Francisco Agramunt Lacruz

Arte en las alambradas


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institucional que, aunque tardío, se consideró una noticia muy saludable para la historia, muy a pesar de la ausencia de autoridades españolas. Porque las zonas oscuras, deliberadamente ocultas de la historia, desfiguran el pasado y perturban el horizonte, y sin ese horizonte bien despejado resulta difícil, si no imposible, proyectar un futuro decente, es decir, sin los errores, las torpezas, los abusos que ya se han cometido una o varias veces. A estas alturas resultaba muy importante la presencia del Gobierno en Rivesaltes, en ese espacio que sirvió de campo de concentración, donde estuvieron prisioneros miles de republicanos españoles que cruzaron la frontera, y después, cuando fueron recluidos por la gendarmería y la milicia vichysta y la Gestapo miles de judíos, apátridas, inmigrantes sin papeles e indeseables en general.

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      Joseph Ponti Muste. “Llegada de los españoles al campo de Septfonds”, 1939.

      CAPÍTULO 1

      EL MAYOR ÉXODO ARTÍSTICO DE LA HISTORIA

      No ha existido un acontecimiento en la historiografía artística contemporánea de la guerra civil que haya suscitado tanta controversia, polémica y rechazo como el drama que vivieron cientos de artistas republicanos en los campos de internamiento franceses levantados provisionalmente por las autoridades galas para encerrar a cerca de medio millón de refugiados españoles que trataban de escapar de la represión de las fuerzas nacionales. Cumplido el 75 Aniversario de esta gran oleada de exiliados ha llegado el momento de recordar, revisar y poner patas arriba, a manera de símbolo o metáfora de la memoria viva, la terrible experiencia concentracionaria que sufrieron estos creadores de distintos ámbitos y describir los escenarios donde se desarrolló su lucha por la supervivencia, bellos lugares, paisajes y geografías situadas principalmente en el sur de Francia que muchos desconocen.

      La derrota republicana por el bando rebelde provocó el mayor exilio artístico que la historia contemporánea española conoce, y su escenario principal fueron los caminos, los pasos y los puestos y controles fronterizos de los Pirineos donde se concentraron miles de refugiados procedentes de todos los lugares de la geografía española. Como hito histórico fue un acontecimiento que por su gran magnitud humana se convirtió de inmediato en un hecho mítico recreado por la prensa de todo el mundo y que más tarde pasaría a ser el tema central de muchos trabajos de investigación y divulgación elaborados por periodistas, investigadores e historiadores no solo españoles, sino extranjeros, que lo abordaron de manera distinta. La historiografía republicana lo consideró como un suceso sin precedentes, un verdadero desastre de magnitud similar al holocausto judío, y también el principio y el asentamiento de una dictadura militar que se prolongaría durante más de cuarenta años. La nacional, por el contrario, trató siempre de minimizar de manera interesada y partidista su importancia, la ocultó y la silenció, y quedó al margen de los tratados históricos.

      Sus protagonistas fueron artistas españoles de edades, generaciones, géneros, técnicas y estilos artísticos diferentes comprometidos activamente con la causa popular. Habían crecido, formado y alcanzado renombre durante los años de la II República, que en el ámbito de las artes plásticas, la arquitectura, la crítica de arte y la investigación alcanzó un enorme auge y esplendor de tal calidad acorde con el gran desarrollo que tuvieron las vanguardias en el resto de países europeos. Figuraban unos consagrados, y otros desconocidos, pero cuyo indiscutible talento los iba a situar a muchos de ellos a la cabeza de las artes plásticas españolas. Casi todos se encontraban en un momento clave de sus vidas, cuando trataban de crearse un nombre, formar una familia y se esforzaban por triunfar en el ámbito artístico. Habían combatido en las filas del Ejército Popular, ostentado cargos políticos y sindicales, formando parte de organismos gubernamentales o entidades culturales antifascistas. Al abandonar su país fueron recluidos en campos de concentración, cárceles y colonias de trabajo, y algunos obligados a incorporarse en unidades militarizadas de trabajo o en la Legión Extranjera.

