Francisco Agramunt Lacruz

Arte en las alambradas


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de Balbino Giner, 1937.

      Otros estuvieron a punto de morir en los campos a causa de las heridas recibidas cuando combatían en los frentes de batalla de España durante la guerra como fue el caso del pintor, escenógrafo y dibujante castellonense José Agut Armer quien se había distinguido por su valor ante el enemigo y había sido condecorado por el gobierno republicano con la Medalla al Valor. Con el derrumbe del frente de Cataluña en 1939 sus compañeros le ayudaron a pasar herido la frontera francesa siendo arrestado por la gendarmería y recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde permaneció en su enfermería algunos meses hasta que, gracias a las atenciones recibidas por los sanitarios, consiguió recuperarse. Logró fugarse del campo y entró en contacto con un grupo de cuáqueros así como con su hermana Enriqueta y su cuñado Rómulo García Salcedo, quienes habían salido de España y se encontraban en Francia.

      Muy a pesar de las dificultades que pasó por diversos campos de concentración franceses el pintor, poeta, escultor y dibujante Manuel Pérez Valente herido gravemente en un accidente de tráfico cuando combatía en la guerra española tuvo la fortuna de sobrevivir gracias a su carácter, su vitalidad física y sus ganas de vivir que nunca le abandonaron. Lo suyo fue un peregrinaje que lo llevó a diversos centros hospitalarios españoles y también franceses así como a las enfermerías de diferentes campos de concentración franceses donde permaneció ingresado bastantes años. En la contienda abrazó la causa popular, siendo destinado como instructor y comisario político a la 28ª brigada, primer batallón y primer cuerpo del ejército que operaba en el frente de Somosierra. Con el grado de suboficial combatió contra las tropas franquistas en diversos frentes, resultando herido de gravedad en julio de 1937 en la columna vertebral al volcar el vehículo en que viajaba, iniciándose de esta manera un largo recorrido por diversos hospitales. Inicialmente lo evacuaron a la clínica madrileña del Rosario, siendo intervenido por el doctor Francisco Pérez y posteriormente enviado a un hospital alicantino para, poco después, ser trasladado precipitadamente al Hospital Clínico de Barcelona, donde permaneció muy poco tiempo ingresado. Con el derrumbe del ejército republicano fue nuevamente trasladado a los hospitales militares de Sant Esteve de Palautordera, Lloret de Mar, Figueras y tras diversas vicisitudes y salvando milagrosamente la vida a causa de los bombardeos de la aviación franquista, al de Damius. El 10 de febrero de 1939 finalmente cruzó en una ambulancia la frontera por el paso de Coll de Lli, siendo trasladado al Hospital de Sant Joan de Perpiñán, y de ahí al Hospital Militar de Sant Lluyis. En el hospital de Lesinhan de las Corbièras permaneció convaleciente hasta junio en que volvió a reanudar su actividad literaria en el ámbito poético marcada por un fuerte pesimismo, un profundo sentimiento de muerte y una gran frustración existencial. Dado de alta en mayo de 1939, fue confinado en el campo de concentración de Barcarès donde al agravarse la dolencia fue enviado al barracón de los inválidos y a finales de julio trasladado al Hospital Militar “Mariscal Foch” de Perpiñán. El 19 de noviembre de 1940 fue conducido a la estación de Brams para ser trasladado por tren al campo de concentración de Argelès-sur-Mer y en enero de 1941, después de dos años de cautividad, adquirió nuevas fuerzas y se lanzó movido por un instinto de supervivencia a superar su situación y salvar su vida, por cual se asió a la creación literaria y artística como única tabla de salvación y huir de la terrible realidad que era la vida concentracionaria.

