o artículos de revistas, la bibliografía de Blanco Encalada se limita a tres autores, fundamentalmente a Benjamín Vicuña Mackenna, con una obra que en realidad es una compilación;36 Enrique Villamil Concha,37 su bisnieto, y Darío Ovalle Castillo,38 quien publicó su epistolario. Esta última es la más reciente y data de 1934, es decir, más de 80 años antes de escribirse estas líneas. Hecho significativo, si se considera que para la memoria de un país siempre es bueno y sano que sus personajes y acontecimientos o procesos históricos sean periódicamente revisados, al menos en el curso de una generación. Los trabajos de épocas más recientes son, fundamentalmente, los mencionados artículos de revistas, que por lo general suelen utilizar datos aparecidos en las obras más antiguas.
Un caso muy contrastante al del Almirante Cochrane, quien por lo demás no ha sido objeto de demasiados trabajos en Chile, aunque en Gran Bretaña su figura es objeto de periódica atención con una numerosa bibliografía, que se prolonga hasta nuestros días, como se verá en los capítulos siguientes. Además, a diferencia de Blanco Encalada, el Almirante Cochrane dejó escritas sus Memorias, publicadas tanto en inglés como en castellano, y reeditadas cada cierto tiempo.
Tras estas reflexiones, ahora cabe entrar derechamente en un bosquejo de los primeros años y juventud de don Manuel Blanco Encalada, en base a información contenida principalmente en las fuentes que ya se han citado.
Orígenes y Primeros Años
El futuro Almirante, General y hombre público fue hijo de un alto funcionario, también un servidor público, pero de la corona española. Razones del cargo que desempeñaba su padre, con destinos cambiantes, explican el por qué Manuel Blanco Encalada hubiese nacido y vivido sus primeros años en Buenos Aires, virreinato del Río de la Plata.
Como ya se ha adelantado, su padre, Lorenzo Blanco Cicerón, había nacido en Galicia, tenía sangre noble, formación jurídica y durante la mayor parte de su vida activa se desempeñó primero como fiscal y luego como oidor, es decir, un funcionario judicial con el rango de juez, cargo que llevaba otras obligaciones anexas. En tal calidad se desempeñó en diversas audiencias (órganos de administración de justicia) de diversas ciudades del Imperio español en América: Santiago de Chile, Lima, La Paz y Buenos Aires. Mientras se desempeñaba en Santiago, conoció a la joven dama chilena Mercedes Calvo Encalada y Recabarren, de cuna distinguida, hija de Manuel Calvo de Encalada Chacón, Marqués de Villapalma;39 esta condición nobiliaria no obstaría a que, décadas más tarde, familiares suyos simpatizasen o apoyasen el proceso independentista.
Lorenzo y Mercedes contrajeron matrimonio en Santiago el 24 de agosto de 1779, previo otorgamiento de dispensa, necesaria para que un funcionario como él pudiese casarse con una mujer residente en su jurisdicción, a fin de resguardar su imparcialidad y fidelidad al reino.40 Pero, como ya se anticipado, el matrimonio debió trasladarse a otras ciudades, de manera que se llevaban poco tiempo en Buenos Aires cuando nació su hijo Manuel, el 21 de abril de 1790. Era el menor de cuatro hermanos, siendo los otros Ventura, Carmen Ana y Carmen Rafaela. Es posible que se haya elegido el nombre de Manuel como forma de honrar al padre y al hermano de doña Mercedes, Manuel Calvo de Encalada y Recabarren, tercer Marqués de Villapalma. Señala Vicuña Mackenna sobre los orígenes y carácter de nuestro personaje:
“Blanco Encalada nació (…) noble y aristócrata; pero nació también criollo, es decir, con el virus de esa democracia activa y poderosa que ha cubierto de repúblicas el suelo americano, en odio de un trono extranjero y rapaz. Blanco fue siempre aristócrata de maneras, de fisonomía, de traje, de todas las exterioridades que forman el concepto vulgar del hombre. Pero, en el fondo de su naturaleza, amaba la República por convencimiento, como había amado la independencia por instinto”.41
El padre de Manuel falleció cuando éste tenía solo siete meses, de modo que prácticamente no lo conoció, siendo la opción de su madre permanecer en Buenos Aires, donde su hijo menor vivió sus primeros años y comenzó su educación. Doña Mercedes ya había enviado a su hijo mayor, Ventura, a España, a continuar su formación, bajo la protección de su hermano Manuel Calvo de Encalada, ya citado. La viuda, quien siguió viviendo en Buenos Aires, había decidido hacer lo mismo con su hijo menor cuando cumpliese doce años, de modo que en 1803, el todavía niño Manuel tendría su primera experiencia con el mar.
