nómina de arquitectos la formaban Gabriel Pradal Gómez, Secundino Zuazo, Juan García Gisbert, Tomás Auñón, Francisco Azorín Izquierdo, Rafael Bergamín Gutiérrez, Emili Blanch y Roig, Francisco Fabregas Vehil, Antonio Bonet Castellana, Félix Candela Outeriño, Juan Capdevila Elías, Mellar Cuello Alas, José María Díez Amado, Martín Domínguez Esteban, Domingo Escorsa, Santiago Esteban de la Mora, Fernando Etcheverría Barrio, Fernando Gay Buchón, Francisco Íñiguez de Luis, Cayetano de la Jara y Ramón, Luis Lacasa Navarro, José Lino Vaamonde Valencia, Juan de Madariaga Astigarraga, Urbano de Manchobas Careaga, Esteban Marco Cortina, Jesús Martí Martín, Joaquín Ortiz García, Jaime Ramonell Gimeno, Ricardo Ribas Seva, Juan Rivaud Valdés, Germán Rodríguez Arias, Alfredo Rodríguez Orgaz, Mariano Rodríguez Orgaz, Amós Salvador Carreras, Fernando Salvador Carreras, Enrique Segarra Tomás, Josep Lluís Sert López, Germán Tejero de la Torre, Jordi Tell Novellas, Javier Yárnoz Larrosa, Pablo Zabalo Ballarín, Roberto Fernández Valbuena, Manuel Sánchez Arcas, Domingo Fabregás, Martín Domínguez, José Luis Mariano Benlliure, Tomás Bilbao, José Caridad, Francisco Detrell, Fernando Gay, Bernardo Giner de los Ríos, Esteban Marco, Jaime Ramonell, Juan Rivaud, Eduardo Robles, Santiago Esteban de la Mora, Fernando Echevarría, Pablo Zabala, Antoni Bonet, Deu Amat, Rafael Bergamín, Javier Yarnoz, Nemesio M. Sobreviva, Bartolomé Agustí, Tomás Auñón, Joaquín Ortiz García, Emili Blanch, Ovidio Botella, Óscar Coll Alas, Juan Bautista Larrosa, Joaquín Pallás Torres y Juan del Pozo Santiago.
El pintor Antoni Clavé.
La relación de fotógrafos la formaban aficionados y profesionales, entre ellos, David Fernández Dopico, Agustín Centelles Osso, Cándido Souza Fernández, Faustino del Castillo Cubillo, Francisco Souza Fernández, Enrique Tapia Jiménez, Lluís Ballano Bueno, Enrique Meneses Miniaty, Francisco Boix, Hans Guttman “Juan Guzmán”, Mariano Aguayo, Gassó, Antonio Gálvez, Juan Gyenes, Enrique Meneses, Salvador Pujol, Pere Catalá-Roca, Margarita Michaelis, Lluís Ballano Bueno, Pere Calders Rossinyol, Katy Horna, José Cereceda Hijes, Antonio García, Vicente Reus Calatayud, Antonio Bueno Román, José Caparrós Torres, Antonio Gavilán Grena y Álvaro Ponce de León. Se encontraba además los ceramistas y artesanos Juan García Gisbert y Vicente Gasulla Sole.
Los fotógrafos “Hermanos Mayo”.
Destacaban en la lista de profesores, investigadores, filósofos, historiadores, cineastas, editores, libreros y críticos de arte, los nombre de Adolfo Sánchez Vázquez, Eulalio Ferrer Rodríguez, César María Muñoz Arconada, José Bort Vela, Remedios Oliva Berenguer, Francisco Pina Brotons, Francisco Camacho Ruiz, Manuel Culebras Muñoz “Manuel Andújar”, José Sampériz Janín, Joaquim Amat-Piniella, Agustí Bartra i Lleonart, Antonio Blanca Pérez, Josep Castanyer i Fons, Angeli Castanyer i Fonds, August Liebmann Mayer, César González Ruano, Luis Nicolau d’Olwer, Juan Dalmau, Manuel Sirvent Romero, Agustí Bartra, Sebastián Gasch, Francisco Zueras, José Manaut Nogués, Mercedes Camaposada Guillén “Mercedes Guillén”, Teófilo Navarro Fadrique “El Negro”, Josep Palau i Fabre, José Martínez Guerricabeitia, Enrique Manaut Viglietti, Amàlia Casals, Pere Calders, Mercè Redoreda, Armand Obiols, Anna Murià, Xavier Benguerel, Doménech Guansé, Lluís Montanyà, Rafael Altamira Crevea, Alexandre Cirici Pellicer, José Moreno Villa, Francisco Prat Puig, Ceferino Palencia, Juan Gil-Albert, Margarita Nelken, Ricardo Gutiérrez Abascal “Juan de la Encina”, Max Aub, Antonio Deltoro, Ángel Gaos, Lorenzo Varela Vázquez “Lorenzo Varela”, Fernando Llorca Die, Arturo Serrano Plaja, Pere Vives, Michel Lefevbre Peña, Mario de la Viña, Arturo Cuadrado, Juan González del Valle, Luis Buñuel, Carlos Velo, Armand Guerra, Antonio Soriano Mor, Segundo Achurra Azpiazu e Isidro Ibáñez Uribe.
