porque lo convierten en una cosa, deshumanizándolo, y restando valía en su dignidad intrínseca. Para explicarnos, quisiéramos destacar un extracto de una conferencia que Millas realizó en la Universidad de Panamá, que se editó en el libro Idea y defensa de la Universidad, en donde se evidencia el pensar de Millas respecto a la subyugación del hombre ante la ideología. Dice él:
Por ejemplo, cada vez va siendo más difícil al hombre ser realmente individuo en el sentido espiritual de la expresión. Cada vez le va siendo más difícil ser él el sujeto moral de sus propias decisiones, cada vez más se ve expuesto a la mecanización de sus actos, al embotamiento de su conciencia crítica y a la complacencia en el abandono de sus iniciativas, a la responsabilidad de los demás. Cada vez es mayor la tentación de entregarnos al automatismo de las ideologías, de escondernos detrás del grupo, para que él tome decisiones por nosotros; de renunciar a nuestra libertad, de asumir nuestras responsabilidades, cada vez es más difícil sustraernos al influjo casi hipnótico de una sociedad mercantil que se vale de los medios de comunicación de masas, la prensa y la televisión, para envilecernos, para entorpecernos, para automatizarnos, sea en lo político, sea en lo comercial, sea en lo educacional, sea en lo cultural. Jamás se habían ofrecido al hombre tan espléndidas expectativas de realizar lo humano, pero jamás tampoco se habían ofrecido tan peligrosas condiciones para desnaturalizar su verdadera condición31.
Este extenso texto es parte de una conferencia de Millas en el contexto de una escuela de verano, y en su exposición, Millas ha intentado a lo largo de su discurso centrarse en describir la esencia y lugar de la Universidad en la sociedad contemporánea. Sostiene que son dos los fenómenos más característicos de la época actual: la tecnificación de la sociedad y la masificación. Si bien, en esta conferencia no es abiertamente crítico –como sí lo es en el libro El desafío espiritual de la sociedad de masas– respecto a la masificación y la tecnificación, el texto que hemos destacado presenta una crítica respecto a la posibilidad de que el ser humano “se humanice de verdad” como él lo menciona en el párrafo que antecede la cita extraída, y manifiesta, a nuestro juicio, la reflexión respecto a la imposibilidad del ser humano de desplegar realmente su individualidad en aras de caer en la masificación y la indiferencia de las masas. Afirmar, por ejemplo, la zozobra del espíritu crítico en el ser humano, la automatización como el embotamiento de la conciencia, lo hipnótico del influjo de la sociedad mercantil, es afirmar también que el fenómeno de la masificación va de la mano de la deshumanización. Pues, lo que analiza Millas, es que el hombre se está convirtiendo en un ente banal frente a sí mismo, es más, la anulación de su individualidad y libertad va de la mano con la imposición de falsos ídolos que lo subsumen en la fantasía de creerse en el rol de autónomo, libre, bajo la expectativa de obtener más poder, sin embargo, en realidad va perdiendo la capacidad de hacerse cargo de su vida, hacerse responsable de sí y del mundo, en definitiva, pierde el sentido espiritual de su ser.
Así, por ejemplo, en una lucidez profética, el joven Millas describe en su ensayo sobre Ortega y la responsabilidad de la inteligencia, las condiciones alienantes del hombre contemporáneo. Menciona, entre otros, que la verdad, la libertad, el bien, el progreso son convertidos en fetiches, se desnaturalizan y en lugar de prestar al hombre el servicio de liberarlo del temor del azar y el caos del devenir ciego, lo esclavizan aún más con sus ídolos implacables32. A lo último agregaríamos que, a través de la violencia, las ideologías terminan por convertir al ser humano en un medio útil, enajenándolo y anulándolo para los fines de su proyecto. Dice Millas: “Y entonces, en nombre de la justicia, en nombre de la patria, en nombre de la solidaridad, se lanza el hombre en la acción agresiva, destructora y eventualmente terrorista para realizar la justicia, para realizar el patriotismo y los demás valores”33.
En las antípodas a esta condición histórica, se encuentra el pensamiento de Millas con sus reflexiones respecto a la redención del individuo humano, y el concepto de interdependencia. Pero, ¿solo la filosofía podrá ser el único modo de resistir a esta forma de menoscabo de la condición humana? A nuestro parecer, existe en Millas una preocupación relevante sobre la democracia como el riesgo que debe asumir una sociedad que busca preservar la integridad de todos los sujetos y, al tiempo que intenta defender la pluralidad, busca también devolver el rostro individual a cada sujeto de la comunidad.
