Agustín Laó-Montes

Contrapunteos diaspóricos


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en una dialéctica negativa de las violencias modernas y un afrooptimismo como fuente fundamental de la utopía en tanto que política de la esperanza enraizada en historias de liberación y proyectos de nueva humanidad en clave de africanía, como hemos de argumentar a través de todo el libro.

      Este volumen es producto de más de diez años de investigación, acción colaborativa con comunidades, movimientos e intelectuales de índole diversa, casa afuera y casa adentro, en una gran variedad de escenarios en Nuestra Afroamérica. Sus fuentes varían desde participación en infinidad de asambleas, reuniones de variado tipo, conversaciones personales y veladas nocturnas, hasta entrevistas, conferencias académicas, consultas de gobierno, charlas públicas y conspiraciones políticas. Ellas en su conjunto son las fuentes metodológicas de esta monografía.

      En suma, la analítica que orienta este volumen parte de una perspectiva histórico-mundial que articula la investigación histórica con el análisis multi-escalar. En esta clave metódica, la totalidad histórica se representa como constelaciones a ser investigadas, desglosadas, en su complejidad y movimiento, a menudo contradictorio, combinando el longue durée de Braudel con la genealogía de Foucault, la hermenéutica de la Modernidad a través del prisma de su matriz de poder y saber moderna/colonial de Quijano, y la lógica-ética-política de liberación de Dussel.

      El método contrapuntal nos facilitará ir realizando las arqueologías, genealogías y cartografías complejas y plurales de los discursos, debates, ideologías, perspectivas políticas y proyectos de los escenarios históricos de Nuestra Afroamérica, que es lo que constituye el objeto de investigación y análisis de este libro. La escritura, buscando entonar en ritmo y siempre estar en clave, combinando metáforas musicales, categorías vernáculas y conceptos-metáfora de los sentipensares afroamericanos y caribeños, en contrapunteo dialógico con el pensamiento crítico y político del mundo afro y la crítica de corte occidental, corresponde al método contrapuntal y al proyecto descolonial de liberación que inspira y orienta este volumen.

      El mundo histórico que bautizamos con el nombre Nuestra Afroamérica constituye la zona más numerosa del archipiélago de diásporas africanas en las Américas. Si José Martí habló en el siglo XIX de Nuestra América para enunciar un discurso americanista mirando al sur, en contrapunteo con la América anglosajona del norte, en el siglo XXI es necesario hablar de Nuestra Abya Yala y Nuestra Afroamérica para hacer así genealogías y cartografías descoloniales que recojan con mayor matiz la pluralidad de mundos que componen esta macro-región equivocadamente llamada América, contribuyendo así al quehacer crítico de construir categorías geohistóricas a contracorriente del imaginario imperial occidentalista imperante.

      En este capítulo ensayaremos una arqueología y genealogía de Nuestra Afroamérica, entendida como el mundo afrolatinoamericano o afrolatino57. El concepto y práctica de genealogía que seguimos es similar al del filósofo francés Michel Foucault, que implica realizar una historia del presente, un mirar el pasado a través de sus lugares invisibles, de las prácticas de los saberes subalternizados en los registros hegemónicos de representación, una suerte de contra-memoria para visibilizar y valorizar las historias que no se cuentan por que se piensa que no cuentan. El volumen en su conjunto se puede leer como realizando una genealogía de la importancia de la agencia histórica de las/los sujetos y pueblos de Nuestra Afroamérica en las constelaciones políticas modernas. Más particularmente, nuestro objeto de investigación es realizar una cartografía de los espacios públicos y las comunidades políticas que han constituido Nuestra Afroamérica.