      Pocas veces en la historia del arte español se produjo un hecho de estas características que afectó a tantos creadores obligados a vivir una de las escenas más terribles, crueles y sangrientas. Una extensa nómina de pintores, dibujantes, grabadores, escenógrafos, ilustradores, diseñadores, escultores, arquitectos, aparejadores, maquetistas, escenógrafos, figurinistas, fotógrafos, cineastas, galeristas, profesores, marchantes, periodistas, historiadores y críticos de arte españoles. Una fascinante y variada diáspora artística que, por cierto, no había sido un hecho nuevo en la historiografía española, porque sus orígenes se remontaban al pasado, y era una constante que se repetía durante largos o breves periodos, siendo durante los reinados de los monarcas absolutistas durante los que más se manifestaba, pero lo que si fue una novedad por su dolorosa huella, que afectó por su dramatismo y crueldad, produciendo una mezcla de asombro y espanto, fue su paso por los campos de concentración, un panorama terrorífico y sin precedentes similar al holocausto judío y que superaba todas las fantasías kafkianas.

      Un exilio sin precedentes que tuvo en el panorama artístico contemporáneo español un impacto importante debido a su número y a su relevancia. Existía ya una tradición por parte de nuestros artistas de testimoniar en décadas precedentes gráficamente algunos acontecimientos singulares relacionados con los desastres de la guerra y la represión. Se plasmaron en pinturas, dibujos, grabados y esculturas estos hechos bélicos, los sufrimientos de la población, las hambrunas y las atrocidades cometidas por los contrincantes. Algo bastante recurrente por los artistas que vieron en estos hechos trágicos argumentos y temas formidables para sus obras. Un recorrido que tuvo en el pintor aragonés Francisco de Goya su principal impulsor a través de sus cuadros, grabados y apuntes sobre los desastres de la Guerra de la Independencia que enfrentó a patriotas e invasores y que constituyó una parte fundamental de su producción artística. Siguiendo esta tradición no es de extrañar que numerosos artistas se sintieran atraídos por recrear en sus obras sus propias experiencias bélicas muy a pesar de que en muchos casos los hechos desvelaban zonas de la memoria que avergonzaban y que deseaban olvidar por pertenecer al ámbito de los demonios familiares. Un hecho sin precedentes de la historia del exilio de nuestro país que no sólo sirvió como tema central en numerosas novelas, relatos, narraciones y memorias de los propios artistas protagonistas, sino de otros pertenecientes a generaciones posteriores.

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      Gerardo Lizarraga en el campo de concentración de Argelès, Francia, 1939.

       La diáspora de los artistas españoles en Francia

      ¿Qué artistas españoles constituyeron esta oleada masiva de artistas republicanos españoles que cruzaron la frontera y se repartieron por la geografía francesa? Se hace necesario subrayar que no todos los artistas que abandonaron su país tuvieron el mismo destino dramático, sino que los hubo que tuvieron la suerte de no encontrar dificultades en su camino y fueron aceptados en la sociedad francesa sin ser molestados ni por la por la gendarmería francesa ni los soldados alemanes durante la ocupación. Unos pocos retornaron a su país de origen, y la mayor parte fueron detenidos por los gendarmes y enviados a campos de concentración franceses situados en el continente o en el norte de África; bastantes fueron reclutados por el Ejército o la Legión Extranjera, y el resto se incorporaron en los Batallones de Trabajo militarizados siendo capturados por el ejército alemán o la Gestapo tras la derrota militar francesa y enviados a los campos de exterminio alemanes, austriacos y polacos.

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      Salvador Soria.

      En el extenso contingente de pintores que pasaron o se establecieron en Francia al finalizar la guerra española para quedarse o como plataforma para viajar a otros países europeos, norteafricanos o americanos, se encontraban los pintores Josep Aguilera i Martí, Ramón Peinador Checa, Francisco Benítez Mellado, Eduardo López Pisano, Uxío Souto Campos, Gerardo Lizarraga Isturiz, Virgilio Batlle Vallmajó, Tomás Diví Beyras, Ángel Botello Barros, Antonio García Lamolla, Mentor Blasco Martel, Jaume Pla i Pallejám, Josep Torrent Buch, Francisco Carmona Martín, Albert Santmartí “Artel”,