4. De la democracia
Uno de los modos de resistir a los ídolos y fetiches ideológicos del siglo XX, fue la defensa que hizo Millas de la democracia. Según el análisis de Figueroa, Millas expresa en distintos textos, y en particular en su famoso discurso que diera en el teatro Caupolicán a propósito del plebiscito constitucional de 1980, Con reflexión y sin ira, su compromiso con la democracia como un verdadero proyecto moral de sociedad. Hay que recordar que el contexto en que pronuncia su discurso, la dictadura se encuentra en todo su apogeo, son siete años que la Junta Militar gobierna de facto y el plebiscito tiene el objetivo principal de asegurar a Pinochet otros diecisiete años más en el poder, además de implementar el modelo liberal en Chile.
Millas, por lo tanto, en sus diversas reflexiones sobre democracia, y en particular en su discurso, considera que esta forma de organización, si bien se caracteriza por el dinamismo ínsito de toda sociedad, es decir, es un modelo con imperfectas realizaciones históricas, que trae aparejado el riesgo, sin embargo, es el único camino posible según el chileno para que se logre una forma de convivencia que busque dejar fuera el dogmatismo, el autoritarismo y las prácticas de dominación, características ya descritas respecto a las ideologías y la violencia. En el fondo, la defensa de Millas respecto a la democracia como un proyecto moral, se debe a su temor y análisis respecto a la condición espiritual de su época, es decir, seres incomunicados, ajenos al bien colectivo, embotados por el hábito de la indiferencia política o paralizados por el miedo de la dictadura. Si dicha indiferencia genera las condiciones de una sociedad fragmentada, insolidaria y con atrofia para la capacidad crítica, este sistema político es el símbolo del riesgo que se debe asumir, comprometiéndose a permitir la convivencia integral de todos. Lo expresa Millas, de la siguiente manera:
El ideal democrático es un ideal sencillo y permanente: es la comunidad de hombres que, desiguales como personas, convierten sus desigualdades naturales en fuentes de dinamismo y, corrigiendo las desigualdades antinaturales, buscan un mínimo de concordia para vivir en común34.
Si bien se acaba de mencionar que Millas entendía la democracia como un riesgo, esta expresión no es del todo precisa. Hay que destacar que defendió una democracia sin apelativos ni apellidos, especialmente en la época en que se perfiló como un disidente de la dictadura, la cual se proponía instalar la denominada “democracia protegida”. Si en el régimen dictatorial de la Junta de Gobierno la mayoría de los intelectuales que sobrevivían, se convirtieron en complacientes panegiristas o en instrumentos del poder, Millas representó una de las pocas voces públicas contrarias. En ese sentido, nuestra interpretación del por qué Millas se dedicó a defender en este período histórico con tanto ahínco esta forma de gobierno, demuestra por qué puede ser considerado un intelectual heterodoxo: Millas antagonizó cualquier asomo de ideología, plasmada en una intolerancia mesiánica como lo fue la dictadura de Pinochet, o en pereza escéptica como característica negativa de la masificación, y en general, como él mismo describe en Idea de filosofía, fue antagónico a cualquier tipo de conformismo ideológico, sea tradicional, conservador o revolucionario35. A nuestro parecer, y lo hemos sostenido desde un comienzo, Millas fue contrario a cualquier proyecto ideológico, ya sea el fascismo, el marxismo y, en buena hora, del capitalismo y las tesis liberales que se estaban imponiendo en el Chile de los ochenta, debido a que cualquiera de estas cuatro ramas ideológicas socavan las bases de una democracia sensata, restringiendo, limitando o derechamente suprimiendo lo que nosotros podemos sentir, disponiéndonos solo para sentir repulsión e indignación frente a cierto modo de expresión de violencia. Pero que, al anverso, nos incita a sentir frialdad injustificada sobre un ser humano que ha visto despojada su calidad de víctima, ya sea que consideremos la violencia en su manifestación física como el aniquilamiento de otro humano, o entendida como el impedimento y la coacción de expresar la libertad humana en una sociedad que reconozca la diferencia, o bien, como el impedimento a reconocer y corregir una desigualdad: “De esta manera, la