Julio Rilo

Los irreductibles II


Скачать книгу

presente. Si hay alguien por ahí que se pone en contacto contigo para preguntarte sobre la AF01 probablemente sea quien está detrás de esto.

      —¿Y cómo lo sabes? —le preguntó Kino.

      —Pues porque ya me avisaron de que esto podría pasar.

      —Vaya… la trama se pone interesante —intervino Spiegel, que hasta ahora había estado escuchando en silencio.

      —Interesante no, mujer —replicó Raúl recuperando su acento gallego que tan pocas veces salía a la luz—. Estresante. —Kino no entendió por qué Spiegel se rio tanto de lo que acababa de decir su hermano—. Bueno, os dejo, ya me contarás, Spiegel. Ten cuidado, Kino.

      Una vez salió del montacargas a los pisos inferiores de la sede de Industrias Lázaro se dedicó a atravesar los pasillos de I+D lo más rápido que pudo, aunque procurando que tampoco lo pareciese. No le gustaba que sus empleados lo vieran en el ambiente de trabajo, ya que la mitad de ellos se acercaba para estrecharle la mano o hacerle innecesarios updates de sus tareas, y la otra mitad se lo quedaban mirando como si fuera alguien famoso o algo así («que lo eres», dijo una vocecita en su cabeza). En cualquier caso, estaba más que demostrado que su eficiencia disminuía cuando él se encontraba por esos lares, y ese era el motivo por el que solía citar a sus subordinados en su despacho. Menos a Spiegel.

      Devolvió cordialmente todos los saludos que enviaron en su dirección y despachó de la manera más educada que pudo a todos aquellos que se le acercaban con ganas de charlar, y antes de que se diera cuenta, ya estaba en el ascensor que lo llevaría hasta el último piso. Hasta su despacho. La cabina se puso suavemente en marcha con su silencio habitual, y Raúl contempló la gris ciudad que se extendía bajo la puesta de sol mientras el ascensor ascendía y él pensaba en todos los asuntos que le turbaban.

      Mucha gente le había llamado paranoico todas y cada una de las veces que había promovido el secretismo en las operaciones de Industrias Lázaro, pero es que como su padre bien le había dicho en tantas ocasiones, siempre había filtraciones. Siempre. Y Raúl no pretendía que las hubiese con el último proyecto de su padre, el que Ricardo había dicho que era el más importante de todos los que había llevado a cabo hasta la fecha. Y mira que habían sido unos cuantos.

      Raúl pensaba que él sí era capaz de atisbar el potencial que una máquina como la «Ánima Fenestra» podía tener, aunque tampoco estaba plenamente seguro de comprenderlo en su totalidad. Mientras su comprensión fuese suficiente para conseguir sus objetivos, tampoco era que importase demasiado aquello.

      Quizás si fuese capaz de comprender la auténtica magnitud del proyecto AF01 no le hubiese inquietado tanto lo que le acababa de contar su hermano, pero Raúl se temió desde el principio que ninguna otra persona que no fuese Ricardo Lázaro sería capaz de comprenderlo. Ni siquiera Spiegel, y aquello ya eran palabras mayores. Había que seguir trabajando para ver si aquello era cierto o no, pero tanto misterio y secretismo por parte de Ricardo les había dificultado, y todavía les dificultaba bastante, la tarea.

      Hacía algo más de un año, cuando su padre se apartó definitivamente de la empresa pocos meses antes de morir, había ido a hablar con él a su despacho una mañana soleada para charlar de todo un poco. Aquella mañana su anciano padre parecía estar de bastante buen humor, ya que por fin había terminado de plasmar su memoria y su consciencia en la AF01. Aquella había sido una tarea extenuante tanto para él como para Spiegel, y ambos le habían dedicado muchísimas horas quedándose a trabajar hasta tarde la mayoría de los días durante los últimos meses. A Raúl le hubiese gustado ayudar, pero su desconocimiento en la materia se lo impidió. No obstante, fue desde que su padre y Spiegel comenzaron a trabajar en la máquina a tiempo completo cuando Raúl comenzó a cobrar auténtico protagonismo dentro de la empresa y a ejercer de pleno derecho como presidente de Industrias Lázaro en respuesta a las ausencias cada vez más habituales y definitivas de Ricardo.

