con la idea, constante y presente a lo largo de su bibliografía, respecto al pensamiento en el límite o hacia el límite de nuestras posibilidades. El pensar y llevar más allá del límite de lo pensable la razón, supone establecer dos principios mínimos: a) el primer deber de la inteligencia es ver las cosas íntegramente y con claridad; y b) el ser humano debe atenerse a lo visto, imponiéndose la disciplina de no deformarlo, de no falsificarlo. La labor de la vida consagrada al pensar filosófico, y las ideas llevadas al límite suponen una fuerza y una actitud que mueven hacia la sensibilidad e incentivan a comprender la dignidad del ser humano, más allá de cualquier asomo de embotamiento intelectual y fetiche ideológico que esté presente (y lamentablemente está presente) en nuestra condición histórica. “Justamente, una de las aspiraciones supremas –dirá Millas– consiste en abrir la conciencia del hombre al mundo, y hacerle ver su solidaridad con toda la realidad humana y con la totalidad del universo; sólo así puede ensancharse realmente el horizonte de su libertad”8.
Las máscaras de la ideología y de la violencia, convierten al hombre, anulado por sí mismo, en “un ser sin salida”9. Dicha degradación de la condición humana es vista por el chileno como una fatalidad. Siguiendo a Marcel en Les hommes contre l´humain, Millas explica en el prólogo del libro Idea de Filosofía, que la condición del hombre contemporáneo ante el capitalismo de su tiempo es una tragedia. “Tragedia tanto más angustiosa cuanto hace del hombre un ser sin salidas: un ser cazado en sus propias trampas, que se corta una mano para que ésta no le corte la otra y que condena un estado de servidumbre para exaltar otro igualmente abyecto”10.
La alternativa que presenta Millas es el pensamiento límite de la filosofía. En una entrevista que El Mercurio le realizó titulada Nada entre Dios y yo, Millas nos entrega una explicación de la filosofía. Señala que: “Filosofía es la experiencia intelectual de pensar no ‘en’ el límite, sino ‘hacia’ el límite”11. Por “experiencia intelectual” el filósofo propone que pensar hasta el límite de las cosas no es solo un ejercicio meramente intelectual, sino que debe traducirse en acciones concretas de las que debemos hacernos plenamente responsables. En este sentido, y siguiendo a María Elena Hurtado, un postulado básico en el chileno es que el hombre para ser íntegro debe llevar a la práctica los dictados de su razón. Tanto Hurtado como Figueroa hacen hincapié en que Millas tomó de Bergson la idea de que hay que obrar como hombre de pensamiento y pensar como hombre de acción, es decir, lo propiamente humano, el fin de nuestro pensamiento, es, conscientes de las cosas, convertirnos en sujeto activo de la relación que tenemos con nuestros pares y con el mundo. En otros términos, es “pasar de la idea de las excelencias humanas a la experiencia concreta de tales experiencias”12. En el pensar mismo hasta el límite de las posibilidades hay un valor fundamental: hay un ejercicio de honestidad que convierte nuestro acto intelectivo en un compromiso con nuestra conciencia, y con nuestra conducta. En la misma entrevista dice Millas que la filosofía no es otra cosa que pensar con riesgo. Es interesante esta última idea. Riesgo es también el modo con que adjetiva la democracia. En el libro De la tarea intelectual, expresa que nuestra realización humana es un riesgo, es una incertidumbre, ya que se encuentra abierta a muchas posibilidades. Pues bien, siendo la democracia el mejor modo en que podemos organizarnos –al menos así lo afirma Millas–, este modelo de orden social, enraizado en la posibilidad, o en el problema mismo que es el hombre, se torna conjuntamente en un riesgo. Respecto a la democracia, dice él: “su esencia es el riesgo, y el riesgo va siempre implicado por la historicidad y la libertad del hombre”13. De este modo, el pensamiento al límite, que ya es un riesgo en el ser humano al hacerlo consciente ante sí y el mundo, se concretiza en lo político en la democracia, la praxis misma del riesgo, que es pensada como un desafío ante el absolutismo de las ideologías. En otro contexto, por ejemplo, en un discurso que se encuentra en su libro Idea y defensa de la Universidad, Millas dice: “No hay libertad sin riesgo, y el riesgo moral de la libertad es la culpa”14. A lo que se refiere Millas en este discurso dirigido a los titulados de Inglés de la Universidad de Chile, es a exhortarlos a vivir con la responsabilidad que define la libertad de cada uno. La libertad y posibilidad en el ser humano, le otorgan el privilegio, según nuestro autor, de vivir con la culpa de las consecuencias de nuestros actos. Agregaríamos nosotros que si pensar hacia el límite es un riesgo, y este se concretiza en cada aspecto de nuestra vida, incluido la esfera política con la democracia, el riesgo se convierte, entonces, en una resistencia a la alienación ideológica, en cuanto, por un lado, la lucidez propia del pensar filosófico rehúye el embotamiento de la conciencia, y por el otro, el diálogo y la apertura del ideal democrático son una posibilidad real de dirimir los conflictos entre las distintas visiones que pudiesen existir sobre la convivencia política. Es decir, son una resistencia porque ambos son contrarios a los fanatismos en que predomina el dogmatismo de las ideologías. En síntesis, tanto el pensamiento al límite como la democracia son el riesgo al cual deben encaminarse los individuos para que, de un modo racional y pacífico, se enfrenten a los proyectos ideológicos que buscan reducir y subyugar al ser humano, convirtiéndolo en un medio útil y no un fin en sí mismo.
