que sea su conexión, se debe suponer que ellas vienen a la existencia de las tres entidades primarias, quienes, nuevamente, se desenvuelven de una sola entidad o monada”.
Esto es bastante correcto desde el punto de vista oculto y también cabalístico, cuando se considera el asunto de los siete y diez Sephiroths y los siete y diez Rishis, Manus, etc. En realidad, muestra que no hay, ni puede haber, desacuerdo fundamental alguno entre la filosofía esotérica de los adeptos Trans y Cis Himaláyicos. Además, remitimos al lector a las primeras páginas del artículo anterior, donde se afirma que: “los antiguos adeptos de la India aprendieron el conocimiento de los poderes ocultos de la naturaleza poseídos por los habitantes de la Atlántida perdida y lo agregaron a la doctrina esotérica enseñada por los habitantes de la isla sagrada (ahora el desierto de Gobi). Sin embargo, los adeptos tibetanos, (antecesores del Asia Central), no han aceptado esta añadidura”. Dicha diferencia entre las dos doctrinas no incluye a la división septenaria, siendo ésta universal, después de haber originado con los atlantes, quienes, perteneciendo a la cuarta raza, antecedieron a la quinta, los arios.
Entonces, desde el punto de vista puramente metafísico: las observaciones sobre la división septenaria en la conferencia de “El Bhagavad Gita” siguen siendo válidas hoy como lo eran hace cinco o seis años en el artículo: “El brahmanismo sobre el principio septenario en el hombre”; a pesar de su aparente discrepancia. Para propósitos de esoterismo puramente teórico son tan válidas en la filosofía buddhista como en la brahmánica. Por lo tanto, cuando Subba Row, en una conferencia sobre una obra Vedanta, propone atenerse a “la clasificación venerable de los cuatro principios”, él simplemente muestra su deseo de quedar, rigurosamente, dentro de la clasificación teórica y metafísica y sus cálculos ortodoxos, pues, la clasificación Vedanta divide al ser humano en cinco kosas (vestiduras) y luego Atma (el sexto, nominalmente, por supuesto). Ésta es, por lo menos, la manera en que entiendo sus palabras; pues, la clasificación Taraka Raj–Yoga consta, nuevamente, de tres upadhis, siendo Atma el cuarto principio y no un upadhi, por ser uno con Parabrahm. El mismo Subba Row muestra lo antes dicho en un breve artículo: “La división septenaria en los diferentes sistemas indos.”
¿Entonces, por qué el llamado buddhista esotérico no debería recurrir a tal división? Quizá sea “extraviante”, esto ya se ha admitido; pero no se le puede seguramente tildar de “anticientífica.” Incluso me tomo la libertad de decir que este adjetivo es una expresión precipitada, pues, el mismo Subba Row ha demostrado que la división septenaria es muy “científica” y también matemática, como lo prueba la anterior demostración algebraica. Yo digo que la división se debe a la naturaleza misma, indicando su necesidad en el kosmos y en el hombre; dado que el número siete es “un poder y una fuerza espiritual” en su combinación de tres y cuatro, del triángulo y del cuaternario. No cabe duda que sea más conveniente adherirse a la clasificación cuádruple en sentido metafísico y de síntesis; así como en Isis sin Velo me atuve a la clasificación trina de cuerpo, alma y espíritu, porque, si en aquel entonces hubiese adoptado la división septenaria, como me vi obligada a hacer sucesivamente, para propósitos de análisis riguroso, nadie la habría entendido y la multiplicación de los principios, en lugar de esclarecer el asunto, hubiera introducido una confusión sin fin. Pero ahora, el asunto ha cambiado y la posición es diferente. Desdichadamente, por haber sido prematuro, hemos abierto una hendidura en el muro chino del esoterismo y no podemos cerrarla de nuevo, aunque quisiéramos. Yo misma tuve que pagar un precio muy caro por la indiscreción, pero no voy a huir de los resultados.