      Aquel día, después de contestar a todas las preguntas que su padre le hizo sobre cómo estaban su marido y sus hijos, terminaron hablando del futuro incierto de Industrias Lázaro. Algo que evidentemente derivó en hablar sobre la AF01. Aunque ahora que Raúl lo pensaba, mientras el ascensor seguía subiendo, por aquella época su padre todavía se refería al proyecto como MV3.0. Raúl sonrió imaginando el posible significado de aquellas siglas. Otro secreto que su padre se había llevado a la tumba.

      —Verás, Raúl —había empezado a decir Ricardo con su ajada voz—, no pretendo meterte miedo y desde luego no deseo que te eches atrás. Pero debes de tener cuidado con este proyecto. Hay fuerzas en marcha, hijo, que se escapan a nuestro control.

      —¿A qué te refieres? —preguntó distraído Raúl sin echar mucha cuenta, más bien por darle a su padre el gusto de que le siguieran la corriente.

      —Un poder en la sombra, por así decirlo. Hay gente que tiene su interés puesto en esta máquina. Y no deberíamos dejar que se hiciesen con ella.

      —¿Por qué?

      —Porque la máquina tiene un potencial enorme para convertirse en una herramienta fundamental para dicha mano negra.

      —Pero ¿cómo va a tener nadie su interés puesto en la máquina si los únicos que sabemos que existe somos Spiegel, tú y yo?

      —Como te decía, hijo, fuerzas que escapan a nuestro control —dijo Ricardo con una enigmática sonrisa como única réplica a su hijo. Raúl suspiró, no le molestaba la teatralidad deliberada de su padre, pero tampoco era algo nuevo, precisamente—. Hazme caso, Raúl. El secretismo es fundamental… qué digo fundamental: ¡De vital importancia! De vital importancia para que no se vaya todo a la mierda. No podemos permitir ningún rumor, ningún informe, ninguna filtración, la construcción de la MV3.0 debe de ser un secreto absoluto. El problema es que, como bien dice el refrán, la única manera de que tres personas guarden un secreto es con dos de ellas muertas.

      —Está bien, papá, no te preocupes por eso —dijo Raúl intentando quitarle hierro al asunto.

      —Grábate a fuego mis palabras, Raúl. En el momento en el que comencemos a hacer avances con la máquina y a establecer las bases para un mapa de los recuerdos, en ese momento y no antes, verás que hay gente que estará intentando descubrir nuestros secretos —vaticinó Ricardo.

      —¿Y cómo sabes que esa profecía se cumplirá? —preguntó Raúl con una sonrisa burlona.

      —Porque ya me conozco cómo va esto. Recuerda mis palabras, Raúl. Esto es de vital importancia. Si alguien que no somos nosotros se hiciese con esta máquina, las consecuencias podrían ser desastrosas, realmente funestas. No podemos permitirlo. Antes habría que destruirla.

      —Bueno, no te preocupes. No dejaremos que eso pase. No después de todo el tiempo y recursos que hemos invertido en la máquina que se supone que nos salvará de la bancarrota.

      —Raúl. Prioridades. Antes de que alguien se haga con los datos de la investigación, destruirás la máquina. Prométemelo.

      Raúl dejó pasar un rato largo en el que le dio tiempo a respirar profundamente dos veces, y aunque se pensó mucho la respuesta, esta tampoco le convenció demasiado cuando se oyó a sí mismo pronunciar las palabras en voz alta:

      —Vale. Te lo prometo. Aunque también te prometo que no dejaré que lleguemos a eso.

      —Es suficiente —contestó Ricardo complacido.

      Después de prometerle a Ricardo esto último, su padre le dijo a Raúl que lo próximo que tenían que hacer para establecer una conexión neuronal y trazar un mapa de la memoria con sus recuerdos era contactar con