Carlos Lazcano Sahagún

Kino en California


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conquistador sobre los nativos del norte de la Nueva España. Como si su objetivo fuera ese, no importando los valores y principios que trajeran.

      Precisamente por estos testimonios es que dudé que los misioneros se prestaran para ser simples piezas del ajedrez geopolítico del rey de España. ¿Por qué hicieron todo esto los misioneros? ¿Por qué abandonaron todo para exiliarse en los confines geográficos de su tiempo? ¿Cuáles fueron sus motivos, las razones profundamente personales que los llevaron a entregarse a la obra misional? ¿Ser fichas del rey? ¿Consolidar el sistema colonial, profundamente injusto? No lo creo.

      Para entenderlo creo que primero hay que considerar que cuando Colón se encontró con América, la penetración y conquista armada de todo el continente por parte de Europa fue algo inevitable, una consecuencia de ese tiempo que llegó casi de inmediato. Los primeros años de conquista fueron brutales, y el único sector español que se opuso fue esa parte de la Iglesia católica formada por los misioneros. Y se opusieron con mucha fuerza y autoridad moral a la esclavización de los indios y la destrucción de su civilización, al grado que con ellos nacieron lo que hoy llamamos los derechos humanos y el derecho internacional. El más destacado ejemplo lo tenemos con Bartolomé de las Casas, quien se convirtió en la conciencia crítica de la España conquistadora de ese tiempo. Esta fue la primera vez en la historia de la humanidad en que un sector importante del país conquistador cuestionaba la conquista y se ponía del lado de los conquistados. Los pueblos conquistadores, tanto europeos, asiáticos, africanos como americanos jamás cuestionaban sus conquistas. Hasta la fecha.

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      Imagen 9. Durante su paso por Cádiz, Kino realizó observaciones científicas del cometa Kirch o de Newton (C/1680 v1) hacia fines de 1680, uno de los cometas más brillantes que se han visto. Ya en México, publicó la “Exposición astronómica de el cometa que el año de 1680, por los meses de noviembre y diziembre y este año de 1681 por los meses de enero y febrero se ha visto en todo el mundo y se le ha observado en la ciudad de Cádiz”, con el cual entró en controversia con el científico novohispamo Carlos Sigüenza y Góngora. Foto: Cometa Neowise, de José Dorel.

      Como era inevitable en la conquista de América, principalmente violenta, fueron los misioneros la otra cara de la moneda. Ellos llegaban atrás de los conquistadores para evitar a toda costa la fuerza de las armas y suavizar hasta donde fuera posible el encontronazo entre Europa y las Indias Occidentales. Los misioneros fueron los primeros pacifistas de América. Sabían que si ellos no buscaban los encuentros pacíficos, nadie más lo haría, ya que una gran mayoría de los conquistadores y colonizadores se dejaba llevar por la ambición desatada. Ambición por el oro y las riquezas. Pero los misioneros no ambicionaban oro, ni poder, ni tesoros. Ellos ambicionaban ganar a los indios para la causa católica, veían en los indios a seres humanos en toda su dignidad de hijos de Dios, y así los defendieron. Lucharon porque la sociedad novohispana les diera ese lugar, no el de esclavos que otros pretendían darles. Buscaban un equilibrio justo para todos. Por eso los misioneros fueron los primeros humanistas de nuestro continente.

      La motivación que inspiró y sostuvo a los misioneros fue, sin lugar a dudas, su enorme fe en Jesucristo y la transmisión de su mensaje, darlo a conocer entre los “gentiles”, aun a riesgo de su propia vida y sin importar los trabajos que tuvieran que pasar. Creían profundamente en ese mensaje y su trascendencia. Y no solo creían en él, estaban comprometidos con él. Llegar a esto supone una vocación, y el ser misionero era eso, una vocación. No cualquiera se iba de misionero y no a cualquiera se aceptaba para este trabajo. Se le consideraba un don de Dios y los misioneros sentían que de esta manera daban respuesta a su llamado. Con frecuencia se asocia al misionero con el conquistador, los reyes, los emperadores de su tiempo y sus intereses, a veces no muy santos. Para nosotros, los habitantes del siglo XXI, con justa razón nos parece incomprensible e inaceptable esta relación abierta y diaria entre cruz y espada, progreso y reducción, civilización y sumisión. En los siglos que trabajaron los misioneros los derechos humanos aún no existían y todos los súbditos de un rey tenían que profesar la religión de éste. No se discutía. Los misioneros lo sabían y aceptaban. Pero a pesar de eso, e incluso aunque llegaran a depender económicamente de los poderosos, siempre buscaron vivir de acuerdo al espíritu del Evangelio de Jesucristo. La entrega radical de muchos misioneros nos da testimonio de esto. Amaban a sus indios y buscaban lo mejor para ellos, tanto en lo espiritual como en lo material. Sería muy difícil pensar en otras intenciones.

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      Mapa 2. La isla de California. Mapa de Johannes Vingboons, 1650. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América. Imagen predominante que se tenía de California a la llegada de Kino a Nueva España, en 1681. En ese tiempo en la supuesta isla no existían pueblos y se le consideraba “inconquistable” debido a más de siglo y medio de intentos fracasados.

      Sin embargo, hay que tener en cuenta que cuando los misioneros se ponían del lado de los indios era solo para defenderlos contra la explotación física y económica a la que se les sometía, consideraban que la obediencia al Rey de España y a Dios era cosa natural y para cumplir esto los militares apoyaban a los misioneros en las zonas fronterizas. En este sentido, las opiniones de los jesuitas (aún de los más objetivos) eran temporal y socialmente condicionadas y limitadas por la época. También hay que aclarar que no todos los misioneros tuvieron la mística humana hacia los indios. Hubo una minoría que dieron un mal testimonio de su vocación. Eso ocurre en todos los grupos humanos y los misioneros no fueron la excepción.

      En esencia los misioneros pidieron venir a estas tierras, aún ignotas y en formación, por amor, solo por amor. Y el amor incluye también una buena dosis de aventura y ventura, correr riesgos inimaginables, soportar jovialmente tribulaciones y adversidades hasta el heroísmo, ser llamado loco y hacer locuras según los hombres cuerdos. Muchos misioneros, incluidos los de Baja California, llamados y ayudados por el amor de Dios y el amor al prójimo tuvieron la motivación suprema para cruzar océanos, explorar caminos, fundar regiones, trazar cartografías, describir costumbres y tradiciones, explorar para encontrar sitios para sus misiones, levantar caminos, traer la agricultura y la ganadería, levantar templos como si fueran grandes arquitectos, hacer presas y acequias, evangelizar y enseñar a los indios otra cultura e idioma, ellos mismos aprender otras lenguas y hacerse lingüistas y etnógrafos, establecer pueblos, hacerla de médicos, consolar en las tristezas, solidarizarse con sus indios y defenderlos cuando y cuanto fuera necesario, traer la civilización occidental a donde tenían que ir. En fin, su pedagogía para ganarse