupera del modo más inesperado páginas después. Ciertos pasajes parecerán, o serán, de otro libro, pero confío en que son, en realidad, de uno solo, en correspondencia con la demanda de un autor que se exigió vivir entre yuxtapuestas realidades; que él mismo intentó muchas veces no parecerse a sí mismo. Así, con esta narrativa o tópica “exótica”, creo rendir tributo al biografiado en su múltiple dimensión compleja de intelectual del siglo XX.

      Esta investigación toma la extraña figura de ensayos zurcidos, los cuales, episódicamente, desvanecen el asunto central, hasta tender al carácter fantasmagórico del aforismo. El entrecruce de las lindes entre el pensar analítico, propio de las ciencias, y el figurativo, propio de la poesía, se debe a la disgregación espacio-temporal de la maciza filosofía de la historia, tras la gran hecatombe europea de 1918. Tampoco el individuo pudo permanecer impávido en su yo firme decimonónico: es el caso de tratar de depurar, por medio de fragmentos ensayísticos, la supuesta dignidad de la unidad temática del sujeto biografiado y la coherencia espléndida del entorno que lo acompasaba. En nuestro entender, el último que intentó, y con éxito de encrucijada, armonizar época, individuo y obra fue Dilthey en Vida y poesía de 1905, al tratar sus genios del Sturm und Drang.

      Pero en nuestro Rafael Gutiérrez Girardot y España subyace una fuerza que tiende a expresar, como exigencia epistemológica, la desesperación de la época, el arrojo mismo del biografiado para replantear, permanentemente, las bases de nuevos orígenes, pues los ya dados son hechizos y carcomidos por la mentira filosófica, la desidia intelectual y la injusticia generalizada. Ya el hombre, como en épocas del pasado inmediato, no se eleva sobre su propia autodiagnosis y domina su futuro de modo planificado. Ahora no solo se ha perdido la fe en su proyecto de humanidad ascensional, sino que todo acto habría que cribarlo sobre ese nihilismo abarcante. En este sentido, fue Gutiérrez Girardot un heideggeriano raizal. Para una biografía intelectual como la que tenemos en estudio, se trata de desordenar el pasado petrificado y arrumar esto y aquello de un modo inesperado, aun a costa de la paciencia cómoda del lector. No es esto precisamente una deconstrucción picassiana de la ciencia histórica, pero sería una noble aspiración. Mucho más modestamente, se trata, pues, de darle un aire de época en ebullición, un aire de periferia.

      Hoy, antes de culminar este capítulo metodológico tan abstruso, salí a tomar unos tragos a un bar cercano, Centro Agencia. Medio ebrio escuché “El cóndor herido” del ídolo vallenato Diomedes Díaz: “Mejor me voy (bis) / como hace el cóndor herido / ¡Ay! mejor me voy, mejor me voy como hace el cóndor herido”.

      De modo que a quien se resistió a entender le otorgo como colofón estas coplas populares que resumen y condensan una vida académica a contracorriente.

      En una carta fechada en Bonn el 3 de mayo de 1992 a su amigo Bernardo Hoyos, periodista cultural que lo promocionaba para un premio de talentos colombianos (premio que por supuesto no le fue concedido), Gutiérrez Girardot le adjuntó un curriculum vitae, no sin antes advertirle: “mi país me trató a patadas”.52 El currículum, al escribirlo, le resulta magro, pese a que desde hacía más de cuatro décadas había escrito una cantidad significativa de reseñas y ensayos, el primero de los cuales “estuvo dirigido contra lo que había dicho sobre nuestra literatura el entonces embajador Guillermo León Valencia”.53 Luego, le sale una especie de manifiesto espontáneo que autorretrata su combativa vida intelectual:

      Como colombiano radical, antipatriotero, sanamente anárquico (“digan, digan pa’ contradecir” es muy nuestro), nunca he buscado ingresar a ninguna Academia ni a ninguna asociación, cosa muy buscada por los intelectuales de todas partes del mundo, y, en especial, en Alemania. En una tertulia me siento como un pez en el agua. Pero ante un Decano o Presidente con orden del día y demás, me siento irritado y como en una cárcel. Detesto la solemnidad. Cuando diplomáticos latinoamericanos me preguntan ¿qué hace Usted? Les respondo: trabajo en la universidad. No les digo que soy profesor para evitar que me digan que ellos son también profesores. En general, he “ofendido” a todos los “solemnes” no solo por solemnes sino porque toda solemnidad está acompañada necesariamente de simulación.54

      El curriculum vitae dice:

      RAFAEL GUTIÉRREZ GIRARDOT

      Nació en Sogamoso (Boyacá) el 5 de mayo de 1928.

