Carlos Lazcano Sahagún

Kino en California


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isla a la península californiana junto con toda la costa hasta el paralelo 41 o 42. Fue por este error que el nombre California se extendió desde la península hasta el paralelo 41 y debido a ello la costa del actual Estado de California (Estados Unidos) recibió este nombre. Además, este error cartográfico tendría consecuencias notables en la política de la Corona respecto a California y el lejano septentrión novohispano.

      Asimismo, desde 1565, cada año pasaba frente a las costas de California el Galeón de Manila en su viaje a Acapulco. La travesía era larga, entre cuatro y seis meses, por lo que los navegantes llegaban exhaustos a Acapulco. Muchos morían por las enfermedades que se desarrollaban en tan prolongado viaje. Desde fines del siglo XVI se buscó establecer un puerto de apoyo al galeón y precisamente el objetivo de la navegación de Vizcaíno había sido buscar una bahía adecuada para ello, y aunque se propuso la de San Diego o la de Monterrey, en la costa que posteriormente se conocería como Alta California y hoy California, el proyecto no se concretó por muchas razones. Es bajo estas circunstancias que Kino hace su aparición en la Nueva España en 1681.

      Eusebio Francisco Kino

      Kino nació en 1645 en el pequeño pueblo de Segno, actualmente en el norte de Italia, en una de las vertientes de los Alpes, cerca de la ciudad de Trento. El nombre italiano de su familia era Chini, de la cual quedan descendientes hasta nuestros días. En 1665 Kino ingresó al noviciado jesuita de la Provincia de Alemania Superior. Dotado de una gran inteligencia pasó a estudiar al colegio jesuita de Hall, cercano a la ciudad de Innsbruck, Austria. En ese tiempo contrajo una enfermedad que lo puso al borde de la muerte y fue así que se encomendó a san Francisco Javier, prometiéndole que si recobraba la salud se haría misionero y se iría a trabajar a los confines del mundo. Además, por gratitud Kino añadió a su nombre el de Francisco, ya que originalmente se llamaba Eusebio. Kino llevó a cabo sus estudios sacerdotales en diferentes colegios jesuitas de Austria y fue ordenado sacerdote.

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      Imagen 6. Segno, pequeño pueblo en la parte norte de Italia, en la Provincia Autónoma de Trento, pueblo natal de Kino. Foto de Carlos Lazcano.

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      Imagen 7. Casa donde naciera del padre Kino en 1645, en Segno, Italia. Actualmente convertida en museo dedicado a su memoria. Fotografía de Carlos Lazcano.

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      Imagen 8. Don Silvio Chini, Carlos Lazcano y don Alberto Chini, en Segno, Italia. Descendientes de la familia del padre Kino. Foto de Carlos Lazcano.

      Para llegar a Nueva España partió de Génova, Italia, en 1678, rumbo a Sevilla. Ahí tuvo que esperar dos años para finalmente embarcarse al Nuevo Continente desde Cádiz. Su viaje fue muy accidentado, pero finalmente arribó a Veracruz en enero de 1681 y en mayo de ese año llegaba a la Ciudad de México. Durante el corto lapso que permanece en la ciudad hace amistad con los circulos cercanos al virrey y los intelectuales, entre ellos con Sor Juana Inés de la Cruz, quien, con motivo de sus estudios sobre un cometa le escribe un poema:

       Aunque es clara del cielo la luz pura,

       clara la luna y claras las estrellas,

       y claras las efímeras centellas

       que el aire eleva y el incendio apura;

       aunque es el rayo claro, cuya dura

       producción cuesta al viento mil querellas,

       y el relámpago que hizo de sus huellas

       medrosa luz en la tiniebla obscura;

       todo el conocimiento torpe humano

       se estuvo obscuro sin que las mortales

       plumas pudiesen ser, con vuelo ufano,

       ícaros de discursos racionales,

       hasta que el tuyo, Eusebio soberano,

       les dio luz a las luces celestiales.

      Pronto se le asignó a la expedición del Almirante Isidro de Atondo y Antillón, la que en ese tiempo se estaba organizando y tenía como objetivo la evangelización de California. Fue así que Kino llegó a la península en abril de 1683, iniciándose como misionero en una región que nunca los había tenido y que se le consideraba entre los confines del mundo. Más de dos años estuvo en California y su estancia es uno de los temas centrales de este libro, el que veremos con detalle en los siguientes capítulos.

      Fracasado este intento, en 1687 Kino se trasladó a las misiones de Sonora, iniciando el campo misional de La Pimería, en la parte norte. Desde ese año y hasta su muerte, ocurrida en 1711, consagraría buena parte de su vida a la evangelización de la Pimería y a la integración de sus grupos indios dentro del mundo cristiano, estableciendo numerosas misiones que florecieron y prosperaron de una manera notable. En esos años, otra parte importante de sus esfuerzos estuvieron dirigidos a California, región que nunca olvidó y siempre apoyó. Y es precisamente este el tema de la segunda parte del presente libro, como ya lo hemos comentado.

      Los misioneros, esos seres humanos

      Con el fin de entender mejor el trabajo misionero en que estuvo inmerso Kino consideramos oportuno hacer una reflexión sobre él. Una de las maneras en que los españoles pretendieron controlar a los indios del noroeste y asimilarlos a la Nueva España, fue a través de civilizarlos y evangelizarlos. Fue así que llegaron los misioneros, quienes con bases cristianas y humanas intentaron transformar las realidades de los indios en algo más amable. En este proceso los misioneros se convirtieron en parte importante de los fundadores del norte de México, y en especial de la península de Baja California.

      Aunque muchos españoles querían este sometimiento de los indios a través de las misiones, con el fin de convertirlos en mano de obra barata para sus minas, pueblos y haciendas, no era este el objetivo de los misioneros, quienes traían su propia agenda, y muchos de ellos se convirtieron en sus defensores, llegando incluso a enfrentarse a todo tipo de autoridades, incluyendo a las religiosas.

      Al fundar las misiones muchos misioneros pretendían ofrecerles a los indios mejores formas de vida que las que llevaban, sobre todo más humanas. También querían que vivieran en armonía, tanto entre ellos como con los españoles, amándose y respetándose como hijos de Dios que eran. Sin embargo, fue la avaricia extrema de muchos españoles y novohispanos la que en buena parte malogró esto, así como la resistencia de numerosos grupos indígenas a cambiar sus formas de vida tradicionales.