      Y en cuanto a las anécdotas sorprendentes ocurridas en los herméticos campos de concentración por los refugiados todavía se recuerda la rocambolesca fuga que protagonizó en Argelès-sur-Mer el caricaturista y humorista Andreu Dameson Aspa, que lo convirtió entre sus compañeros en una celebridad y dejó a todos con la boca abierta por la naturalidad, sangre fría y audacia. Era un caso único de genio rematado con una inteligencia despierta, un desparpajo increíble y una gran espontaneidad. Tenía el aura de los grandes personajes emblemáticos de la mejor literatura picaresca española y supo sacar partido y acomodo a su estrella en el campo poniendo en marcha un sencillo plan para abandonarlo sin levantar sospechas. Poseía el don del transformismo y una simpatía arrolladora así como una gran capacidad de disuasión y de influir en los demás. En gran parte aquella capacidad que tenía para salir siempre con la suya engañando a todo el mundo era innata y la había ejercido con éxito en ocasiones difíciles y complicadas de su vida. Le gustaba agrandar su ego y era muy aficionado a establecer retos y apuestas con sus compañeros de reclusión que por supuesto siempre ganaba sin remisión, dejando a todos ellos con la boca abierta. La guerra civil le truncó y frustró su carrera como dibujante humorista y caricaturista. Comprometido políticamente con el catalanismo de ERC y la izquierda abrazó la causa popular que consideraba justa, participando en tareas de propaganda bélica y colaboró con la Generalitat de Cataluña en una exposición celebrada en la galería Syra de Barcelona, promovida por su Comisariado de Propaganda, en la que reunía una veintena de caricaturas de jefes de estado de todo el mundo y otros dirigentes políticos para recaudar dinero con destino a los niños huérfanos catalanes. Tras la derrota republicana pasó la frontera francesa siendo capturado y enviado al campo de concentración de Argelès-sur-Mer, que abandonó utilizando una inteligente estratagema que pasó inadvertida por los vigilantes senegaleses. Los confundió recurriendo a su perfecto dominio del francés y al hecho de vestir un pomposo abrigo y cubrirse las manos con guantes blancos simulando ser un inspector de Campos del ejército francés. Les sorprendió irrumpiendo en la garita donde se encontraban dando a voces tajantes órdenes de mando en perfecto francés que, como era de esperar, causaron un gran revuelo y les indujo finalmente al equívoco. Sometidos a su poderosa personalidad se levantaron, se pusieron firmes y le abrieron el portón principal. Mostrándose autoritario curioseó antes de abandonar el local un poco el estado de sus uniformes y apostándose en frente del portón esperó que un guardia lo abriese. Aprovechando que el cancerbero se cuadraba abandonó tranquilamente el lugar dirigiéndose despacio a un automóvil estacionado a unos metros del campo en el que se encontraba un chófer reglamentariamente uniformado que le recibió con un marcial saludo. El vehículo arrancó sin levantar en el cuerpo de guardia ningún tipo de sospecha y se perdió en la carretera ante la asombrada mirada de sus compañeros prisioneros que no se creían lo que sus ojos veían.

      CAPÍTULO 3

      ARTISTAS EN CAMPOS DE CONCENTRACIÓN DE FRANCIA

      Cronológicamente los acontecimientos históricos en los que se encontraron envueltos los artistas republicanos descritos se produjeron justamente al término de la guerra, una vez derrotado el Ejército Popular en la batalla del Ebro, en plena ofensiva de Cataluña cuando las tropas franquistas avanzaban imparables hacia la frontera francesa a pesar de la fuerte resistencia armada de diezmadas tropas que sin apenas armas, ni municiones, ni alimentos libraban su último combate en una situación bélica desesperada. Y mientras tanto, formando parte de estas columnas de refugiados, un número cuantioso de creadores plásticos de todos los ámbitos, huían por las carreteras, caminos y sendas, a pesar del mal tiempo, las condiciones climatológicas espeluznantes y las dificultades orográficas, hacia los pasos fronterizos en un intento desesperado de no caer prisioneros de los franquistas envalentonados y deseosos de ajustar cuentas. La esperanza que tenían al cruzar la frontera era que serían muy bien recibidos por las autoridades francesas, recibirían atención médica, serían alimentados y alojados en residencias, pues de todos era conocido la hospitalidad del pueblo francés con sus vecinos españoles manifestada a través de muchos siglos. Sus esperanzadores deseos se vieron frustrados cuando en los puestos fronterizos les esperaban decenas de gendarmes y tropas senegalesas y marroquíes a caballo fuertemente armadas que los cacheaban, desarmaban y les dirigían terribles expresiones verbales como si se trataran de peligrosos delincuentes comunes, mientras separaban a los hombres de las mujeres.

      Casi todo el país fue el escenario donde se desarrolló la odisea concentracionaria de los artistas españoles y muy pocos olvidarían más tarde el nombre de los departamentos y poblaciones por las que pasaron y les acogieron. Ahora las turísticas playas de Argelès-sur-Mer, Saint Cyprien, Barcarès o Port Vendres, por citar algunas, llenas de chalets, adosados, hoteles, residencias, restaurantes y bungalow, ya no son esos inhóspitos arenales rodeado de alambradas de púas y custodiada por soldados en donde todas las mañanas se recogían decenas de cadáveres de refugiados españoles fallecidos por enfermedades, agotamiento físico, malos tratos o hambre, en medio de