Francisco Agramunt Lacruz

Arte en las alambradas


Скачать книгу

del arte español.

      Aquello resultaba tremendamente chocante, y con bastante carga de ironía, pues la imagen más difundida que se tenía de los republicanos, al menos fuera de nuestro país, era la de un grupo de vándalos sacrílegos y decididamente ignorantes. Pero si hacemos un análisis más profundo advertimos que era todo lo contrario. Y la prueba de ello estaba a la vista con el traslado de las obras maestras del Museo del Prado y otras pinacotecas madrileñas por una Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico que había creado el 23 de julio de 1936 el gobierno “rojo” ante el temor de que fuesen destruidas por los bombardeos indiscriminados sobre la población civil de la artillería de campaña y la aviación nacional.

      Aunque en la creación de la Junta Central del Tesoro Artístico desempeñó un papel fundamental el activista comunista, cartelista y fotomontador valenciano Josep Renau, nombrado director general de Bellas Artes en septiembre de 1936, su presidencia recayó, sin embargo, en el pintor Timoteo Pérez Rubio quien se rodeó de un equipo de colaboradores formado por los pintores Ramón Stolz Viciano y Julio Prieto Nespereira y el arquitecto José Lino Vaamonde, que se encargó de la selección de las obras a evacuar, la realización de exámenes y elaboración de fichas e informes, la preparación de las obras y embalajes de transporte, la búsqueda de camiones en el frente de batalla, la entrega y colocación de las obras en depósitos provisionales y su instalación definitiva. Se tomó la decisión acertada de trasladar la mayor parte de la obra pictórica de la principal pinacoteca española a depósitos más seguros y acondicionados para su conservación en Valencia que disponía de una gran infraestructura artística y personal especializada. Se hizo cargo de ello la sección valenciana de artes plásticas de la Alianza de Intelectuales en Defensa de la Cultura formada principalmente por artistas locales. Debido al avance de las tropas nacionales en marzo de 1938 y el inminente corte de comunicaciones entre Valencia y Cataluña, se ordenó el traslado de las obras depositadas en diversos edificios monumentales de Valencia a castillos, fortalezas y depósitos de las poblaciones catalanas de Peralada y Darnius y, finalmente, a la minas de talco de La Vajol en el Alto Ampurdán (Girona), donde quedaron enterradas a 250 metros de profundidad. Fue entonces, al anochecer del 3 de febrero de 1939, cuando se firmó en el castillo de Sant Ferrán de Figueres el denominado “Acuerdo de Figueres” por Julio Álvarez del Vayo, responsable del traslado y Jaujard actuando como testigos MacLaren, Marín y Pérez Rubio.

      Durante estos días la aviación enemiga bombardeó reiteradamente la ciudad de Lleida y algunas explosiones se produjeron cerca de la mina. La evacuación de las obras de arte se inició aquella misma noche y finalizó el 9, con la interrupción de los días 6 y 7, debido al bombardeo que arreció sobre la zona. Los camiones empezaron a salir por la noche para evitar ser localizados por la aviación enemiga y por tortuosos caminos forestales embarrados, para sortear la saturación de refugiados a pie y vehículos en las carreteras, se dirigieron muy lentamente a los pasos hacinados de refugiados de Le Perthus, Cerbére y Les Illes, lo que provocó que algunos se averiasen y otros quedasen atravesados o hundidos en el lodazal del camino por lo que se requirió la ayuda de algunos refugiados anónimos que no dudaron en empujar a los vehículos enterrados.

Image

      Convoy de la Junta se dirige hacia la frontera francesa.

      Por supuesto se trató de un hecho puntual y en definitiva casi anecdótico que nunca llegó a figurar en la intrahistoria de esta expedición cuyos momentos fundamentales se desarrolló en los despachos y no en las agrestes carreteras pirenaicas, así que nunca fue descrita en los tratados de historia del arte ni suscitó ningún tipo de comentario al no proporcionar información relevante. Lo paradójico de este episodio desconocido fue que todos aquellos refugiados desconocidos que prestaron su ayuda y su fuerza física para desatascar los camiones tenían muy claro la importancia de aquel valiosísimo cargamento que transportaban y, a pesar de su cansancio y menguadas fuerzas, colaboraron con los soldados y técnicos que acompañaban a la expedición. Se puede decir que aquello fue la última proeza de envergadura protagonizado por gentes humildes e ignorantes del pueblo llano en el terreno de la defensa del patrimonio artístico español proclamando que no era tan bárbaro como los nacionales trataban de imponer a la opinión pública internacional.

