Fetichismo de la mercancía, editorial Topía, Buenos Aires, 2013.
5. Bodei, Remo, Destinos personales. La era de la colonización de las conciencias, El Cuerno de Plata, Buenos Aires, 2006.
6. Carpintero, Enrique (compilador), “La medicalización de la subjetividad. El poder en el campo de la Salud Mental” en La subjetividad asediada. Medicalización para domesticar el sujeto, editorial Topía, Buenos Aires, 2011
7. Sobre este tema se puede consultar “Medicina Familiar y Comunitaria” en e-medicinafamiliar.org
8. Ver “Salud para Tod@s. Blog de información y opinión sobre Salud en Argentina y en el mundo”, www.saludargentina.info
9. Diario La Nación, 7 y 8 de enero de 2007. A pesar de los años transcurridos de este informe, los datos siguen teniendo vigencia.
10. Diario Página/12, suplemento CASH, 26 de noviembre de 2006. Si bien los precios de los medicamentos han aumentado significativamente en todos estos años, los extraordinarios márgenes de ganancias son iguales.
11. Sobre este tema leer Pavlovsky, Federico, “La tentación: vicisitudes de un psiquiatra”, revista Topía, N°47, agosto de 2006. También “Medicamentos, médicos y laboratorios: una cuestión del campo de la Salud Mental”, Gustavo Lipovetzky, José C. Escudero y Diana Kordon, revista Topía, N° 48, noviembre de 2006.
12. Para un crítica más desarrollada del DSM IV ver Roudinesco, Élizabeth, ¿Por qué el psicoanálisis?, editorial Paidós, Buenos Aires, 2000. El paciente, el terapeuta y el Estado, editorial Siglo Veintiuno Argentina, Buenos Aires, 2004. También op. cit. 6.
13. Carpintero, Enrique, La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, editorial Topia, Buenos Aires, 2ª edición, 2007.
14. Spinoza destaca el esfuerzo del sujeto por perseverar en su propio ser. Este esfuerzo lo llama conatus (en latín) que es el principio causal a partir del cual explica la perseverancia y las propiedades del objeto que lo posee. Cuanto más conatus -esfuerzo en perseverar en su ser- hay en una cosa, mayor es su autonomía, tanto más es en sí misma. Ahora bien, el esfuerzo del cuerpo es el esfuerzo del alma. Concebido en términos mentales este esfuerzo lo llamamos “voluntad”. Cuando nos referimos tanto al cuerpo como al alma al describir el conatus hablamos de “apetito”. Cuando queremos enfatizar el elemento de la conciencia que lo lleva a no sólo a tener apetitos, sino también a estar consciente de ellos utilizamos el termino “deseo” (cupidatis). En ambos casos nos estamos refiriendo a que el conatus es causa de que un sujeto se diferencie de su entorno con una autonomía activa y persistente.
15. Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, (1930), Amorrortu ediciones, Buenos Aires, 1979. Para un desarrollo sobre sufrimiento y trabajo ver Dejours, Christophe, Trabajo vivo, Tomo I, Sexualidad y trabajo; Tomo II, Emancipación y trabajo, editorial Topía, Buenos Aires 2013.
Capitulo 4
La locura del sujeto normal
Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales.
Haruki Murakami
Según una de las versiones del mito, Prometeo descendía de una antigua generación de Dioses que habían sido destronados por Zeus. Era hijo de Titán y de Asia, él sabia que en la tierra reposaba la simiente de los cielos, por eso recogió arcilla, la mojó con sus lágrimas y las amasó, formando con ella varias imágenes semejantes a los dioses, los Humanos. Fue así que surgieron, según la leyenda, los primeros seres humanos, que poblaron la tierra. Prometeo entonces se aproximó a sus criaturas y les enseñó a subyugar a los animales y usarlos como auxiliares en el trabajo. Les mostró como construir barcos y velas para la navegación, les enseñó a observar las estrellas, a dominar el arte de contar y escribir y hasta como preparar los alimentos nutritivos, ungüento para los dolores y remedios para curar las dolencias.
Pero Zeus, sospechaba de los humanos, ya que no fue él quien los creo. Por consiguiente, cuando Prometeo reivindicó para ellos el fuego, que les era imprescindible para la preparación de los alimentos, para el trabajo y principalmente para el progreso material y el desenvolvimiento emocional, el Dios griego decidió negárselo, temiendo que las nuevas criaturas se volviesen más poderosas que él. Prometeo resolvió frustrarle sus planes, con la intención de conseguir para los humanos ese precioso instrumento. Con un palo hecho de un pedazo de vegetal seco, se dirigió al carro del Sol donde a escondidas tomo un poco de fuego, trayéndolo para los seres humanos, entregándoles así el secreto del fuego.
Solo cuando por toda la tierra se encendieron las fogatas, es que Zeus tomó conocimiento del robo de Prometeo, pero ya era tarde. Puesto que ya no podía confiscar el fuego a los hombres, concibió ahí para ellos un nuevo maleficio: les envió a Pandora, de una gran belleza, con una caja portadora de muchos males. Prometeo le advirtió a su hermano Epimeteo de no aceptar ningún presente de Zeus, pero Epimeteo no lo recordó y recibió con alegría a la linda doncella, abriendo la caja de los males los cuales se esparcieron rápidamente sobre la tierra. Junto a ellos se encontraba el más precioso de los tesoros, La Esperanza; pero Zeus le había encomendado a Pandora no dejarla salir y así fue hecho. Los hombres que hasta aquel momento habían vivido sin sufrimientos, sin dolencias, sin torturas y sin vicios, comenzaron a partir de entonces a corromperse sin la Esperanza.
Después de esto, vengándose de Prometeo, le envió al desierto donde fue puesto preso con cadenas a una pared de un terrible abismo, sin reposo alguno, durante 30 siglos. Sufrió la amargura de que su hígado sea devorado por un Águila que venia cada día a la región para dicho fin, después de que el órgano se volvía a reconstituir, ya que Prometeo era inmortal. Por fin llegó el día de su redención. Hércules al ver al águila devorando el hígado de Prometeo, tomó su flecha lanzándola sobre la misma. Enseguida soltó las cadenas y llevo a Prometeo consigo.
El mito de Prometeo simboliza esa luz, que bajando a la tierra intenta iluminar a los hombres, apartándolos de la oscuridad, intentando con ello devolverles al camino de la solidaridad, es así que el sufrimiento de 30 siglos representa ese sacrificio del iniciado a lo largo de la historia en el ejercicio difícil de liberar a los hombres de la ilusión. El mito esclarece la oposición entre las tinieblas y la luz, entre la conciencia y lo inconsciente del ser. Ser conscientes, significa ser dueño de sí mismo, de los propios pensamientos, de los propios actos, fallas y actitudes. Conocer el propio pasado, proyectar el futuro y estar en el presente con los otros humanos que nos constituyen.1
La enfermedad de la norma
Como venimos sosteniendo, la normalidad no es algo obvio. En toda sociedad encontramos muchas formas de vida. Cada una de ellas tiene sus normas donde vamos a encontrar las propias de la cultura dominante y otras normas minoritarias. Para las primeras, el poder produce recompensas, para las segundas sanciones. Esta situación se instala desde la niñez, por lo cual el sometimiento no puede funcionar, sino se instituye un deseo de sometimiento el cual aparece como una imposición interna. Cuando voy a un shopping creo elegir algo cuando en realidad elijo desde la norma hegemónica.