públicas y privadas de dentro y fuera de las fronteras españolas, aunque no sólo se expusieron aquellas que realizaron durante su exilio sino también algunas otras que crearon durante el periodo republicano. Tanto es así que la exposición permitió ver por vez primera en nuestro país algunas de las obras de Remedios Varo (“El Tiforal”), Moreno Villa (“Nocturno”), Manuela Ballester (“Retrato de Totli”) y Elvira Gascón (“Cristo”). Fue considerada como una de las exposiciones que más y mejor analizaban en profundidad los distintos exilios geográficos, sociológicos, ideológicos y estéticos que impregnaron el arte español del siglo XX. Y lo hacía plateando una reflexión estética e ideológica sobre el arte del exilio español en su conjunto.
De excepcional por su contenido y la riqueza de sus obras artísticas reunidas, la exposición “Exilio español en la ciudad de México” que se celebró por primera vez en el Museo de la Ciudad de Madrid en octubre de 2010 y que ofrecía una panorámica muy completa acerca de la presencia en este país de numerosos artistas plásticos republicanos de diversos ámbitos. Se concibió como una muestra artística que reunió a varios cientos de pinturas, esculturas, dibujos, fotografías, libros, infografías, notas periodísticas y objetos personales de refugiados españoles muchos de los cuales pasaron por los campos de concentración franceses, norteafricanos, alemanes y austriacos al finalizar la guerra española. Coordinada por Rafael de Tovar y de Teresa permitió conocer las obras de numerosos artistas republicanos que se exiliaron a tierras mexicanas donde reiniciaron sus vidas, formaron sus familias y reanudaron su actividad creadora. Se publicó un catálogo profusamente ilustrado y con textos seleccionados por sus coordinadores Dolores Plá y Álvaro Vázquez Mantecón. Su contenido trata del exilio español a la ciudad de México a causa de la guerra civil y del trauma que supuso para todos aquellos que tras pasar por los campos de concentración franceses y nazis debieron partir y cruzar el Atlántico hacia un mundo desconocido.
Ángel Hernández García (Hernán). “Prisioneros”. Escultura.
La ciudad de México acogió dicha muestra en julio de 2014 gracias a un trabajo de colaboración entre el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Secretaría de Cultura capitalina. Se contó con la participación de museos, universidades, fundaciones, organismos civiles, el Ateneo Español, el Centro Cultural de España, el Museo de Arte Moderno, la UNAM, el IPN, el Colegio de México y otras instancias que facilitaron el préstamo de materiales. En el acto inaugural, Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Conaculta, resaltó la importancia del exilio republicano por su aportación no sólo en el campo cultural, sino también en el ámbito de la ciencia, la ingeniería, la economía y en la política. Aseguró que “se conjugaron circunstancias, voluntades y biografías que dieron lugar a la más grande aportación cultural que México recibió durante el siglo XX”. El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, valoró la valía del exilio acogido por el presidente Lázaro Cárdenas entre 1936 y 1939. En tanto que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, coordinador de Asuntos Internacionales de la Ciudad de México, afirmó que fue el exilio más valioso que ha recibido México a lo largo de su historia. Y finalmente, Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura del Distrito Federal, recordó que México, al ponerse al lado de la República Española, defendió el derecho internacional y la legalidad democrática, con lo que se refrendaron las convicciones de un gobierno comprometido con su pueblo.
Vemos como a largo de estos últimos años se fueron sucediendo en diversos lugares de la geografía española las exposiciones monográficas y retrospectivas relacionadas con el exilio artístico republicano promovidas por universidades, diputaciones, entidades culturales, fundaciones, museos y galerías privadas. A la vez, comenzaron a parecer libros, ensayos y monografías en los que se documentaban la vida de los artistas republicanos, su odisea del exilio y su paso por los campos de concentración. Aunque todavía quedaban muchos puntos oscuros y algunos huecos historiográficos que rellenar, el camino recorrido por parte de instituciones, fundaciones, entidades, museos y universidades ha servido para recuperar esta historia.
