Mervyn Maxwell

Apocalipsis


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      Esta terrible tribulación que ocurrirá al final de los tiempos se diferenciará de todas las otras porque, aunque será relativamente breve, durante su transcurso caerán las siete plagas postreras. La gran tribulación de los 1.260 días-años, sin embargo, fue diferente de todas las demás porque duró largos siglos. Afectó a los creyentes y a los no creyentes. en ocasiones implicó a un cuarto o a un tercio de la población.

      Diremos algo más acerca de las diferentes tribulaciones cuando estudiemos Apocalipsis 2:10; 3:10 y 6:9 al 11.

      La tribulación y usted. En la quietud de esa tarde en el Monte de los Olivos, Jesús dijo a los cuatro discípulos que estaban sentados junto a él: “Entonces os entregarán a la tortura y os matarán”.

      Aquella tribulación es dolorosamente personal. De esos cuatro fieles amigos, Santiago y Pedro fueron encarcelados más tarde en Jerusalén por el rey Herodes a instancias de los dirigentes judíos (véase Hech. 12:1-19). Santiago fue decapitado. Pedro fue rescatado por un ángel, pero años más tarde sufrió el martirio en Roma, crucificado cabeza abajo, según la tradición. Juan, otro de los cuatro discípulos presentes enel Monte de los Olivos, fue sumergido en aceite hirviente. (Véase las páginas 52, 53.) Sobrevivió milagrosamente, fue exiliado a la isla de Patmos, donde recibió las visiones del Apocalipsis.

      Pero Jesús estaba pensando en otros sufrientes, además. Sabía que la tribulación no se limitaría a ciertos períodos o a un grupo de individuos. “En el mundo tendréis tribulación” dice en Juan 16:33. Sus palabras constituyeron un axioma universal como “En la escuela hay maestros” o “En la guerra hay muerte”. La tribulación es un aspecto inevitable de la vida humana. “Como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción” (Job 5:7, RVR).

      El hecho de ser cristiano, no obstante, ayuda al ser humano a evitar muchas tribulaciones y a mitigar muchas otras. La decisión de vivir una vida sana para gloria de Dios (véase 1 Corintios 10:31) ayuda al cristiano a evitar muchos dolores y sufrimientos. La cortesía lo ayuda a disipar la ira de los demás: “Una respuesta suave calma el furor” (Prov. 15:1). La oración, también, cambia las cosas: “Invócame en el día de la angustia, te libraré y tú me darás gloria” (Sal. 50:15).

      Pero algunas tribulaciones son inevitables. “En el mundo tendréis tribulación”. Los cristianos de origen judío que salieron de Jerusalén en armonía con las instrucciones de Cristo, se salvaron gloriosamente de la carnicería que recayó sobre sus compatriotas, pero no se los libró de los costos y los inconvenientes del traslado a Pella y de comenzar una nueva vida allí. (Véanse las páginas 27 y 28.) Y los mártires cristianos ciertamente sufrieron tribulaciones muy penosas.

      Pero cuando Jesús dijo “En el mundo tendréis tribulación”, añadió: “Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Cristo controla todo, y él tendrá la última palabra respecto de nuestras tribulaciones.

      “Os entregarán a la tortura,” dice en Mateo 24:29. En efecto, “matarán a algunos de vosotros”. Pero, no se preocupen, “no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza” (Luc. 21:16-18).

      ¡Misericordiosa paradoja! Podrán matarlo, pero no se perderá una sola célula de su cuerpo. “Mucho vale a les ojos de Yahvéh la muerte de los que le aman” (Sal. 116:15). En ocasión de su segunda venida, el Cristo que ya ha vencido al mundo y a la muerte traerá de nuevo a la vida a cada uno de los miembros de su pueblo, que duermen en el polvo. (Véase Mat. 24:31 y 1 Tes. 4:15 al 18.)

       TRES NOTABLES TRIBULACIONES PREDICHAS EN LAS ESCRITURAS

      “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!” (Juan 16:33).

