Francisco Agramunt Lacruz

Arte en las alambradas


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Collioure en noviembre de 1942 poco antes de la llegada del ejército alemán de ocupación y tuvo tiempo de enterrar en su jardín una caja de hierro que contenía 40 fotografías comprometidas seleccionadas y el resto se las llevó con él y otras 20 se las envió a su hermana. Curiosamente, los alemanes ocuparon la casa, pero quien encontró las fotos, en 1944, fue un niño de 10 años, Jordi Figueres, mientras trabajaba la tierra de aquel jardín para convertirlo en un huerto. El hallazgo de estas fotos se convirtió en un auténtico tesoro para el chico, que las guardó siempre con inmensa devoción. Las citadas imágenes, ocultas durante muchos años, fueron recuperadas finalmente en 2008 y constituían un testimonio excepcional e inédito del final de la guerra civil. Se trataba de instantáneas de largas filas de militares derrotados, niños, mujeres, ancianos agotados, caminando por las carreteras, hacinados en el paso fronterizo y también de escenas de los campos de concentración roselloneses donde entre 1939 y 1945 malvivieron más de 250.000 personas. Con ocasión del 70 aniversario de la retirada republicana, los propietarios de las fotografías cedieron las imágenes para ser expuestas junto a otras que habían sido localizadas por sobrino de Manuel Moros, Jean Penneff. La exposición “Febrero de 1939. El exilio a través de la mirada de Manuel Moros” se celebró en el Museo del Exilio de La Jonquera (Alt Empordà) durante los meses de febrero y marzo de 2009. La mayor parte de las 80 imágenes que se mostraron eran inéditas excepto cuatro que ya fueron vistas en 2003 en Madrid con motivo de una exposición sobre las Brigadas Internacionales.

      En relación con los campos de exterminio nazis hay que destacar el papel fundamental que desempeñó el fotógrafo catalán Francisco Boix como cronista gráfico durante su estancia en Mauthausen. Destinado por las autoridades al departamento fotográfico de identificación, fue más afortunado que los condenados a trepar por una escalera mortal con bloques de granito a paso ligero, igual de azuzados por los SS que por los perros. Aprovechando su trabajo en el laboratorio fotográfico, burló la orden de Berlín, emitida tras la derrota de Stalingrado, de eliminar todo el material gráfico que recogía la vida –y sobre todo la muerte– en la red de campos de concentración austriacos. Llamado a declarar en el juicio sobre crímenes de guerra nazi de Núremberg, manifestó al tribunal que había ocultado 20.000 negativos fotográficos, con el apoyo de otros presos españoles, aunque solo un millar salieron a la luz. La operación clandestina se culminó con éxito en el otoño de 1944, cuando los deportados del Kommando Poschacher aprovecharon sus salidas al exterior –trabajaban para una empresa austriaca, que hoy es la propietaria de algunas siniestras instalaciones del campo de Gusen– sacaron las fotos del campo y se las facilitaron a Anna Pointner, vecina de Mauthausen, que las escondió en un muro. Después de ser liberado y establecer su residencia en Francia reanudó su trabajo de reportero gráfico y viajó de un sitio a otro como fotógrafo de L’Humanité, Regards o Ce Soir. Falleció en París en 1951.

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      Dibujo de Gerardo Lizarraga, realizado en el campo de concentración de Argelès, Francia, 1939.

      Destacó la labor de los dibujantes historietistas que ya durante la postguerra europea se atrevieron a publicar en el extranjero de manera tímida y gradual una serie de novelas gráficas, tebeos, cómics e historietas gráficas que abordaban de forma tangencial o directa la cuestión del exilio republicano español que compartían el mismo interés por recuperar la memoria histórica de aquel suceso del que se carecía de información y se volcaron en su intento de reconstruirlo de la manera más coherente y fidedigna posible.

      En ese contexto se desplegaba la obra de José Cabrero Arnal, prisionero y superviviente del campo de exterminio de Mauthausen, creador de la más que prometedora serie “Guerra en el país de los insectos”. Mantuvo, tras más de cuatro años en un campo de concentración, la admirable capacidad de conectar con el universo infantil para dar a luz, con guiones de Pierre Oliver y luego propios, a “Placid et Muzo”, unos animales antropomórficos, con un variado plantel de personajes secundarios, en la revista Vaillant (1946).

