Lacan, J., “El saber del psicoanalista”, Charlas en Saint Anne, i nédito.
2- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Bs. As., 1991.
3- Morel, G., Ambiguedades Sexuales. Sexuación y psicosis, Manantial, Bs. As., 2002.
4- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, op. cit., p. 92.
Más allá en la intimidad VIÑETA ELIANA AMOR
Aquí soy despojada de todo porqué.
Quienes jamás comprendieron la Escritura
no podrán razonando explicar
lo que yo he encontrado en mí misma, sin miedo,
sin velo, más allá de las palabras.
Hadewijch de Amberes, Mgd.XXIX
Para trabajar el más allá del falo, en la clase “Dios y el goce de La mujer”, Lacan nos convoca a leer a una mística diciendo: “Tengo que escribírselos […]. Se trata de Hadewijch d´Anvers, una begüina, lo que con toda amabilidad se llama una mística”. (1) Inspirado por esta referencia que le fuera recomendada por una religiosa que tuvo en análisis –Marie de la Trinité–, (2) refiere: “Estas jaculaciones místicas no son ni palabrería ni verborrea; son, a fin de cuentas, lo mejor que hay para leer –nota a pie de página: añadir los Escritos de Jacques Lacan, porque son del mismo registro”. (3) Recordemos que unas clases antes advertía que “Lo escrito no pertenece en absoluto al mismo registro, no es de la misma calaña […] el significante” (4) y además, “lo escrito no es para ser comprendido”. (5)
Invocación del Otro
Hadewijch de Amberes es precursora del movimiento de las “beguinas” –de fines del siglo XII y principios del XIII–, a las que más comúnmente conocemos como místicas. Respecto del origen del término, para algunos autores viene del neerlandés beggen (charlar), también béguin, en francés, podría referirse al tocado que usaban, y también puede aludir a la expresión popular “avoir un béguin pour” que significa capricho amoroso, enamoramiento o persona amada.
Por otro lado, la palabra “mística” refiere a la actividad espiritual que aspira a conseguir la unión con la divinidad. (6) Se trata del camino trazado hacia Dios, no como Dios padre, sino entendido como lo impensable e indecible. Se trata de la deidad, la divinidad, el Amor, lo inconmensurable, fuera-de-Universo que podemos ubicar como lo Otro que no es el goce fálico. El mismo se dirige de modo frecuente a la Minne, Amor, nombres femeninos a los que se entrega la existencia, al punto que Lacan dice: “…naturalmente, quedarán todos convencidos de que creo en Dios. Creo en el goce de la mujer”. (7) La mística es así un constante decir a Dios como lo Otro. Resulta oportuno considerar la densidad que el decir va a adquirir en el Seminario siguiente, donde Lacan sostendrá que “El amor no es otra cosa que un decir, en tanto que acontecimiento”. (8) Por su parte, en el Seminario 22 Lacan trabajará la “jaculatoria” para pensar la intervención analítica entre lo oral y lo escrito, decir que “pasa por las tripas”. (9) Del latín jaculari, ‘lanzar”, es una breve oración o invocación lanzada en una emisión de aire; una exhalación; que en tanto lanza; caza, atraviesa, hiere, alcanza más allá de las palabras.
Más allá de lo normativo, recrear el lenguaje
Entre los escasos escritos que se poseen de las beguinas, la obra de Hadewijch es quizá la más antigua. Se compone de Visiones, Poemas y Cartas –de las que se desprende que fue “maestra”. Las cartas estaban dirigidas a un grupo no organizado de mujeres, amigas queridas, de las que tuvo que separarse, perseguida y amenazada con el destierro y la prisión. En 1838, esos textos acallados empezaron a ser rescatados de su ocultamiento por investigadores de poesía medieval que encontraron el nombre de B. Hadewigis de Antwerpia escondido en los márgenes de manuscritos en la Biblioteca Real de Bruselas. (10)
El amor cortés y la poesía trovadoresca –que nacieron en la misma época– influyeron en su escritura inaugurando el género de la “poesía cortés espiritual” o “mística cortés”. Más allá de dar cuenta de conocimientos bíblicos y teológicos, está desvinculada de lo dogmático. (11) Como otras místicas, escribió sobre lo que sentía, “Y si bien las que lo sienten son en su mayoría mujeres, hay hombres que se encuentran ahí muy bien”. Fue influencia del maestro Eckhart, a quien Jacques Lacan menciona en su Seminario 7 para ubicar, a través del misticismo, la relación con das Ding en algún lugar más allá de la Ley. (12) Incluso allí, por 1959, refiere: “Freud nos dejó ante el problema de una hiancia renovada en lo concerniente a das Ding, la de los religiosos y los místicos, en el momento en que ya no podemos colocarla para nada bajo la garantía del Padre”. (13)
María Tabuyo, que se dedica a la traducción e investigación teológica y es editora de dos de los libros de los que me he servido para esta clase, señala que Hadewijch escribe desde la experiencia, “recreando el lenguaje” y que, si bien la mística no tolera definiciones reductoras, Hadewijch en sí misma rompe el marco habitualmente trazado. (14) Es decir que si bien nos referimos a “las místicas”, Hadewijch de Amberes, como cada una, es una por una.
Un movimiento de mujeres, entre experiencia y escritura
En la misma clase del Seminario 20 Lacan refiere “No empleo la palabra mística como la empleaba Péguy. La mística no es todo lo que no es la política. Es una cosa seria, y sabemos de ella por ciertas personas, mujeres en su mayoría…” (15)
En parte, las beguinas decidieron no casarse para eludir el contrato sexual y la heterosexualidad obligatoria, sin hacer votos de castidad. Quisieron ser espirituales pero no religiosas, vivir entre mujeres sin ser monjas, rezar y trabajar fuera de los monasterios. (16) ¿Quiénes eran estas mujeres demasiado independientes y libres, desobedientes y apasionadas, ni monjas ni laicas? Eran inclasificables. Como recuerda Eric Laurent “Las beguinas fueron sospechadas de herejía por algunos eclesiásticos y admiradas por otros […] por su abnegación, su devoción y sus éxtasis incomprensibles”. (17) En general, esta forma de vida inventada por mujeres para mujeres, situada más allá de la ley ha resultado inadmisible. (18) Más allá de que algunas fueron integradas en órdenes, el estilo de vida beguino era sospechoso, tanto al estar en contacto con otros cuerpos cuidando enfermos; como enseñando y trabajando en el oficio de tejedoras, lo que les traía problemas por ser el oficio por excelencia de los grupos considerados heréticos. (19)
Para escribir su experiencia, Hadewijch entretejió lo femenino, el más allá de los parámetros de referencia y la escritura en su lengua materna –si bien manejaba el latín. Considerada por ello la primera escritora en lengua flamenca, e incluso como una de las mejores poetas en su lengua. ¿Podemos suponer ese uso de la lengua materna como una experiencia más cercana al cuerpo?
Esta mixtura, osada sin dudas, es reconocida como una gran invención política que propició la expresión de la diferencia de ser mujer, apropiándose de la escritura para hablar de sí, de su voz para decir de su cuerpo, es decir, de la alteridad, lo radicalmente Otro, lo hétero, en tanto “no puede saciarse de Universo” (20) y consuena con lo que Eric Laurent llama la “distinción femenina”, respecto al “hecho de que las mujeres, en tanto que hacen irrupción en el discurso de la civilización, cambian las reglas de juego”. (21)