Agustín Laó-Montes

Contrapunteos diaspóricos


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de Cristóbal Colón, y entre los que más tarde vinieron desde España para cumplir con otras responsabilidades que engloban traducción e intermediación entre africanos y amerindios. Estas distinciones no deberían implicar la negación de la brutalidad del régimen racista y la estratificación racial instituida por el imperialismo colonial de los españoles y portugueses y el capitalismo mercantil. No obstante, debería proporcionarnos un entendimiento mayor del modo particular en que los/las afrodescendientes se catalogaron en las clasificaciones de castas que fueron ideadas en las zonas íberas del sistema Atlántico.

      En efecto, una de las características definitorias de las diásporas africanas en Latinoamérica es el gran porcentaje de negros libres y mulatos entre las poblaciones afrodescendientes. Esto fue resultado de la alta tasa de manumisión y la existencia de un sistema de castas de estratificación racial que permitió la formación inmediata de categorías raciales intermedias (como mestizos, mulatos o pardos) entre blancos, negros e indios. Igualmente, este hecho no debe ocultar la brutalidad del racismo y la inhumanidad de los regímenes de la esclavitud en los imperios portugueses y españoles, pero si debe mostrar los efectos en las Américas de las antiguas formas de clasificación protorraciales y el intercambio cultural en las zonas de contacto, desde el Mediterráneo hasta el Atlántico68.

      LA TRATA MODERNA/COLONIAL CAPITALISTA DE ESCLAVIZADAS/OS Y LA CONSTRUCCIÓN DE AFROAMÉRICA69

      Los primeros africanos que vinieron a las Américas como mano de obra esclavizada fueron traídos a la isla llamada Haití por sus habitantes y que los europeos denominaron Hispaniola (actuales Haití y República Dominicana) alrededor del año 1505. Después del relativamente rápido decaimiento de la población indígena como consecuencia de la sumisión a la esclavitud y a la servidumbre propinadas por el sistema de encomiendas y repartimiento que consistía en el trabajo forzado y la apropiación ilícita de la tierra, y la exposición a nuevas enfermedades, la trata de esclavizados con África aumentó y eventualmente las plantaciones basadas en la mano de obra esclavizada se transformaron en la primera forma de producción industrial en el emergente sistema-mundo capitalista. Consecuentemente, desde principios del siglo XVI hasta el siglo XIX, millones de africanos subsaharianos fueron forzosamente traídos a las Américas mediante la trata capitalista de esclavizados. La mayor parte de los esclavizados vinieron a la región geohistórica que hoy conocemos como Latinoamérica. Se calcula que la cantidad de africanos/as traídos por concepto de trata esclavista oscila entre siete y veinte millones de personas.

      Desde la abolición de la esclavitud y especialmente desde el principio del siglo XX, igualmente ha habido migraciones y flujos poblacionales diversos de afrodescendientes a través de las Américas, dentro de Latinoamérica, en el Caribe, Centro América y los Estados Unidos, que han articulado y diversificado constantemente las diásporas afroamericanas.

      Mirando detenidamente el mapa étnico-racial de las Américas en el siglo XVIII, notaremos que los afrodescendientes (incluyendo negros y mulatos)70 constituyeron la mayor parte de la población71. En vista de esta composición poblacional, durante la primera mitad del siglo XX los Estados articularon y adoptaron políticas demográficas de blanqueamiento hacia los espacios nacionales, reduciendo considerablemente la población negra, especialmente en los territorios que ocupan Argentina, Chile y el sur de Brasil. No obstante, los lugares y regiones donde la población indígena era relativamente de menor tamaño y los asentamientos de africanos fueron más numerosos y establecidos, continúan siendo territorios claves para las diásporas afrolatinas y se erigen como baluarte histórico de la diáspora africana en las Américas. La geografía de las diásporas afrolatinoamericanas ha cambiado con el tiempo; pero los lugares, las regiones y países como Brasil, Cuba, Colombia, República Dominicana, Puerto Rico y Venezuela, han sido centros importantes desde el principio de la africanización de las Américas.

