Javiera Paz

Secuestro


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Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. Ella de inmediato abrió sus ojos y se quedó mirándome con atención, pero no me inmuté, solo mantuve la mirada en sus ojos miel.

      —¿Por qué te cuesta tanto hablar sobre ti? —preguntó bajando el tono de voz, como si le diese miedo preguntarme.

      —Solo no quiero hacerlo, eso es todo.

      Ella me observó en silencio y luego me regaló una sonrisa que no comprendí en absoluto.

      —¿Por qué me sonríes? —pregunté ceñudo.

      —Pareces una buena persona, Ashton —expresó. Sus palabras me dejaron congelado, definitivamente ella no me conocía en lo absoluto y se decepcionaría de mí si lograba conocerme.

      Liam Brenden

      Aquella mañana salí de casa ofuscado y cegado por mi enojo, Christopher se había sentido con el derecho de tratar a mi hermana como si no valiese un centavo, y yo, intentando defenderla, salí dando pasos hacia atrás cuando ella misma prefirió darle una oportunidad para «conversar». Tenía claro cómo funcionaban las relaciones adolescentes que, a pesar de que el chico o la chica cometieran errores que destrozaran todo, podían dar una y otra vez oportunidades y eso me molestaba sobremanera. Odiaba a los mentirosos, odiaba el comportamiento de Christopher incluso más cuando esa chica era mi hermana.

      Durante el día reflexioné en la universidad intentando darle la razón a Alice. Ella estaba enamorada de un imbécil y no tenía la culpa de sentir la necesidad de aclarar sus sentimientos con él después de lo que había visto en el centro comercial. No podía obligarla a pensar como yo, ni menos entrometerme tanto en sus decisiones. No era el dueño de la vida de nadie y siempre eso me lo había recalcado mamá.

      A las cinco en punto estaba yéndome de la universidad, me despedí de algunos compañeros y saqué el móvil de mi bolsillo con el fin de disculparme con mi hermana e invitarla a un helado, pero no contestó. Rápidamente supuse que aún seguía molesta conmigo por el escándalo de la mañana, pero luego de insistentes llamadas su teléfono comenzó a sonar fuera de servicio. Intenté convencerme de que todo estaba bien. Se había descargado su móvil, sip. Ni siquiera avecinaba que iba a ser la peor tarde de nuestras vidas.

      Flashback

      Guardé el móvil en mi pantalón, me acomodé el casco y haciendo andar la motocicleta, anduve calle a calle hacia mi casa. Me encontraba cansado, así que por el camino solo pensaba en llegar, ofrecer una disculpa, cenar y dormir tranquilo. La universidad estaba dándome fuerte.

      —¡Mamá, llegué! —avisé. Dejé mi mochila en el sofá junto al casco y subí por las escaleras.

      Mi madre se encontraba jugando junto a Giuliana, como de costumbre. Ella no trabajaba, se había dedicado al 100 % a cuidar de mi pequeña hermana. Las saludé a ambas con un beso apretado y algo se encendió dentro de mi pecho después de varios segundos.

      —¿Y Alice? —pregunté.

      —No ha llegado todavía —contestó restándole importancia—. Y qué bueno que no esté aquí, pues tú y yo tenemos una conversación pendiente.

      —No hagas que me disculpe contigo…

      —¿Qué fue lo de esta mañana, Liam? —me encaró—. Sabes muy bien que Christopher lleva muchísimo tiempo saliendo con tu hermana, no puedes solo ir y golpearlo como si nada.

      —Lo sé —aflojé la mirada—, pero mamá, si lo hubieses visto ayer en el centro comercial entenderías a la perfección la reacción que tuve. Alice estaba quebrada por la mitad y encima hoy llega, el muy imbécil, a decirme que Alice no lo complacía o que no le daba lo que él necesitaba. ¿Quién demonios le dice eso al hermano de su novia? ¿Cómo querías que reaccionara? ¿Que me riera? —bufé—. No puedo hacer oídos sordos, lo sabes, me importa una mierda si tienen una relación de un mes o dos años.

