H. P. Blavatsky

El holograma esotérico


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ayuda dada en un momento crítico por los miembros americanos. Siendo mi único medio absolutamente libre de comunicación con los teósofos en todo el mundo, su continuación ha sido tremendamente importante para toda la Sociedad. Mes tras mes, en estas páginas ofrezco, lo más posible, una enseñanza pública sobre las doctrinas teosóficas, continuando el más importante de nuestro trabajo teosófico. Ahora, la revista cubre sus gastos y si las logias o los miembros individuales quisieran contribuir para que su circulación se ampliara, se volvería mucho más útil de lo que es actualmente. Por lo tanto: mientras les agradezco, desde el fondo de mi corazón, a todos los que tan generosamente han ayudado a colocar la revista en una base sólida, me encantaría ver un amplio aumento de subscriptores, pues los considero como mis estudiantes, entre los cuales encontraré a quien demuestre la capacidad para recibir ulteriores enseñanzas.

      He dicho todo lo que debía decir. No estoy suficientemente fuerte para escribir un mensaje más largo y no es tan importante que lo haga, visto que mi amiga y confiable mensajera, Annie Besant, mi brazo derecho, podrá explicarles mis deseos más detalladamente y mejor de lo que yo pueda escribir. Después de todo, cada deseo y pensamiento que puedo expresar se resumen en esta oración, una aspiración siempre activa en mi corazón: “¡Sean teósofos, trabajen para la Teosofía!”. La Teosofía en primer lugar, en último lugar y siempre. Ya que sólo su realización práctica puede salvar al occidente de este sentimiento egoísta y antifraterno que ahora divide a las razas y a las naciones. Dicha realización es la única que puede socorrer del odio clasista y social que son la maldición y la desgracia de los llamados cristianos. Sólo la Teosofía puede salvarlo para que no se hunda en el mero lujo materialista en el cual se deteriorará, llegando a la putrefacción, como ocurrió con las civilizaciones de antaño. En sus manos, compañeros, se coloca en custodia el bienestar del siglo futuro. La grandeza de la custodia es directamente proporcional a su responsabilidad. Mi lapso de vida puede no ser largo y si algunos de ustedes han aprendido algo de mis enseñanzas o si, por medio de mi ayuda, han vislumbrado la luz verdadera, les pido, a cambio, que fortalezcan la causa, gracias a cuyo triunfo la verdadera luz, que se convierte aun más brillante y gloriosa por medio de sus esfuerzos individuales y colectivos, iluminará al mundo, haciéndome ver, antes de abandonar este cuerpo depauperado, el logro de la estabilidad de la Sociedad.

      Que las bendiciones de los grandes maestros pasados y presentes descansen sobre ustedes. Acepten de mí, colectivamente, la seguridad de mis sentimientos fraternales inquebrantables, agradeciéndoles, sinceramente y de corazón, la obra que todos los trabajadores han cumplido.

      De parte de su servidora hasta el final:

      Helena P. Blavatsky.

      Último mensaje

       1891

      15 de abril 1891

      Al quinto congreso de la Sección Americana de la Sociedad Teosófica.

      Hermanos teósofos:

      En el discurso general he omitido, intencionalmente, mencionar a mi amigo y compañero de trabajo más antiguo: William Q. Judge, porque considero que sus esfuerzos constantes y su autosacrificio para la edificación de la Teosofía en América merecen ser citados de forma especial.

      Si no fuera por W.Q.J., la Teosofía no ocuparía el lugar que le corresponde hoy en los Estados Unidos. Él ha construido, principalmente, el movimiento entre ustedes y ha demostrado, millares de veces, su completa lealtad hacia los mejores intereses de la Teosofía y de la Sociedad homóloga.

      En una convención Teosófica, la admiración mutua no debería desempeñar papel alguno; sin embargo, hay que tributar el honor donde es justo que se haga. Así, tomo la oportunidad de afirmar en público, mediante la boca de mi amiga y colega Annie Besant, la profunda apreciación que siento por el trabajo del Secretario General y para expresarle mi agradecimiento más sincero y la más sentida gratitud, en el nombre de la Teosofía, por el noble trabajo que está haciendo y ha hecho.