      Dado que en el siglo XVIII Haití fue la colonia de mayor riqueza sustentada en la mano de obra esclavizada, la Revolución haitiana constituyó un acontecimiento de excepcional importancia para las culturas y políticas de resistencia, así como también para la reestructuración de los Estados coloniales y el capitalismo racial72. El evento histórico-mundial de Saint Domingue, debe considerarse como el epicentro de la historia afroamericana de la época73. La diseminación del miedo de los amos fue nutrida por la difusión por toda la diáspora de una memoria de éxito revolucionario y una posible esperanza de libertad en las culturas de resistencia de esclavizados africanos a través de todas las Américas. Probablemente, la Revolución haitiana (1796-1804) y sus momentos posteriores, inauguraron la idea de la negritud, como puntualizó Aimé Césaire, e inició un circuito cosmopolita de políticas raciales afrodescendientes que en conjunto con el movimiento abolicionista, constituyeron el primer movimiento antisistémico en el sistema-mundo moderno/colonial capitalista.

      Desde el siglo XIX, la geografía central de las diásporas afrolatinoamericanas debería identificarse principalmente alrededor de tres territorios: Brasil, Colombia y Cuba, los lugares de mayor población afrodescendiente. Además de Haití, Cuba y Brasil fueron, en mayor parte y gran medida, las culturas negras más influyentes de Latinoamérica como región mundial. Brasil y Cuba comparten la peculiaridad de que los dos países experimentaron un auge en el ingreso de esclavizados y en el aumento de la agricultura de plantación a lo largo del siglo XIX, aún después de la abolición legal de la trata de esclavizados y después de la Revolución Industrial.74 Como resultado, más africanos fueron destinados a Brasil y Cuba, en vez de ser desplazados a otros lugares de las Américas o nutrirse de mercados internos de esclavizados como en Colombia y los Estados Unidos de Norteamérica. La cantidad de africanos y la tardía llegada de los mismos desde el continente africano, tuvo implicaciones fundamentales para el fortalecimiento y la importancia de las culturas de expresión afrodiaspóricas (por ejemplo, arte, música, literatura, danza y religión) y la consecuencia fue el surgimiento creciente de espacios públicos negros y de las consecuentes políticas raciales75.

      La creación a lo largo siglo XVI, desde los inicios de la esclavitud moderna, de zonas liberadas de los regímenes de esclavitud, conocidos como Cumbes, Quilombos o Palenques, creadas principalmente por esclavizados que escaparon de las plantaciones, fue crucial para el surgimiento de las identidades, culturas y políticas afroamericanas. Estos espacios históricos que algunos estudiosos llaman “Sociedades Cimarronas”, derivadas de la palabra española “cimarrón”, originalmente utilizada para estigmatizar a los que huían de la esclavitud, proliferaron y constituyeron una amenaza a la estabilidad de los regímenes esclavistas76.

      Los Palenques se convirtieron en faros de esperanza para el logro de la libertad, así como inspiración ideológica para la identificación con la africanidad y la negritud. Esta memoria está viva como se ejemplifica en nuestra identificación actual con líderes como Benkos Biohó, quien fue cabeza de sociedades cimarronas en la Nueva Granada del siglo XVII, destacándose el territorio que ahora es un pueblo en el Caribe colombiano llamado San Basilio de Palenque. En Colombia, activistas del movimiento negro a menudo invocan a Benkos como figura fundadora de la historia afrocolombiana. En 1998, la marcha que celebró los 100 años de la abolición de la esclavitud en Brasil fue nombrada para conmemorar a Zumbí, el último líder del Quilombo do Palmares, un reino de cimarrones en el noreste de Brasil, que duró casi un siglo, desde 1605 a 1694, cuando finalmente los portugueses desmantelaron el asentamiento pero no su legado y memoria, como se ejemplifica en el movimiento quilombola de hoy.

      Las resistencias y luchas contra la esclavitud constituyen un legado primordial de los sujetos y pueblos afrodescendientes a las Américas y al mundo. En contraste con la gran mayoría de los relatos históricos y lineamientos teóricos que postulan el origen de los movimientos sociales en las acciones colectivas y formas políticas europeas desde mediados del siglo XIX, trazamos la primera ola moderna de movimientos antisistémicos al acumulado de luchas de los siglos XVII-XVIII, en los que se destacan cantidad de revueltas de esclavizados e indígenas en las cuales resaltan las rebeliones indígenas de Túpac-Amaru y Túpac Khatari en la región andina y la Revolución haitiana77.

      Para inicios del siglo XIX, pueden identificarse ya una creciente constelación de diásporas afroamericanas