      —Lo sé, Liam, lo entiendo. Solo hay diferentes maneras de solucionar los problemas —me explicó—. Y deberías entender que el chico no puede golpearte como tú a él —rio.

      —Se me ha escapado de las manos.

      —Lo sé, además sabes que tu hermana no volvería con él.

      La observé en silencio por un rato, luego me dediqué a observar a Giuliana, quien se esmeraba en golpear a una muñeca contra la alfombra. Después bajé las escaleras, me calenté algo de comida. Me encontraba con una sensación extraña dentro del cuerpo, mi corazón parecía estar acelerado, tenía un mal presentimiento y no entendía por qué. Nunca había sido supersticioso.

      Rápidamente las horas fueron pasando hasta que se hizo lo suficientemente tarde, incluso mi padre había llegado a casa y Alice todavía no aparecía.

      —Liam, llama a tu hermana, ya es demasiado tarde —me pidió papá mientras Giuliana insistía en enseñarle las muñecas nuevas.

      Tomé el móvil y marqué su número. No sonaba, solo me enviaba al buzón de voz.

      —No suena, está apagado —comenté.

      Comencé a darme cuenta de que a mi madre fue cambiándole la cara poco a poco, hasta que estuvo completamente histérica intentando llamar a todo el mundo: apoderados, compañeros de curso, pero nadie respondía el teléfono. Intenté calmarla hasta que se sentó en el sofá. Llamé a Christopher, que era la última persona que suponía que la había visto y estaba dentro de mis primeras opciones de personas con las que podía estar.

      —¿Hola?

      —Christopher, soy Liam.

      —¿Ocurre algo? —preguntó sin entender.

      —¿Estás con Alice?

      —¿Alice? No, la he dejado en la escuela estaba mañana y no la he vuelto a ver.

      —¿No has ido a buscarla? —sentí la preocupación en mi voz.

      —No, quise dejarla respirar un poco… Se veía mal, no quise presionarla más.

      —¡Maldición! —alcé la voz.

      —¿Qué ocurre, Liam?

      —Es que no ha llegado, salió de clase hace cuatro horas y todavía no ha llegado a casa.

      —Llama a sus amigas, intenta mantener la calma, no pasa nada.

      —Alice nunca haría algo así. ¿Me das el número de Lía y Jamie?

      Christopher me facilitó los números de Lía y Jamie y antes de colgar fue enfático en decirme que si sabía algo, por favor, que le avisara. Se notaba preocupado, pero no me detuve a pensar en eso. Solo quería saber lo que estaba ocurriendo.

      Mi madre comenzó a hacer preguntas como si yo supiera algo, como si tuviera alguna respuesta, pero no podía contestarle a nada, pues me encontraba lo suficientemente ocupado en marcar el número de las amigas de Alice, quienes tampoco me contestaban.

      —¡No me contestan! —me alteré estresado por la situación.

      Noté que a mamá se le llenaron sus ojos de lágrimas y el teléfono comenzó a sonar dejándonos a todos congelados. De inmediato corrí para contestar asumiendo que mamá no iba a ser capaz de levantar el teléfono para recibir cualquier tipo de noticia.

      —¿Hola?

      —Hola, habla la mamá de Lía, la amiga de Alice.

      —Hola, hola… Dígame —contesté intentando regular mi respiración—. Estaba hace un momento tratando de comunicarme con Lía y no he podido, soy el hermano de Alice.

      —¿Por qué? ¿Lía está con Alice? —oí un respiro de desahogo detrás del teléfono, lo que causó en mí un fuerte dolor en el estómago.

      —¿Qué?

      —Lía no ha llegado a casa desde que salió de la escuela. Hace un rato hablé con la madre de Jamie, pero