      Igualmente sobresalió la producción de un hijo del exilio, como fue el dibujante Sergio Aragonés, nacido en 1937 en el seno de una familia republicana castellonense refugiada primero en Francia y después en México, desde donde se desplazaría a Estados Unidos contratado por la revista MAD.

      También se encontraba el activista, guerrillero y periodista anarquista catalán Antonio Téllez Solá, quien después de pasar una experiencia concentracionaria en Francia publicó diversos libros sobre la historia guerrillera anarquista antifranquista y también en 1948 un libro de historietas gráficas titulado Álbum de dibujos a colores.

      Figura relevante de la emigración fue el catalán Víctor Mora Pujadas, guionista de cómics y novelista creador de la serie de historietas de aventuras “El Capitán Trueno”, entre otras muchas obras. Inició su carrera en diversas revistas jóvenes y editoriales en 1948 y como miembro del PSUC fue detenido por la policía franquista junto a su compañera sentimental debido a sus actividades políticas. En 1962 se trasladó a Francia, donde colaboró con revistas como Vaillant, Pif y Pilote y escribió Els plàtans de Barcelona, que se editó inicialmente en París, en 1966.

      Uno de los primeros dibujantes del cómic que se aventuró a salir al extranjero, aunque sin grandes riesgos pues viajó contratado por la división argentina de la editorial Molino, fue Carlos Freixas Jr. El inquieto dibujante Manfred Sommer se cansó de vivir en Francia y se trasladó a Brasil antes de regresar a España para trabajar al servicio de agencias y crear, ya en 1981, su personaje emblemático, el fotógrafo Frank Cappa. En cuanto al dibujante Florenci Clavé al implantarse la democracia fue uno de los pioneros en crear un cómic comprometido políticamente de marcado carácter progresista.

      El también dibujante Julio Ribera contó que mientras trabajaba para el periódico France-Soir solía cruzarse en la redacción con el dibujante estrella de la casa, un tal Bernad al que siempre supuso nacionalidad francesa por hablar la lengua sin acento. Mucho después se enteró de que se trataba de un compatriota, zaragozano por más señas, que se había adelantado a exiliados y emigrantes laborales al buscar refugio en París antes de la guerra civil.

      Más reciente era el dibujante madrileño Carlos Giménez, adscrito habitualmente al Grupo de La Floresta, y autor de diversos cómics ambientados en la postguerra española, entre ellas, Paracuellos y otras historietas que posteriormente serían reunidas bajo el título de España Una, Grande y Libre, y Barrio, por lo que recibió amenazas de muerte por parte de grupos de ultraderecha. Pero su producción más comprometida políticamente la realizó entre 2007 y 2008 con el título 36-39. Malos tiempos, que giraba en torno a la guerra civil.

      Y de su misma generación era el dibujante valenciano Paco Roca, autor del cuadernillo El Ángel de la retirada en el que setenta años después de los hechos recordaba el exilio republicano en Francia a través de un relato gráfico con guión del francés Serguei Dounovetz, que se publicó inicialmente en Francia en 2010 y que llegó después a España.

      A principios de 2015 la historietista Laura Martel y la dibujante Antonia Santolaya reflejaron la tragedia del exilio republicano en el álbum La historia del barco Winnipeg que fue publicada por Hotel Papel, una pequeña editorial especializada en cuentos infantiles de género que inició su andadura en el cómic de adultos recordando aquel viaje real que protagonizaron dos millares de refugiados españoles. Se describía la aventura del mercante francés Winnipeg que zarpó del puerto de Trompeloup, cerca de Burdeos, el 4 de agosto de 1939, con cerca de 2.500 exiliados republicanos hasta arribar el 3 de septiembre al puerto chileno de Valparaíso.

      Igualmente en el verano de 2015 apareció la novela ilustrada El arte de volar, cuyos autores eran el guionista Antonio Altarribia y el dibujante Joaquim Aubert Puigarnau “Kim”, en la que se narraba la historia personal de un exiliado republicano desde su nacimiento, sus años determinantes durante la II República, su experiencia como soldado en la guerra civil su exilio en Francia y su persecución durante la ocupación alemana, hasta su definitivo regreso a España.

      Y tras la instauración de la democracia surgieron una serie de pintores de caballete