Ahora bien, ¿En qué sentido la democracia es pensada como un modo de resistir al automatismo y el embotamiento que sustraen al ser humano en su pérdida de sí? ¿Y por qué Millas defenderá con tanto ahínco la posibilidad de la democracia como organización política? En lo que sigue, estableceremos una relación entre el pensamiento hacia el límite de la filosofía con la democracia, ambos ámbitos que buscan principalmente rescatar la individualidad del ser humano que ha sido anulada por la violencia de las ideologías.
3. De pensar hacia el límite, democracia e ideologías
Para intentar responder las últimas interrogantes, debemos volver sobre algunas ideas. Se mencionó que la ideología, sumada al irracionalismo, enmascara la violencia. Algunos constructos ideológicos que respaldan o promocionan la violencia, la utilizan al mismo tiempo para avalar su dogma, o para acrecentar su fuerza y poder, o para justificarse. Todas, sin embargo, coinciden, según Millas, en “la insensibilidad frente al sufrimiento concreto e individual del hombre y la capacidad para trascenderlo”15. A la insensibilidad, debemos agregar la falsificación de la realidad, el privilegio de la violencia y la anulación del hombre por el hombre. En cambio, en Jorge Millas la filosofía y la democracia se destacan como puntos antagónicos, como posibles salidas con las que cuenta el hombre para no someterse a dicha subyugación. Respecto a la democracia, considera que es el riesgo de la convivencia social y el problema político en que converge la pluralidad y la diferencia. La democracia, entonces, será la forma de organización social más justa para que el sujeto pueda ejercer plenamente su individualidad y logre desplegar su propia condición a través de una comunidad libre de dominación, subyugación, y en especial, de violencia. Al respecto, Hurtado subraya que Millas comprende por violencia no solo aniquilar físicamente al adversario, sino también de anularlo intelectual y moralmente16. Además, esta tiene distintos grados y lógicas: ilegitimidad, injusticia, temor, absolutismo y sujeción. Por lo tanto, si la ideología constituye un sistema de valores con carácter totalizador –dogmática– es evidente que no dejará espacio ni al diálogo, ni a la apertura de la conciencia moral (lo que denomina Millas como el embotamiento de la conciencia), y como consecuencia, convertirá al ser humano en un autómata, en un ente banal ante sí mismo, adormecido en su conciencia individual, incapaz de tomar relación con el mundo y los otros, en síntesis, convertido en cosa17. En las antípodas de este panorama, lo que aboga Millas es a la amplitud de la razón para que el ser humano tienda a posesionarse en su totalidad, es decir, sea consciente y responsable de sus intenciones, convicciones, de su voluntad y de sus sentimientos. A la par de esta antípoda se encuentra su defensa férrea respecto a este orden cívico, ya que es el mejor modo que hemos desarrollado en la historia para reconocer el derecho a ser individuos y desarrollar nuestra convivencia integral. Si el pensar es un interés afirmativo por la vida –se dirige a todo aquello que nos permite, de hecho, vivir del mejor modo, de forma más valiosa– la actividad filosófica enriquece también nuestra experiencia social, impulsándonos a vivir acorde a un postulado moral que reafirme aquello que consideramos valioso en la vida.
¿Qué relación habría, según Millas, entre democracia y filosofía? Que ambas