ricos dilapidan sus tesoros;
los que hicieron el bien han escapado
a las zarpas de la muerte;
los que no practicaron la clemencia
encuentran su justo pago;
los que una vida tomaron
ahora pagan con la suya;
la que adeudaba sus lágrimas
saldó hasta la última gota.
No es casual el castigo
por pecar contra los otros:
predestinados están encuentros despedidas;
en una vida anterior hay que buscar las razones
de cualquier muerte violenta,
y será afortunado quien disfrute
en la vejez de rango y riquezas.
Quien la esencia del mundo supo ver
huyó del mundo,
mientras los obstinados y necios
calcinan su vida.
Arruinados los plantíos,
regresan los pájaros al bosque;
después de tanta mudanza,
¡qué deshabitado y limpio
queda el blanco y vasto campo!
Se disponían las hadas a entonar la segunda tanda de canciones, cuando la diosa del Desencanto percibió el aburrimiento que producían en Baoyu. «¡Muchacho tonto! —pensó—. Sigues sin entender nada.»
Con la excusa de que estaba borracho y quería dormir los efectos del licor, Baoyu pidió a las hadas que no siguieran cantando. Desencanto ordenó que retirasen la mesa y lo condujo a un perfumado aposento con cortinajes de seda, el más lujoso que Baoyu había visto en toda su vida. Cuál no sería su sorpresa cuando vio allí a una inmortal que le recordó a Baochai por su encanto, y por su gracia a Daiyu. No salía de su asombro, y Desencanto le dijo:
—En tu polvoriento mundo son muchos los aposentos de verdes ventanas y las alcobas bordadas de ricas y nobles familias que son profanados por hombres libidinosos y mujeres disolutas. Peor aún, desde tiempos inmemoriales todos los canallas libertinos han establecido diferencias entre el amor a la belleza y el deseo carnal, entre el amor y la lujuria, para esconder el horror de sus acciones. El amor a la belleza conduce a la lujuria tanto como el deseo. Ésta es la causa de los placeres de nube y lluvia.
Y la diosa concluyó:
—Lo que más me gusta de ti es que eres el hombre más lujurioso que jamás habitó el mundo.
—¡Diosa! ¡Estás equivocada! —protestó el aterrado Baoyu—. Mis padres siempre me castigan por mi aversión al estudio, ¿cómo me voy a arriesgar encima a que me consideren «lujurioso»? Todavía soy muy joven, ni siquiera conozco el significado de esa palabra.
—Mira —replicó Desencanto—, aunque parezca muy establecido en qué consiste el vicio de la lujuria, lo cierto es que no existe una sola, y que una no es igual a otra, y que cada una tiene matices diferentes. En el mundo polvoriento hay libertinos cuya única holganza es la belleza física, el canto, el baile, la farra interminable y, siempre, el placer carnal, los incesantes juegos de nube y lluvia. Quisieran poseer a todas las bellezas de la tierra para saciar sus deseos de un minuto. Son criaturas soeces avezadas en la lujuria carnal. Tú, en cambio, naciste con una naturaleza apasionada, con una locura de amor que llamamos «lujuria de la mente». Consiste en algo que puedes captar intuitivamente, pero no describir con palabras. Esto, que te convierte en grata compañía para las mujeres, te hace aparecer extraño y aberrante ante los ojos del mundo, y por tanto objeto de burla y desprecio. Hoy, tras encontrarme con tus dignos antepasados, los duques de Ningguo y de Rongguo, y escuchar su sincera súplica, para mayor gloria de las mujeres no pude aceptar que fueras condenado por el mundo. Por eso te traje aquí y te honré con licor divino y té de las hadas para intentar luego desperezar tu mente con sutiles canciones. Ahora me dispongo a entregarte a mi hermana menor Jianmei, cuyo nombre infantil es Keqing [38] . Esta noche, favorable para los encuentros amorosos, se consumará vuestra unión. Así, una vez que hayas comprobado la naturaleza ilusoria de los placeres en la tierra de las hadas, comprenderás la vanidad del amor en tu mundo polvoriento. De hoy en adelante podrás corregir tu conducta y prestar toda tu atención a las enseñanzas de Confucio y Mencio, y a la administración de la sociedad y el pueblo.
Dicho esto, siguió hablando y lo inició en los secretos del sexo. Después, empujándolo hacia el cuarto, cerró la puerta y se marchó.
Baoyu hizo todo lo que la diosa le había dicho, tal como ella le había indicado.
Podemos correr un velo sobre su primer acto amoroso.
Al día siguiente, Baoyu y Keqing se sentían tan unidos y tan cómodos intercambiando caricias, que una separación les resultaba intolerable. Cogidos de la mano salieron a dar un paseo. De pronto se encontraron en una espesura de espinos infestada de lobos y tigres. Un torrente de aguas negras les cerraba el paso, y no había puente por donde salvarlo. Empezaba a dominarles el pánico cuando apareció Desencanto.
—¡Alto! ¡Alto! —gritó—. ¡Volved antes de que sea demasiado tarde!
Petrificado, Baoyu preguntó:
—¿Qué lugar es éste?
—El Vado del Extravío —le contestó Desencanto—. Tiene cien mil pies de profundidad y mil li de ancho, y no hay barca que lo lleve a uno a la otra orilla; sólo una almadía con el Maestro Madera al timón y el Acólito Cenizas con la pértiga. No aceptan pago en oro o plata, y únicamente transportan a los que están destinados a ello. Vosotros habéis llegado aquí por casualidad, pero, si hubierais caído allí dentro, de nada hubieran servido mis consejos.
Y no había terminado de pronunciar estas palabras cuando, sobre el Vado del Extravío, sonó un estrépito como de truenos, y hordas de monstruos y demonios del río se abalanzaron sobre Baoyu para arrastrarlo hacia dentro. Empezó a sudar gotas frías y abundantes como la lluvia, y en su terror gritaba:
—¡Keqing! ¡Keqing! ¡Ayúdame!
Xiren y las otras doncellas se apresuraron a tranquilizarlo cogiéndolo entre sus brazos:
—No tenga miedo, señor Bao —le decían—. Estamos aquí.
Qin Keqing estaba en la terraza dando instrucciones a las doncellas para que los cachorros de gato y los perritos que jugaban no hicieran ruido, cuando oyó que Baoyu, desde su sueño, gritaba desesperado su nombre infantil.
«Nadie aquí lo conoce —pensó sorprendida—. ¿Cómo ha podido gritarlo en sueños?»
Por cierto:
Ocurren extraños encuentros en un sueño secreto.
Soy el amante más obstinado que vieron los tiempos.
* En algunas versiones, al principio de este capítulo aparecen los siguientes versos:
Bajo edredones bordados,
dormido de primavera,
siguiendo en trance a una diosa
deja el mundo terrenal.
¿Quién visita la Tierra de los Sueños?
El más obstinado amante
que vieron nunca los tiempos.
Capítulo VI
Por primera vez, Baoyu conoce las sensaciones