Sin duda eran decisiones dolorosas para la viuda, ya que implicaban una separación de sus retoños, pero que dicen mucho sobre su visión acerca del futuro de sus hijos, y de querer darles algo que no se podía obtener en América. Así lo reflexionaba Ventura, en un testimonio sobre su hermano menor, Manuel: “No será fuera de propósito indicar aquí que éste era uno de los infinitos males a que se condenaba a los americanos, la tiranía intelectual y política ejercida por la metrópoli dentro de sus colonias”.42
Y en efecto, esta actitud de evitar formar élites intelectuales, industrias o trabajadores con cierta calificación en América, también fue causa de que en Chile no hubiese marinos cuando eran más necesarios, al comienzo de las guerras por la emancipación.
Manuel realizó este viaje bajo el cuidado de dos oidores, colegas de su difunto padre, a bordo del buque Infante Don Francisco de Paula, con destino al puerto de La Coruña, Galicia que era, recordemos, la tierra natal de su progenitor. Conjetura el autor Pedro Pablo Figueroa que acaso este viaje “le inspiró el amor a las olas y a las brisas del océano, y quiso ser soldado naval”.43
Llegado a La Coruña, se alojó en casa del Almirante José Joaquín de Bustamante y Guerra, de destacada trayectoria, tanto pasada como futura. En efecto, para ese entonces Bustamante ya tenía su renombre, tanto por acciones de guerra como por la extensa expedición científica que dio la vuelta al mundo entre 1779 y 1784, realizada junto a su camarada, Alessandro Malaspina. Posteriormente, Bustamante seguiría teniendo una carrera tan destacada como controvertida, y nos hemos detenido brevemente en su figura por ser el primer personaje del mundo naval que el casi adolescente Manuel conocería en su vida, un típico representante de la Armada española formado en la época de la Ilustración, con una hoja de servicio a caballo entre dos siglos.
Pero el objeto de su viaje no estaba en La Coruña, sino en Madrid, donde gracias a los contactos de su tío pudo ingresar al Seminario de Nobles para continuar su educación. Gracias a sus maneras finas y distinguidas, Manuel pudo vencer la distancia inicial de sus condiscípulos peninsulares por los criollos americanos y supo ganarse afectos, recibiendo el apodo cariñoso de “Blanquito”,44 y recibir enseñanzas de destacados profesores de la época. Allí también –acota Vicuña Mackenna–, tuvo como compañero de estudios al futuro escritor y dramaturgo Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, amistad “que fue guardada medio siglo”.45 También conoció al Conde de Montijo, padre de Eugenia, futura esposa de Napoleón III y emperatriz de Francia, origen de otra amistad duradera.
No tardaría mucho en evidenciarse su vocación, y en 1805 pasaría a la Academia Náutica de la Isla de León. Si la información de sus años de infancia y juventud es más bien parca, lo referente a este, su período formativo como marino, es realmente escasa, y una de las pocas fuentes disponibles se conserva en un testimonio de Bernardo O’Higgins, de sus años de exilio en Perú. Este, que tuvo dispares relaciones con Blanco, incluyendo momentos de francas diferencias, relataba a su secretario privado, en tono un tanto socarrón, que se había informado que: “durante su aprendizaje el joven Guardiamarina, tuvo que aprender como adrizar, timonear y lanzar el escandallo, pero mostró también gran diligencia en aprender a bailar, a jugar, impresionar a las señoras y cuidarse de su propia persona”.46
En 1807, Blanco egresó al servicio de la Armada española embarcándose como Guardiamarina de la cañonera Carmen. Su bautismo de fuego fue en Cádiz, en la acción desarrollada entre el 8 y el 14 de junio de 1808, cuando fuerzas navales y terrestres bajo el mando del Almirante Juan Ruiz de Apodaca, capturaron una Escuadra francesa de seis navíos, en una de las primeras acciones de la guerra contra Napoleón. En la ocasión, el joven Blanco tenía a su cargo un mortero, con el que perfeccionó sus conocimientos de artillería y tuvo su bautismo de fuego, defendiendo con él uno de los accesos al arsenal gaditano de La Carraca, y causando gran daño al enemigo. Su desempeño le valió ser condecorado y ascendido a Alférez de Fragata efectivo.
En casa de su tío