      Fraternalmente suya:

      Helena P. Blavatsky.

      La clasificación de los "principios"

      En una conferencia muy admirable de T. Subba Row sobre el “Bhagavad–Gita”, publicada en el número de febrero de la revista Theosophist, creo que el orador trata, incidentalmente, la cuestión de los “principios” septenarios en el Kosmos y en el hombre. La división ha sido bastante criticada, resolviendo, en un conjunto de cuatro, la manera adoptada, y favorita, de enumerar los principios en las enseñanzas teosóficas.

      Esta crítica ha levantado un mal entendimiento y algunos argumentan que se han menospreciado las enseñanzas originales. Esta aparente discordancia, con alguien cuyas opiniones son consideradas, justamente, como muy decisivas en asuntos sobre el ocultismo en nuestra Sociedad, es ciertamente un asidero peligroso de entregar a los adversarios, los cuales están siempre alerta para detectar y sacar a relucir con vigor las contradicciones y las incoherencias de nuestra filosofía. Por lo tanto, siento que es mi deber mostrar que, en realidad, no hay contradicción entre las opiniones de Subba Row y las nuestras, en lo referente a la división septenaria. De misma forma, quiero sacar a relucir lo siguiente:

      a. El orador conocía perfectamente la división septenaria antes de unirse a la Sociedad Teosófica y

      b. sabía que era la enseñanza de los antiguos “filósofos arios que han asociado siete poderes ocultos con los siete principios” en el macrocosmo y en el microcosmo (véase el final de este artículo); y

      c. desde el principio, Subba Row no se opuso a la clasificación, sino a la forma en que fue expresada.

      Por lo tanto, ahora, cuando Subba Row llama a la división: “anticientífica y extraviante”, agregando que: “esta clasificación septenaria casi brilla por su ausencia en muchos (si no es que en ¿todos?) nuestros libros hindúes” etc.; y que es mejor adoptar la clasificación venerable de los cuatro principios, él sólo debe referirse a algunos libros ortodoxos particulares, pues, sería imposible que se contradijera de manera tan patente.

      Entonces, unas pocas palabras explicativas parecen ser oportunas. En lo referente a que esta clasificación “brilla por su ausencia” en los libros hindúes, podemos decir que esto vale, también, para los libros buddhistas. La razón de ello es transparentemente clara: dicha división fue siempre esotérica y como tal, se deducía, en lugar de enseñarse abiertamente. También es verdadero que es “extraviante”, porque, la característica sobresaliente del día, el materialismo, ha conducido a las mentes de nuestros teósofos occidentales a la prevaleciente costumbre de considerar a los siete principios como entidades distintas y autoexistentes, en lugar de lo que son, es decir: upadhis (vehículos) y estados correlativos: tres upadhis, grupos básicos y cuatro principios. En lo referente a ser “anticientífica”, este término puede atribuirse sólo a un lapsus linguae y, en esta relación, voy a citar lo que Subba Row escribió un año atrás, antes de que se uniera a la Sociedad Teosófica, en uno de sus artículos más competentes, titulado: “El Brahmanismo sobre el Principio Septenario en el Hombre”, la mejor reseña jamás aparecida de los fragmentos de verdad oculta, desde que se han incorporado en el libro: El Buddhismo Esotérico.

      Subba Row escribe: “He examinado detenidamente la enseñanza y he constatado que los resultados alcanzados (en la doctrina buddhista) no difieren mucho de las conclusiones de nuestra filosofía aria, a pesar de que la manera en que nosotros presentamos los argumentos difiera en la forma.” El autor, después de haber enumerado las “tres causas primarias” que llevan al ser humano a la existencia: Parabrahman, Sakti y Prakriti, explica: “Ahora bien, según los adeptos de la antigua Aryavarta, de estas tres entidades primarias se desenvuelven siete principios. El álgebra nos enseña que el número de las combinaciones de las cosas, tomadas una a la vez, dos a la vez, tres a la vez, etc., = 2(n) –1. Si aplicamos esta fórmula al caso presente, el número desarrollado de entidades