      ¡Dios te ama! Se interesa por nosotros. Quiere que también nos interesemos por los demás. “La religión pura e intachable ante Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo” (Sant. 1:27). El cristiano maduro tiende a olvidarse de sus propios problemas para ayudar a otros a resolver los suyos. El cristiano sabe que todos: solteros, divorciados y viudos, chicos huérfanos o con padres, madres, padres, ancianos, administradores y empleados, todos enfrentan dificultades. El verdadero cristiano encuentra la manera de “visitarlos” en sus “tribulaciones”.

      El verdadero cristiano, también, después de recuperar el aliento, “se regocija en su tribulación”. ¿Cómo? Porque sabe que aun en medio de las tribulaciones es precioso para Dios. Porque sabe que sus problemas personales proporcionan la oportunidad de ejercer paciencia ante la provocación, de manera que logre persuadir a otros de hacerse cristianos también. (Véase Romanos 5:3 y Santiago 1:2 al 4.) Y en cuanto a las tribulaciones de los demás, se regocija por la oportunidad que le presentan de manifestar compasión cristiana.

      “Las cosas reveladas nos atañen a nosotros y a nuestros hijos” (Deut. 29:28). Algunas tribulaciones recaen sobre algún miembro de la familia, por lo menos parte del tiempo. Dichosa es la familia que aprende a compartir las tribulaciones y a regocijarse en ellas.

       V. Parábolas relativas a la preparación

      En su Sermón Profético, Jesús no estaba preocupado en proporcionar detalles de los acontecimientos relacionados con la tribulación final. Su principal propósito en la mayor parte de Mateo 24 consistió en advertirnos, de modo que no fuéramos engañados por falsos cristos, falsos profetas y falsas señales. (Véase las páginas 20 a 22.) Hacia fines del capítulo 24 y en el capítulo 25, pone énfasis en el hecho de que debemos estar preparados para su Segunda Venida no importa cuándo ocurra.

      Los cristianos debemos saber cuándo está “cerca” la venida de Jesús (Mat. 24:33). Pero el Señor no estableció ni “el día” ni “la hora” de su regreso; por el contrario, declaró que su aparición sería una sorpresa incluso para sus más ardientes seguidores.

      “Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor” (Mat. 24:42).

      “También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre” (Mat. 24:44).

      En los días de Noé, la gente se dedicaba inconscientemente a la rutina diaria. “Comían, bebían”, dijo Jesús, “tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos” (Mat. 24:38, 39).

      El comer y el casarse no son pecados en sí mismos, pero dedicarse solo esas cosas no era lo suficientemente bueno en los días de Noé, ni tampoco lo es en los nuestros. También tenemos que estar “preparados” porque, como el diluvio de Noé, “así será la venida del Hijo del hombre” (vers. 37). La gente seguirá abocada a sus tareas diarias comunes; trabajará “en el campo” o “moliendo en el molino”; pero una será “llevada” y la otra “dejada” (vers. 40, 41).

      Noé y sus tres hijos tenían esposas, de manera que sabemos que estaban casados. Almacenaron alimentos en el arca, de modo que sabemos que les gustaba comer. La construcción del arca era su trabajo de todos los días. Mientras cumplían su rutina diaria, vivían como los demás. Pero además estaban “preparados”. Fueron “llevados” a la seguridad, mientras que el resto de la gente que vivía en ese tiempo fue “dejada” para ser destruida.

      No es pecado tener una familia, disponer de un trabajo, tomar vacaciones o pagar impuestos. Pero mientras llevamos a cabo todas estas tareas básicas, debemos estar permanentemente listos para el cielo.

      A fin de ayudarnos a estar preparados para su segunda venida, el Maestro narrador de historias nos contó cuatro famosas parábolas. La primera tenía que ver con dos mayordomos. Uno de ellos era “fiel y prudente”; el otro era, sencillamente, “malo”. El mayordomo fiel era justo y honesto, y se aseguró de que los obreros a su cargo recibieran su paga regularmente. El mayordomo malo pensó que en vista de