      Finalmente, el 12 de febrero los camiones con su valioso cargamento de obras de arte consiguieron llegar a la estación de Perpiñán donde esperaba un tren especial protegido por un destacamento de gendarmes franceses que partió hacia Ginebra llegando a su destino al anochecer del día siguiente. La aduana suiza pudo registrar, antes de su depósito en el Palacio de las Naciones, el total del cargamento de 1.868 cajas y un peso de 139.890 kilógramos. Se hizo cargo un Comité Internacional presidido conjuntamente por el Patronato de Museos Nacionales franceses, la National Gallery y la Tate Gallery de Londres, del Museo Metropolitano de Arte, así como otros museos belgas, holandeses y suizos. A causa de una reclamación del muralista catalán Josep María Sert a los altos mandatarios de la Sociedad de Naciones las obras se reintegraron el 30 de abril finalmente al Gobierno de Burgos que autorizó en agradecimiento al Museo de Arte e Historia de la ciudad exponer a partir del 1 de junio las 174 obras maestras que ocuparon un total de quince salas y en las que figuraba obras de Velázquez, El Greco, Goya, Rubens, Van Dyck provenientes del Museo del Prado, Academia de San Fernando, Palacio Real, El Escorial, el Hospital de la Caridad de Illescas y otras colecciones particulares.

Image

      Cartel anunciador de la Exposición de Obras Maestras del Museo del Prado en Ginebra.

      Tras la inauguración de esta muestra se inició la repatriación del resto de obras que no iban a exponerse en Ginebra lo que permitió, a su llegada a Madrid, montar una segunda exposición en el Museo del Prado promovida por el entonces actual director Álvarez de Sotomayor, quien pronunció un discurso denunciando el rescate del tesoro robado por los “rojos” y omitiendo la intervención que estos tuvieron en el salvamento de las grandes obras maestras del tesoro artístico español. Curiosamente en sus palabras silenció el papel desempeñado por los delegados franquistas José María Sert y Eugenio d’Ors en las negociaciones con los representantes republicanos encaminadas a conseguir la repatriación de las obras.

      Finalmente, el largo viaje de las obras maestras exhibidas en Ginebra culminó el 9 de septiembre de 1939 al regresar en un tren con vagones especiales las obras a Madrid justo una semana después de que Alemania invadiera Polonia y diese comienzo la II Guerra Mundial.

Image

      Helios Gómez. “Evacuación”, 1937. Óleo.

       Las víctimas del holocausto artístico republicano

      Como no podía ser de otra manera aquella oleada de artistas refugiados en su precipitada huida a Francia iban a tener sus propias víctimas debido sobre todo a las inclemencias del tiempo, las dificultades del viaje, las enfermedades, el frío y el hambre y también a los ametrallamientos y bombardeos regulares de la aviación enemiga. De pronto surgían de entre las nubes los siniestros Stukas Hs 123, Savoias, Heinkel o los Messerrschmitt 109 que no reparaban en las largas filas de militares derrotados, paisanos y toda clase de vehículos de transporte.

      Uno de los fallecidos cuando dirigía la construcción de trincheras defensivas en el frente de Lleida, fue el arquitecto y diseñador catalán Josep Torres i Clavé, quien antes del conflicto había sido uno de los más relevantes integrantes de las vanguardias artísticas y sociales españolas, introductor del Movimiento Moderno y autor de obras emblemáticas de la modernidad. Nacido en Barcelona, 1906. Estudió en la Escuela de Arquitectura de su ciudad y muy pronto se integró en los grupos de arquitectos renovadores catalanes empeñados en promover el estilo racionalista en la arquitectura española, difundir los principios del movimiento moderno y fue uno los creadores del Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea (GATEPAC). Miembro de la Secretaría Técnica de la Agrupación Colectiva de Construcción de Barcelona, la empresa colectivizada más importante de Cataluña en número de trabajadores y del Comité de la Comisión