La postura oficial
Aunque el tema del exilio artístico es un tema transversal del destierro republicano su recuperación y actualización se ha venido desarrollando en las últimas décadas a la par que éste y refleja muy bien las condiciones de vida que sufrieron miles de refugiados republicanos. En este sentido, desde que la monarquía borbónica llegó al poder de la mano del dictador, y concretamente, tras su muerte y el inicio de la transición política se produjo tímidos intentos de reconciliación con la España errante con el aplauso de los distintos gobiernos democráticos.
Por razones ideológicas evidentes el régimen franquista durante muchos años había establecido un silencio sepulcral acerca del drama que supuso el exilio, los campos de concentración y los de exterminio. Sólo tras la implantación de la democracia y el régimen de libertades comenzó a registrarse tímidamente un proceso de recuperación de esta memoria perdida y olvidada al mismo tiempo que un cambio de sensibilidad por parte de gobiernos y que tuvo un eco favorable como no podía ser de otra manera por parte de la monarquía. Recuperado su protagonismo político como garante de la democracia la Corona como estrategia adaptativa, conciliadora y un tanto oportunista se vio en la tesitura de romper con la injusticia y anomalía que suponía la dictadura y fomentar una política de concordia entre los españoles a pesar de que sus intereses y valores eran necesariamente opuestos al republicanismo. Se produjo una extraña y curiosa paradoja acerca de la actuación de la Corona ya que exaltar los logros de la II República contravenía necesariamente a los de la propia monarquía borbónica cuyos malos recuerdos, desgobierno y despotismo estaban en la mente de todos. Si ya resultaba comprensible la postura que adoptó el régimen franquista contra los exiliados republicanos, a los que mantuvo en la marginación, más inconcebible y era de nota la actitud adoptada por el régimen borbónico contra un sistema que la estigmatizó y la hechó del poder ante el júbilo popular generalizado y que ahora ocupaba el poder gracias a los designios directos de un dictador vencedor que paradójicamente incumplió por decreto la legalidad de la línea sucesoria a la Corona.
De esta manera la cuestión hasta entonces aparcada como era el exilio republicano comenzó a ser conocido en sus detalles no sólo a nivel popular gracias a la información de los medios, sino en el ámbito del gobierno, la Corona y la clase política, por lo que comenzaron a reflotar parcelas desconocidas, hechos dramáticos y desopilantes que suscitaban rubor y personajes que hasta entonces habían permanecido marginados. Se pudo tener conocimiento de la presencia de los artistas republicanos en los campos de concentración franceses, en los de exterminio nazis y en los Gulags soviéticos.
Un importante gesto de reconocimiento de este drama y de acercamiento de la monarquía hacia el mundo del exilio republicano se produjo el 21 de noviembre 1978, cuatro años después de la muerte del dictador, cuando el Rey Juan Carlos I, en su primera visita oficial a México, recibió en la embajada a Dolores Rivas Cherif, viuda de Manuel Azaña, el segundo y último presidente de la República, muerto en el destierro francés en 1940. Se consideró este encuentro como un símbolo de reconciliación y aceptación de la nueva legitimidad. El Rey le comentó a la anciana viuda que si su marido hubiese vivido hasta 1978, le habría gustado ser testigo de la histórica reconciliación de un país, que tras una siniestra dictadura encabezada por el general Franco poco antes de esa fecha parecía irreconciliable. El otro gesto de acercamiento a los refugiados se produjo pocos días después cuando el Rey visitó Argentina y se entrevistó en la embajada de Buenos Aires con Claudio Sánchez de Albornoz, a quien le impuso la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Se trataba de un reconocimiento de la Corona a un alto dirigente republicano y gran maestro de historiadores, que a los ochenta y dos años había heredado la investidura virtual de presidente de la República en el exilio.
Enrique Climent. “Exiliados”. Dibujo.
Como era previsible las primeras iniciativas por reconocer y condenar el drama del exilio vino de la mano de Felipe González