todavía un elemento fundamental: un buen Comandante. ¿Cómo procurarse uno? No se le podía hallar en la nueva y aún endeble estructura naval chilena; entonces, ¿dónde buscarlo? La solución fue la que estaba en uso en la época: una reunión de los capitanes de buques surtos en la bahía, simpatizantes de la causa patriota, donde se propuso a la persona que se estimó adecuada. El elegido fue el ex oficial de la Royal Navy, de origen irlandés, George O’Brien, de quien se tienen datos muy escasos.65 Se sabe que se desempeñaba como marino mercante en naves de cabotaje en la costa del Pacífico Sur, tras haber sido expulsado de la Royal Navy, por problemas disciplinarios, lo cual no le impediría aprovechar la oportunidad para prestar de nuevo sus servicios a la corona.
Puesto que se encontraba en Valparaíso en 1814, sirvió a las órdenes del Comodoro británico James Hillyar en el combate que libraron el 28 de marzo de dicho año los buques bajo su mando, la fragata HMS Phoebe y la corbeta HMS Cherub, contra la fragata estadounidense USS Essex, a la salida de este puerto, en el contexto de la Guerra Anglo - Norteamericana de 1812-1814, combatiendo a bordo de la primera. En los años siguientes, O´Brien siguió viviendo en Valparaíso hasta que surgió una nueva oportunidad, esta vez de luchar bajo una nueva bandera, de un país, Chile, que estaba naciendo.
Comenzaba así a planificarse el primer combate naval en la historia del Chile independiente, que resultaría ser un encuentro típico de la época, esto es, un duelo singular entre dos fragatas. Un tipo de enfrentamiento que había dado lugar a numerosos episodios de heroísmo y encarnizamiento durante las Guerras Napoleónicas y la citada Guerra Anglo - Norteamericana, incluyendo el propio combate de Valparaíso donde O’Brien había tomado parte.
Había que intentar forzar el enfrentamiento, evitando la posibilidad de que el enemigo lo rehuyera, y también debía procurarse, naturalmente, obtener una situación táctica lo más favorable posible, que eventualmente favoreciera la captura de la Esmeralda. Para ello se recurrió a un peculiar ardid, aunque por lo demás muy en el espíritu de los recursos empleados en la época. Sucedía que por aquellos días se hallaba en Valparaíso la fragata de guerra británica HMS Amphion, que periódicamente salía a ponerse al habla con los buques bloqueadores, de manera que su presencia se había vuelto familiar para los españoles.
A partir de ello, el Gobernador de Valparaíso, Coronel Francisco Calderón y el Comandante de Marina Juan José Tortel, concibieron la idea de disfrazar a la Lautaro para que se asemejase lo más posible a la fragata británica; así, personal del nuevo Arsenal pintó su casco con el mismo esquema de colores, y se arregló su arboladura de forma asimismo similar. El Comandante de la HMS Amphion, simpatizante de la causa patriota, no hizo mayores cuestionamientos de lo que incluso un historiador naval chileno considera una “burda imitación”.66
También debía ser británica la insignia enarbolada por la fragata de O’Brien al zarpar del puerto, a las 14:00 horas del 26 de abril de 1818, de acuerdo a las instrucciones recibidas. No zarpó el bergantín Águila junto a él como era el plan primitivo, sin duda porque parte de su tripulación había sido trasbordada para reforzar a la de la primera.67
Siguiendo dichas instrucciones,68 O´Brien zarpó y navegó a rumbo de interceptación para dar caza a la fragata Esmeralda, con el objeto de intentar abordarla. Para ello debía dividir a su tripulación y tropa en tres partidas de abordaje: una al mando del Segundo Comandante, Teniente Turner; otra al mando del Capitán Miller, y una de reserva bajo las órdenes del propio O’Brien.
Así la Lautaro navegaba rumbo a la punta de Curaumilla, hacia el primer combate naval de la Guerra de Independencia librado en aguas chilenas. Siguiendo las instrucciones superiores, buscaba el enfrentamiento, asumiendo por primera vez en esta campaña naval un auténtico riesgo, ya que lo que estaba en juego podía llegar a ser muy relevante. Si tenía éxito podía terminar con el bloqueo español, haciendo que el flujo comercial y de pertrechos se facilitase enormemente para la causa patriota; asimismo, si lograba hundir o capturar a la fragata enemiga, ello significaría el cambio en la correlación de fuerzas en el teatro de operaciones, además de significar un enorme aliciente moral para los patriotas.
