Cao Xueqin

Sueño En El Pabellón Rojo


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quién le interesa si el tipo ese se llama «Tang Yin» o «Guo Yin» [5] ?

      En ese momento uno de los criados anunció la llegada del «señor Feng», y Baoyu supuso que se trataba de Feng Ziying, el hijo de Feng Tang, general del Divino Valor. Todos pidieron que se le hiciera pasar, y antes de que hubieran terminado de decirlo entró Feng Ziying riendo y parloteando. Todos se levantaron para ofrecerle asiento.

      —¡Bravo! —exclamó Ziying—. Veo que vosotros no salís, simplemente os divertís en casa.

      Xue Pan y Baoyu sonrieron.

      —Hace tiempo que no te vemos —dijeron—. ¿Está bien tu padre?

      —Muy bien, gracias. Pero hace poco mi madre cogió un pequeño enfriamiento y ha pasado unos días indispuesta.

      Xue Pan observó algunas marcas en su rostro.

      —¿Otra vez te has peleado? —preguntó—. ¿Quién te ha dejado esas marcas en la cara?

      —Desde que le pegué al hijo del coronel Qiu he tomado la determinación de controlar mi genio. Se acabaron las broncas. Esto me lo hice el otro día en el monte Red de Hierro, cuando mi halcón me golpeó con un ala en la mejilla.

      —¿Cuándo fue eso? —preguntó Baoyu.

      —Salimos el día veintiocho del tercer mes, y regresamos anteayer mismo.

      —Con razón no te vi cuando visité a Shen el día tres, o tal vez el cuatro. Quise preguntar por ti, pero se me olvidó. ¿Viajaste solo o con tu padre?

      —Con mi padre, claro. No hubo manera de evitarlo. ¿O me creéis loco para preferir las penurias de esas salidas a vuestra compañía, el vino y las canciones? Pero en medio de la mala suerte, algo bueno apareció esta vez.

      Como ya había terminado de beber su té, Xue Pan y los demás le pidieron que se sentara con ellos a la mesa y que les relatara, con toda calma, lo acontecido. Pero Feng se levantó y se dispuso a partir.

      —Debéis disculparme. Debería quedarme a tomar unas copas con vosotros, pero tengo que informar urgentemente a mi padre de algunos asuntos.

      Toda la concurrencia se negó a dejarlo partir.

      —No seáis ridículos. Ya deberíais conocerme —protestó él—. No puedo quedarme con vosotros, pero ya que insistís, ¡que traigan las copas grandes y beberé dos en vuestra compañía!

      Tuvieron que acceder. Xue Pan tomó la jarra de licor, Baoyu sostuvo una gran copa mientras Pan escanciaba dos medidas y Ziying, de pie y sin un respiro, la apuró de un trago.

      —Antes de partir dinos cuál ha sido tu buena suerte en medio de una racha tan mala —le pidió Baoyu.

      Feng Ziying se limitó a reír.

      —Ahora no puedo entrar en detalles, pero prometo invitaros a una fiesta especial durante la que podremos charlar despacio. Además, tengo que pediros un favor.

      Y levantó, a guisa de despedida, las dos manos juntas.

      —No haces sino despertar todavía más nuestra curiosidad —objetó Xue Pan—. ¿Cuándo será esa fiesta? Dínoslo ahora y no nos dejes en suspenso.

      —Dentro de diez días como mucho. Antes quizás.

      Dicho lo cual montó en su caballo y partió mientras los demás volvieron a beber unos tragos antes de dispersarse.

      Cuando Baoyu regresó al jardín, Xiren seguía preocupada por la llamada de su padre, puesto que no sabía si significaba problemas o bien lo contrario. Al ver que Baoyu llegaba tocado por el licor le preguntó qué había sucedido, y él le detalló la argucia de Xue Pan y la posterior comida. Ella le reprochó:

      —De manera que mientras nosotras estábamos sobre ascuas sin saber qué pasaba, usted disfrutaba de lo lindo… Al menos podía haber enviado un mensaje.