Una recuperación tardía
Mi deseo es recuperar para la historiografía artística española los nombres de los protagonistas del mayor exilio artístico que recuerda la historia olvidados durante décadas en los tratados artísticos académicos oficiales, marginados por el franquismo, y que apenas mereció el interés de historiadores y críticos de arte. Un olvido que se rompió en la transición política con la llegada de nuevos criterios de libertad y democracia, aunque su reconocimiento generalizado entre la población tardó en llegar. Un acontecimiento poco conocido, poco estudiado e interesadamente oscurecido por razones de alta política debido al interés por pasar por alto aspectos poco heroicos que concurrieron en este triste episodio muy cercano en sus características y perspectivas cronológicas a la tragedia judía del holocausto.
Enrique Moret.
Su recuperación surgió a partir de la publicación de libros, celebración de congresos y exposiciones, programas de televisión, cursos académicos y seminarios en fundaciones, instituciones, universidades y homenajes. Incluso los gobernantes, monarcas y políticos han encontrado en ello un verdadero filón y los debates intelectuales asociados a ellos han llegado a ocupar un lugar privilegiado en la agenda pública al amparo en muchos casos de la Ley de la Memoria Histórica y muy a pesar de sus críticas y opiniones desfavorables.
Los aquí referenciados forman parte de un colectivo de creadores muy amplio formado por pintores, escultores, dibujantes, diseñadores, escenógrafos, figurinistas, arquitectos, fotógrafos, museógrafos, historiadores y críticos de arte que ya teniendo un lugar propio en la historia del arte español y ya pertenecen por derecho propio a la estirpe de españoles que, tras el final de la contienda, se expandieron geográficamente por muchos países europeos y americanos. Eran como ha quedado dicho artistas de edades, formación diversa, que cultivaban todas las técnicas, como la pintura, la escultura, el diseño, el grabado, la arquitectura, la escenografía, la decoración, la fotografía, la crítica de arte y la investigación. Esa proliferación y normalización de nombres en la historia española del exilio republicano rompía y desafiaba todo lo establecido y toda norma. Se convirtieron en unos artistas transterrados, sin verdadera patria, que se establecieron en diferentes países europeos, norteafricanos y repúblicas latinoamericanas, que rápidamente fueron olvidados y que comenzaron a ser reconocidos una vez muerto Franco y desaparecida su dictadura.
Con bastante lentitud, y con el rezado de las fuerzas políticas conservadoras, se inició un lento proceso de recuperación de muchos de ellos y comenzaron a regresar a su país, dedicándoseles homenajes, exposiciones antológicas, doctorados “Honoris Causa” y recepciones académicas en las que se reconocían sus importantes aportaciones al arte del siglo XX. Su carácter de exilio épico y la imagen metafórica que se tenía de él como culminación de un régimen republicano que tantas esperanzas había despertado en el pueblo español atrajo a lo largo de los últimos años a innumerables escritores, investigadores, historiadores y cineastas movidos por un deseo de recuperar su recuerdo histórico en un momento de grave pérdida de la memoria colectiva.
Sin estar en absoluto lejos de aquella labor crucial de rescate, pero con otra metodología, es donde hay que adscribir este trabajo que, centrado en el amplio ámbito artístico, trata de describir aquel entorno del exilio y protagonizado por centenares de pintores, escultores, dibujantes, arquitectos, escenógrafos, delineantes, fotógrafos, diseñadores, historiadores y críticos de arte, que sale a la luz en un momento crítico de la historia parlamentaria española con la finalidad de cubrir profundas hendiduras y corregir algunos errores, pero siempre desde la discreción, la modestia y humildad con que se debe abordar cualquier investigación.
CAPÍTULO 2
LA RUTA DEL LLANTO
Un gran número de artistas que habían militado en sindicatos, asociaciones, partidos políticos u ocupado cargos de relevancia como comisarios, actuando en las checas, pertenecido a los Servicios de Inteligencia Militar o ejercido puestos de jefatura en unidades del Ejército o en el gobierno republicano, con el derrumbe del frente de Cataluña y el avance imparable de las fuerzas rebeldes decidieron abandonar el país por los pasos y puestos fronterizos