      Terminó el Bachillerato en el Instituto de La Salle de Bogotá en 1946. Estudios de Derecho en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y de Filosofía en el Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional entre 1947 y 1950. Con beca del Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid, estudió Filosofía en los cursos privados de Xavier Zubiri, Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos de Madrid y un curso de Doctorado de Derecho en la Universidad Central de Madrid.

      Comisionado por el Director del Anuario de Filosofía del Derecho, Profesor Enrique Gómez Arboleya, para escribir un trabajo sobre filosofía fenomenológica del derecho, viajó a Friburgo de Brisgovia, en 1953. En la Universidad de Friburgo estudió filosofía con Eugen Fink, filosofía del derecho con Erik Wolf, sociología con Arnold Bergstresser y romanística con Hugo Friedrich. Asistió a los seminarios privados de Martin Heidegger.

      En octubre de 1955 obtuvo una beca de la Fundación Alejandro de Humboldt, solicitada por Hugo Friedrich y que no pudo aceptar por razones personales. En ese mismo mes viajó a Gotemburgo, Suecia, donde fue docente del Instituto Iberoamericano de la Escuela Superior de Comercio de esa ciudad.

      En enero de 1956 fue nombrado Canciller de la Embajada de Colombia en Bonn. Ocupó los cargos de Agregado cultural y de prensa, Jefe de la sección consular y Encargado de negocios a. i.

      En abril de 1966 fue trasladado al Ministerio de Relaciones Exteriores.

      Fue profesor de medio tiempo de Filosofía del derecho en el Externado de Colombia, y dirigió Seminarios en el Instituto Caro y Cuervo, en la Universidad de los Andes (ciencia política) y en la Universidad la Gran Colombia (filosofía).

      En octubre de 1967 fue nombrado colaborador del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Münster en Dortmund. Fue encargado del curso de sociología en la Universidad de Münster. Profesor invitado de sociología en la Universidad de Bochum y de Hispanística en la Universidad de Bonn.

      En octubre de 1969 fue nombrado profesor invitado de Hispanística en el Barnard College de la Universidad de Columbia en Nueva York.

      Desde abril de 1970 es profesor ordinario (catedrático titular) de Hispanística en la Universidad de Bonn, que inauguró esa cátedra por primera vez en Alemania.

      Como Agregado Cultural organizó en colaboración con el agregado cultural argentino y el Departamento de Prensa del Gobierno alemán los primeros coloquios germano-iberoamericanos de literatura (1962, 1964) y sociología (1965). Fue encargado de la cátedra de historia de la cultura hispanoamericana en la Escuela de Periodismo de Madrid (1952-53).

      Ha colaborado en la Revista Mexicana de Literatura y Texto crítico de México; Revista Nacional de Cultura, Escritura, Zona Franca de Caracas; Revista de las Indias, Bolívar, Mito, Eco, etc., de Bogotá; Sur, de Buenos Aires; Cuadernos Hispanoamericanos, Índice, Ínsula, Cuadernos para el diálogo, Anuario de filosofía del derecho, Arbor, Revista de Occidente de Madrid; Camp de l’arpa, El viejo topo, Quimera de Barcelona; Casa de las Américas, La Habana; Merkur de Múnich; Cuadernos, de París; en los semanarios Die Zeit de Hamburgo; Marcha, de Montevideo, y en revistas especializadas (filología, sociología, filosofía del derecho, literatura comparada) alemanas.

      Libros: La imagen de América en Alfonso Reyes, Ínsula, Madrid, 1956 (2.ª