      —Tuve la intención de hacerlo, pero lo olvidé en cuanto apareció Feng.

      En ese momento entró Baochai.

      —Dicen que te han invitado a probar nuestros manjares…

      —Supongo que tú y tu familia ya los habíais probado antes que nosotros, querida prima —replicó él.

      —Ayer mi hermano quiso que comiera, pero no lo hice. Le dije que guardara las exquisiteces para los demás. El destino no me ha deparado poder disfrutar de semejantes platos.

      Mientras hablaba llegó una doncella que le traía té, y ella lo fue bebiendo mientras charlaban. Y poco más que decir sobre este asunto.

      También Daiyu había mostrado preocupación al enterarse de que Baoyu había estado ausente todo el día después de ser citado por su padre. Acabada la cena, supo que había regresado y decidió que él mismo le contara lo sucedido. Al llegar vio a Baochai entrando en el patio Rojo y Alegre. La presencia de unas aves acuáticas particularmente bellas y desconocidas para ella, que chapoteaban en el estanque bajo el puente de la Fragancia que Rezuma, la hizo detenerse unos momentos y admirar sus vistosos colores. Cuando llegó al patio Rojo y Alegre la puerta estaba ya cerrada y tuvo que llamar.

      Resulta que Qingwen había tenido una disputa con Bihen y estaba de mal humor. Andaba por el patio mascullando:

      —¡Todo el mundo viene por aquí sin motivo alguno, y nos mantiene despiertas hasta la tercera vigilia!

      Los nuevos golpes en la puerta no hicieron sino irritarla todavía más.

      —¡Ya se han ido todos a la cama! —gritó sin tomarse la molestia de averiguar de quién se trataba—. ¡Vuelva mañana!

      Daiyu, que conocía las costumbres de las doncellas y las trastadas que se hacían unas a otras, consideró que la muchacha del patio no había reconocido su voz y la había tomado por otra doncella, de manera que volvió a llamar subiendo la voz.

      —¡Soy yo, abre la puerta!

      Pero una vez más Qingwen no la reconoció.

      —No me importa quién seas —dijo irritada—. El señor Bao ha dado orden de que no se deje entrar a nadie.

      Clavada furiosamente en el sitio, y dispuesta a enfadarse con la sirvienta, Daiyu pensó: «Aunque la casa de mi tío es mi segundo hogar, no dejo de ser una persona ajena en ella. Sin padres, no tengo a quién acudir fuera de esta familia. Sería estúpido que me dejara llevar por la rabia y armara un lío desagradable». Y mientras cavilaba de esta manera, unas lágrimas cayeron rodando por sus mejillas. Se preguntaba si debía regresar o no cuando llegó a sus oídos ruido de charla y risas en el interior, y distinguió las voces de Baoyu y Baochai, por lo que se sintió aún más molesta. Entonces volvió a pensar en los acontecimientos de la mañana. «Baoyu debe estar enfadado conmigo, pensando que he contado lo que me dijo. ¡Pero no lo he hecho! Debería informarse antes de cerrarme la puerta de esta manera. Hoy puede dejarme fuera, pero ¿acaso no volveremos a vemos mañana?»

      Cuanto más pensaba, más desconsolada se sentía. Indiferente al helado rocío sobre el verde musgo y al viento frío que barría el sendero, prorrumpió en sollozos bajo un arbusto de la esquina. Al oír el llanto de la criatura más bella jamás vista, las aves salieron de sus guaridas en los sauces y en los árboles floridos, incapaces de soportar aquella pena. En verdad:

      Su llanto conmueve el alma silenciosa de las flores, que agachan la cabeza,

      y arranca del sueño a las aves, que ciegas emprenden el vuelo.

      Sobre el mismo asunto se escribieron estos versos:

      La belleza, el talento de Daiyu no tienen igual.

      Sola ha salido de su aposento bordado guardando un sentimiento secreto.

      Al escuchar su triste sollozo

      caen las flores por doquier y, sorprendidos, vuelan los pájaros.

      Mientras