Graciela Schnitzer

Invenciones de la sexuación


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“el goce idiota” o “del idiota”. Pero también aun en novedosos y cuestionadores colectivos de goce sexual uno puede reencontrar aquel rechazo de la otredad, de lo hetero, de lo diferente, de lo femenino –o del lado femenino de Aún.

      Bien, a este par sobre el que seguimos sin saber, el de “hombres y mujeres”, es interesante constatar que Lacan los definía en aquella época como “valores”, como semblantes que incluso adjetiva de “establecidos” en tanto inscripción significante de la relación a un tipo de goce. Pero no solo habría un modo Otro o no-todo de situarse en el asunto, que les permite, en general a ellas, otro modo no tan ligado al significante y por lo tanto tampoco a la castración, por lo cual no se las atrapa ni en un genérico ni en un género, sino que justamente lo real del sexo o del goce sexual y la relación con el propio cuerpo –que goza o se goza– introducen para todos, para hombres y mujeres, un embrollo con el que Lacan también con su lógica tropieza.

      Bueno, parece que hay algunas novedades de nuestra época que no se pudo imaginar. Ahora bien, del lado llamado femenino –ya se introdujo bastante la cuestión en el encuentro pasado–, y del que con Lacan nos retoma Bassols explicando por qué no puede reducirse a un género, me interesa situar un solo punto que me parece importante repensar y aggiornar a nuestra contemporaneidad. Pienso que será clave cómo le propongamos, en principio a un nivel social, o cómo se difunde o cómo llega el psicoanálisis respecto del empuje al goce –la deriva o el enorme sufrimiento por no alcanzarlo, por la falta en gozar–, cómo le propondremos la no relación sexual. Pero también porque aún los mejores teóricos de los discursos de género, como por ejemplo Rita Segato –como vengo situando–, se encuentran con el escollo que podríamos llamar tortuguero dentro de los movimientos de mujeres. Y este punto que quiero situar está sobre todo trabajado en El Seminario 20. Ellas son únicas, siempre, por su estar, cuando están allí, entre centro y ausencia. Es en eso (también o especialmente) que son excepcionales. Pero lo que definiría el campo de lo femenino es justamente la inexistencia de una excepción. No hay ninguna que no esté de algún modo, aunque sea de un modo no-todo, relacionada con el goce fálico, y en ocasiones no hay ninguna que esté allí –nunca del todo verdadera mujer o La mujer– que no esté no toda relacionada con la vía infinita del goce. Entre centro y ausencia. Pero esta ausencia de excepción no sólo entra en tensión con su unicidad, la del una por una, problema que las mujeres conocen y mucho mejor creo que los varones o que lo que yo podría transmitirles, sino que es lo que impide formular el “todas” mujeres o cualquier proposición que se refiera a “todas las mujeres …” tal cosa, lo que sea.