Por lo tanto sostengo que: una vez que pasamos del plano del puro razonamiento subjetivo, sobre temas esotéricos, al de la demostración práctica en Ocultismo, donde cada principio y atributo hay que analizarlo y definirlo en su aplicación a los fenómenos de la vida diaria y especialmente de la existencia después de la muerte, la clasificación septenaria es la correcta por ser simplemente una división conveniente que no impide, para nada, reconocer los tres grupos que Subba Row llama: “cuatro principios asociados con cuatro upadhis que, a su vez, están asociados con cuatro distintos estados de conciencia”. Parece que ésta es la clasificación del “Bhagavad–Gita”, pero no la del Vedanta, ni de los Raja–Yogis de las escuelas pre Aryasanga y del sistema Mahayana, que era y sigue siendo vigente más allá de los Himalayas y su sistema es casi idéntico al del Taraka Raj–Yoga; la diferencia entre esta última clasificación y la del Vedanta ha sido señalada por Subba Row en su breve artículo: “La división septenaria en los diferentes sistemas indos.” Los Taraka Raja–Yogis sólo reconocen tres upadhis en que Atma puede funcionar, los cuales, si no me equivoco, en la India son: Jagrata, el estado de conciencia de vigilia (que corresponde a Sthulopadhi); Swapna o el estado de sueño (en Sukshmopadhi) y Sushupti o estado causal producido por y a través de Karanopadhi o lo que nosotros llamamos Buddhi. Pero luego, en los estados transcendentales de Samadhi, el cuerpo, con su linga Sarira, el vehículo del principio vital, no se considera para nada, pues, los tres estados de conciencia se hacen corresponder sólo a los tres principios (con Atma, el cuarto), que quedan después de la muerte. Y aquí está la clave real de la división septenaria del ser humano, agregándole los tres principios sólo durante su vida.
Como es en el macrocosmo, así es en el microcosmo, las analogías quedan vigentes en toda la naturaleza. Por lo tanto, al Universo, a nuestro sistema solar, a nuestra Tierra, hasta llegar al ser humano, se les debe considerar como poseyendo, todos, una constitución septenaria: cuatro principios supraterrestres y suprahumanos, por decirlo así; tres objetivos y astrales. Al considerar sólo el caso especial del ser humano, existen dos puntos de vista desde los cuales se puede considerar el asunto. Ciertamente, el hombre encarnado consta de siete principios, si es que así llamamos los siete estados de su constitución material, astral y espiritual, todos se encuentran en planos diferentes. Pero si clasificamos los principios según el asiento de los cuatro grados de conciencia, estos upadhis pueden ser reducidos en cuatro grupos. Entonces, como su conciencia nunca se centró en el segundo o tercer principio, cuya composición consta de estados de materia (o mejor, de “sustancia”) en planos diferentes, cada uno correspondiendo a uno de los planos y principios en el kosmos, es necesario formar eslabones entre el primero, el cuarto y el quinto principio y también las correspondencias entre ciertos fenómenos vitales y psíquicos. Estos últimos pueden ser convenientemente clasificados con el cuerpo físico bajo un título y dejados a un lado durante el trance (Samadhi) y también después de la muerte, conservando, así, sólo los cuatro exotéricos tradicionales y metafísicos. Por lo tanto, toda acusación de enseñanza contradictoria, basada en este simple hecho, resultaría ser, obviamente, inválida. Como dijimos: la clasificación de los principios, de forma septenaria o cuaternaria, depende totalmente del punto de vista del cual se consideran. Cuál clasificación adoptamos es puramente un asunto de elección. Sin embargo, rigurosamente hablando, tanto la física oculta como la profana, favorecen la septenaria por estas razones.
En el buddhismo y en el brahmanismo exotérico o esotérico existen seis Fuerzas de la naturaleza; y la séptima es la Fuerza universal o la Fuerza absoluta, la síntesis de todas. Nuevamente, la naturaleza, en su actividad constructiva, da la nota clave a esta clasificación en más de una manera. En el tercer aforismo de Sankhya karika se afirma: “Prakriti es la raíz y la sustancia de todas las cosas”, Prakriti o la naturaleza, no es una producción, sino que la productora de siete cosas “que, producidas por ella, se convierten, a su vez, en productoras”. Por eso, en la naturaleza, todos los líquidos, cuando se separan de la masa Madre, comienzan por convertirse en esferoides (una gota) y, al formarse el glóbulo, éste cae, mas el impulso que se le imparte lo transforma, cuando toca la tierra y, casi invariablemente, en un triángulo equilátero (o el tres) y luego en un hexágono, después de que, de las esquinas de este último empiezan a formarse cuadrados o cubos como figuras llanas. Miremos el trabajo natural de la naturaleza, por así decir, su producción artificial o ayudada, el análisis de la ciencia en su laboratorio oculto. Observen los anillos coloreados de una burbuja de jabón y los producidos por la luz polarizada. Los anillos obtenidos, ya sea en la burbuja de jabón de Newton o en el