Por el contrario, si la fragata chilena era hundida o capturada, el golpe material y moral sería igualmente importante, y hubiera significado un claro retroceso en el esfuerzo chileno por crear una Marina de Guerra. Dado el número reducido de unidades con que se contaba o que venían en camino, un buque como este era una pieza fundamental. Por lo tanto, el Comandante O’Brien tenía una misión que era análoga en su importancia y delicadeza, a la que le sería encomendada a Blanco Encalada al mando de la Escuadra Nacional, casi exactamente seis meses más tarde.
El Capitán Miller describe del siguiente modo el pie en que se hallaban su oficialidad y tripulación en aquellos momentos en que se dirigía al combate:
“Esta fragata estaba gobernada principalmente por ingleses; su tripulación se componía de cien marineros extranjeros y doscientos cincuenta chilenos, cuya mayoría no se había embarcado nunca. Los chilenos deseaban tanto hacer este servicio, que muchos se arrojaron a nado para ir a la fragata. Así que tan diversa, pero entusiasta tripulación se reunió a bordo, levaron ancla y dieron la vela en un estado no correspondiente para batirse con éxito, en un período inmediato. Los europeos acababan de recibir dinero en abundancia, y a pesar de ser muy aficionados, eran los menos borrachos de la tripulación, mientras que apenas había un oficial de marina que pudiese mandar una maniobra en español. Sin embargo, diez horas después de su salida se batió, y bien, la fragata Lautaro”.69
En torno a las 04:00 horas del día 27 fue divisada por la Esmeralda, que se hallaba cerca de la punta de Curaumilla. El buque español maniobró para colocarse en facha para esperar a la Lautaro, de manera que, aparentemente, el plan estaba funcionando bien, y a cierta distancia la fragata chilena había logrado ser confundida con la HMS Amphion. Tanto así que O’Brien pudo acercarse y caer por la aleta de barlovento de su objetivo para abordarlo; al estar a tiro de pistola, dispuso izar “súbitamente” el pabellón chileno, afirmándolo con un cañonazo. Apenas terminó esta operación cuando la Lautaro recibió una descarga cerrada de artillería de la fragata de Coig.
Este último ya había ordenado zafarrancho de combate como medida preventiva, enviándole señales de hacer lo mismo al Pezuela. Relata el Comandante español que hacía rato tenía claro que la fragata que enarbolaba pabellón británico buscaba acercarse, “pero fue de manera que, dirigiendo su proa al portalón, me dio a entender siniestras intenciones, por lo cual mandé arribar y descargar el trinquete, no teniendo efecto lo último, gritando al mismo tiempo con la bocina, a que contestó confusamente, continuando desde entonces con su proa sobre mi aleta y ya muy cerca de abordarme con su bauprés”.70
Prosigue el parte del Comandante Coig:
“Éste izaba una bandera al tope de mesana, antes de arriar la inglesa, la que me pareció insurgente, por cuya razón mandé hacer fuego, y ella, orzando cuanto le fue posible sin bracear su aparejo, me abordó por la mesa de guarnición de mesana de babor, haciéndome un fuego horroroso de cañón, obús, pedrero y esmeril, de que tenía carronada su borda y cofas, como asimismo de fusilería, presentando más de 200 hombres de abordaje”.71
Los artilleros de escaso entrenamiento, así como los soldados de marina de Miller, sin duda estaban efectuando un promisorio debut. La colisión entre ambos buques se había dado de tal forma que la Lautaro no se hallaba en la mejor posición para que su dotación saltara al abordaje del buque español. Así lo deja anotado el Capitán Miller, “la primera intención del Capitán O’Brien era haberse puesto sobre el costado, pero habiendo variado de opinión, se corrió sobre la cuarta de popa. El bauprés de la Lautaro cortó el aparejo de mesana del enemigo, y lo dejó colgando de un modo tan incómodo para abordar, que sólo O’Brien con treinta hombres pudieron saltar a la Esmeralda”.72
De hecho, pese a que el Comandante de esta vio abundante gente dispuesta a pasar a su buque, lo cierto es que el número de tripulantes de la Lautaro que efectivamente pudo saltar al abordaje fue reducido por el corto tiempo que ambos buques permanecieron en contacto. En esto el Teniente Turner, coincide con Miller, y así lo expone en su parte oficial:
“El Comandante O’Brien se propuso desde luego dar un abordaje