      En esta práctica metodológica, la genealogía se combina con la cartografía. La genealogía indaga en el carácter y trayectoria de los procesos en el tiempo, mientras la cartografía busca mapear los entornos y las articulaciones de los espacios de agencia histórica de los/las sujetos. Aquí presentaremos un panorama histórico general de Nuestra Afroamérica, para dar una idea de sus procesos y contornos, sin entrar en los detalles empíricos y discusiones políticas y epistémicas que hemos de realizar en el resto del volumen. En realidad, este capítulo provee más una arqueología que una genealogía lo cual va a ser un objetivo general del libro. La arqueología es un quehacer crítico que busca analizar las condiciones de posibilidad histórica de discursos y sujetos, en nuestro caso afrolatinoamericanos. Es decir, la arqueología es una labor intelectual que busca trazar las condiciones históricas, las estructuras de larga duración, y las múltiples mediaciones (económicas, políticas, ideológicas, libidinales) que inciden en la formación de discursos y la producción de sujetos; mientras la genealogía es una metodología para explorar y visibilizar las historias y saberes subyugados en la historia oficial.58 A la luz de su carácter arqueológico, en gran medida este capítulo, en contrapunteo con la mayoría del libro, está escrito de manera más narrativa y con menos referentes teóricos explícitos, aunque siempre están muchas veces implícitos.

      La vasta población denominada afrolatinoamericana o afrolatina constituye el mayor componente de la diáspora africana en las Américas. El cálculo demográfico (sin incluir la población en los Estados Unidos) varía entre 120 y 200 millones dependiendo de las definiciones de quien es considerado afrodescendiente y a quien se debe contar/identificar como negro59. En cuanto a las categorías oficiales/o autodefiniciones, un porciento considerable de afrodescendientes en Latino/América se identifican a sí mismos como pertenecientes a alguna categoría de “pardo o mulato”. Considerando la información estadística ya ofrecida con anterioridad, en este trabajo se definirá como afrolatinos al conjunto de personas de sustancial descendencia africana, ya sea por nacimiento o por residencia en la región histórica del mundo denominada Latino/América. Dicho concepto de afrolatino/as y afrolatinoamericanos/as se ha de elaborar y problematizar en los capítulos tres y cinco.

      La expresión de Latino/América, en vez de América Latina, la usamos para representar una región translocal que corresponde a una colectividad histórica que no se circunscribe al norte ni al sur de las fronteras imperiales, para las cuales el Río Grande constituye la división. No está meramente constituida por una yuxtaposición de Estados naciones creadas tras el colapso de los Imperios portugués y español, Latino/América, sino que es más una definición continental o hemisférica de una región histórica-mundial que está compuesta por una diversidad de pueblos que habitan los territorios continental e insular colonizados primariamente por los españoles y portugueses (por ejemplo, imperios ibéricos) así como por pueblos de América Latina localizados en lo que ahora es territorio estadounidense. Es una definición abierta y flexible que se yuxtapone con otras formaciones como el Gran Caribe (antillas, territorios continentales y diásporas globales), abarca una diversidad de lenguas (europeas, nativo americanas, caribeñas, criollas), y está compuesta por una multiplicidad de diásporas (africana, east-asiática, árabe, sur-asiática).

      En esta clave, como parte de la práctica de descolonizar categorías geo-históricas, interrogamos la idea misma de América Latina, hija de la idea de latinidad como comunidad civilizatoria global, inicialmente inventada por ideólogos del Imperio francés como Ernst Renan, en tanto que recurso en la batalla contra el Imperio británico por la hegemonía mundial. De ahí surge en el siglo XIX la idea de anglos versus latinos que todavía subyace la racialización y etnización de Latinoamérica y latinos en los Estados Unidos. En el cambio de siglo, en el contexto de la guerra méxico-americana (1846-1848) y la guerra cubano-hispano-américo-filipina de 1898, emergió la distinción entre la América anglo-sajona que pretendía el monopolio de solo ella llamarse América, y la vasta región al sur del Río Grande que Martí bautizó como Nuestra América, la cual las elites criollas eventualmente llamaron América Latina. De ahí en adelante, variedad de discursos latinoamericanistas se han debatido la significación identitaria, étnico-racial, cultural e intelectual de la región y qué proyectos históricos deben definir sus horizontes de futuro60. Por eso, cuando hablamos de afrolatinoamericanos