la edad de diez años (le) ha urgido y presionado el amor más violento” (Carta 11) y a partir de eso que ha golpeado como acontecimiento, ha consagrado su existencia a la búsqueda de un goce sustentado en el amor.
En lo que ha llamado sus Visiones, –que no se trata de la mirada, sino de contemplar con el cuerpo– expresa sus experiencias en las que Amor y Deseo (inconmensurables y con mayúsculas en tanto nombres propios) le procuran un goce más allá de las tierras de lo simbolizable, que busca transmitir, valiéndose en muchos casos, como el que se cita a continuación, de la naturaleza para expresarlo:
… al alba, tuve una visión cuando cantaban en la iglesia. Mi corazón, mis venas y mis miembros temblaban y se estremecían de deseo; y, como en tantas ocasiones, sentí en mí, en una terrible tempestad, que si no era toda entera de mi Amado y él no me llenaba totalmente de sí, enloquecería en mi agonía y la furia de amor me mataría. El deseo de amor me atormentaba y me torturaba de tal forma que mis miembros parecían romperse uno por uno, y mis venas, una por una, sucumbían a tanto esfuerzo. Nadie, que yo sepa, puede expresar la languidez que viví, y lo que yo pudiera decir sería incomprensible para todos aquellos que no han conocido al Amor en el deseo. (22)
Si bien no se desinteresa de lo que la rodea, desprecia “lo accidental, a ras de la tierra” y va en busca de la vacuidad “libre de formas e imágenes”, abandonándose incluso de sí misma. Despojamiento acorde a lo que plantea Lacan en “Televisión”, cuando refiere que “No hay límites a las concesiones que cada una hace […] de su cuerpo, de su alma, de sus bienes” (23) para tener disponibilidad, condición de libertad para llegar a ser, “Dios con Dios”, sin medio. Esta aspiración a ser Uno ¿indicaría la ambición de hacer existir la relación sexual más allá del falo? Pasión en que la mística se distingue de la posición femenina. Sin límite del goce femenino del que da cuenta el arrebato. En sus poemas se alternan el júbilo y las palabras encantadoras, con la desolación y los lamentos que crean su errancia desierta, hasta que “de súbito, la noche reemplaza al día”, y las palabras recrean esa intemperie devastada experimentando éxtasis y sufrimiento, entre vacío y plenitud, en una topología en la que “Su silencio más profundo es su canto más alto” (Mgd. 13).
La búsqueda de la Unidad divina la lleva a “Verse devorada, tragada en su esencia abismal, hundirse sin cesar en el ardor y el frío, en la profunda y sublime tiniebla del Amor” (Mgd. XVI). La divinidad se vuelve infierno “El séptimo nombre es infierno, y de ese amor yo he probado el tormento”.(Mgd. XVI)
¡Ah, Dios mío! Que extraña aventura,
ya no oír, no ver ya
lo que seguimos, de lo que huimos,
lo que amamos, lo que tememos.
Ayer creíamos tener algo,
Y a la nada desnuda nos arroja el Amor
(Mgd. XXV)
“¿Y con qué goza? –se pregunta Lacan en el Seminario 20–. Está claro que el testimonio esencial de los místicos es justamente decir que lo sienten, pero que no saben nada. […] Ese goce que se siente y del que nada se sabe ¿no es acaso lo que nos encamina hacia la ex-sistencia? ¿Y por qué no interpretar una faz del Otro, la faz de Dios, como lo que tiene de soporte al goce femenino?” (24)
En su canto desmesurado y absoluto, su voz es expresión infinita de amor para alcanzar una fusión, forma erotómana que toma el amor del lado del no-todo. Acontecimiento del decir en el que goza más allá de toda determinación de cualquier órgano sexual. “Trovadora de Dios” como se la ha llamado, transfiere el amor cortés a la Divinidad, aventurándose a un decir encarnado de su experiencia de exilio del mundo, atravesando estados de euforia, arrebato, carencia… que la sueltan de la razón para alcanzar la eternidad celestial. Exilio paradojal que implica un fuera de sí en su propio cuerpo, un más allá en su intimidad: “…en su Unidad desnuda encierra la eternidad dichosa” (Mgd. XXVII)
En su diversidad, las místicas, se dejaron llevar por una demanda de amor infinita, contigua del sin límite del goce. No todas han incluido la escritura en su experiencia. Podría decirse que de no quedar arrebatadas en el éxtasis abismal de los cielos, pueden testimoniar de la inconsistencia del Otro, y de lo que sienten más allá de las palabras, enseñando que algo de la experiencia que no puede decirse, puede mostrarse en la escritura, palpando lo indecible del goce, allí donde se circunscribe un silencio, “ni palabrería, ni verborrea”, sino ese encore - en-corps de la experiencia de lo femenino.
“si hay algo que deseo, lo ignoro.
Prisionera para siempre,
Del no-saber abismal.
La mente del hombre no puede entender,
Ni su boca expresar,
lo que encuentra en la profundidad”
1- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Bs. As., 2008, p. 92.
2- Se trata de Marie de la Trinité, una mística paciente de Lacan. Puede leerse su libro De la angustia a la paz, Nuevos emprendimientos editoriales SL, Barcelona, 2018. Esta edición cuenta con una carta que le ha dirigido Jacques Lacan y un Posfacio de Enric Berenguer, de imprescindible lectura.
3- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, op. cit., p. 92.
4- Ibíd., p. 40.
5- Ibíd., p. 46.
6- Oxford Languajes and Google disponible en https://languages.oup. com/google-dictionary-es/
7- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, op. cit., 92.
8- Lacan, J., Clase del 18/12/1973, Seminario 21, “Los no incautos yerran”. Inédito.
9- Lacan, J., Clase del 19/02/74, Seminario 22, “R.S.I”. Inédito.
10- De Amberes, H., El lenguaje del deseo, Poemas de Hadewijch De Amberes, Edición y traducción de María Tabuyo. Editorial Trotta, Madrid, 1999, pp. 11-12.
11- Ibíd., p. 12.
12- Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 2005, pp. 80 y 102.
13- Ibíd., p. 124.
14- De Amberes, H., El lenguaje del deseo, op. cit., p. 13.
15- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, op. cit., p. 92.
16- Rivera Garretas, M. M., El cuerpo indispensable. Significados del cuerpo de mujer, Madrid, Horas y horas. 1996, pp. 35-57.
17-