Umberto Roncoroni

La forma emergente


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En el caso de las ciencias de la complejidad (caos, sistemas dinámicos, fractales, vida artificial) estos temas tienen además un alcance estético notable, que justifica el amplio espacio que les será dedicado.

      Encontré necesario dedicar la atención también a las cuestiones educativas; sus diferentes aspectos (institucional, curricular, metodológico) son muy importantes, en cuanto son concausa de los problemas tecnológicos, pero al mismo tiempo son los principales medios para resolverlos. El arte, en este sentido, no es solo objeto de un proceso educativo especializado, sino que él mismo es una forma de educación permanente. Por este motivo el arte abarca un espacio que supera el ámbito de la formación profesional de los artistas, tanto como para tener importancia en otras disciplinas y, en general, en el desarrollo de los valores éticos y sociales.

      A continuación sintetizo los cuatro bloques principales que conforman el desarrollo de este trabajo, y describo su arquitectura, que, aun respetando una cierta interconexión lógica entre capítulos, permite la lectura de cada uno de ellos en forma independiente. La primera parte está dedicada a los contextos en juego: un resumen del arte en el contexto posmoderno, lo que introduce el punto de vista filosófico, científico y tecnológico; un examen histórico de la muerte del arte y las respuestas de la estética hermenéutica de Heidegger, Gadamer y Vattimo; un análisis del contexto digital a través de la naturaleza numérica y de sus características operativas. En la segunda parte se investigan detalladamente los mecanismos lingüísticos de las herramientas digitales: la naturaleza compleja de la computadora, las interfaces y la interactividad, en cuanto componentes primarios de las dificultades que presentan las tecnologías de la información. En la tercera parte se enlaza la hermenéutica con los medios digitales, examinando varios aspectos de la virtualidad y la simulación y las relaciones entre la estética de los hipertextos con las ciencias de la complejidad. En la cuarta parte, a la luz de lo expuesto anteriormente, se hace un examen crítico de las posibilidades y de las limitaciones de las tecnologías de la información y de sus herramientas; asimismo, se discuten los aspectos de la crítica tecnológica en el contexto educativo, y se presentan, a modo de conclusión, unas propuestas teórico-prácticas y ejemplos de herramientas digitales, sin los límites de los paquetes comerciales comúnmente utilizados en la comunicación visual.

      Al reseñar brevemente los capítulos, quisiera señalar aquellos tópicos que me parecen particularmente interesantes y abiertos a la discusión. En el segundo capítulo, dedicado a la crisis del arte contemporáneo y al examen del problema de la muerte del arte, se trata de encontrar aquellos fundamentos estéticos capaces de sacar a la luz las peculiaridades y los límites del proceso creativo en el entorno digital, un enlace entre estética y tecnología poco considerado. En el capítulo cuarto, donde se analiza el mecanismo lingüístico de la computadora y de la naturaleza performativa del software, se averigua también el concepto de la multimedia digital, enfocando su peculiar sentido en los procesos numéricos y en los conocimientos. En el quinto capítulo, dedicado a la crítica de la interacción y a las interfaces, se enfocan no tanto sus aspectos operativos y decorativos, sino sus funciones mediales y de filtros culturales. Se evidencia aquí el papel de la identidad y del conocimiento como condiciones de una auténtica interactividad. El capítulo séptimo, que desarrolla la estética de la obra abierta y la relación entre ciencia y arte, presenta las peculiares implicaciones estéticas y epistemológicas de la autopoiesis, de los sistemas dinámicos, del caos y de la vida artificial, aún poco profundizadas, a pesar del creciente interés artístico sobre estas novedades científicas. Finalmente, en el noveno capítulo se revisan las críticas tecnológicas en la educación, tratando de encontrar una mediación entre las posturas apocalípticas y las trampas del consumismo tecnológico. Una tarea que concluye y reanuda todos los capítulos anteriores de este libro, resultado del proyecto de investigación “Variables artísticas y pedagógicas del medio digital”, para cuyo desarrollo se contó con el apoyo del Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima.

      Advertencias y agradecimientos

      He tratado de escribir este trabajo de manera didáctica, buscando siempre la mayor simplicidad, pero son los argumentos tratados los que a veces obligan a enfrentar una cierta complejidad; en este sentido, espero que las dificultades sean intrínsecas al argumento tratado y no un producto artificial de mi incapacidad literaria.

      Mi objetivo final es proporcionar líneas de reflexión acerca de la controvertida y problemática aparición de las computadoras en las artes visuales y en la educación. En efecto, a este propósito, hay que considerar que enfrentar las temáticas estéticas de la ciencia y la tecnología significa entrar en un contexto cuyos lineamientos han estado siempre presentes (hoy en mayor medida) en la teoría y en la práctica del arte. Por eso, en mi opinión, se puede decir que también en el caso más reciente de la tecnología digital el trabajo investigativo se presenta principalmente como un tejido histórico de enlaces entre el patrimonio existente de reflexiones teóricas y prácticas artísticas. Este patrimonio se presenta fragmentado, diseminado y muchas veces olvidado por los acelerados procesos digitales que hoy caracterizan los intercambios culturales.

      Por último, quiero expresar mis agradecimientos, en primer lugar a mi esposa Verónica, por su apoyo moral y práctico. A mis padres y a mi hermano Paolo, que desde Italia contribuyeron a resolver algunas dudas relacionadas con los datos bibliográficos de este trabajo. Finalmente, a Bernardino Osio, secretario general de Unión Latina, por su apoyo constante.

Primera parte

      Arte y tecnología en el contexto posmoderno

      Wittgenstein afirma que en arte es difícil decir algo tan exacto como decir nada.1 Quizás esto guarde su significado paradójico aun sustituyendo el término arte por filosofía, ciencia o tecnología. Entre estas, según ciertas teorías posmodernas, no existirían grandes diferencias. Se argumenta, a este propósito, que la filosofía, y sobre todo la ciencia, al cuestionar sus fundamentos racionales se están “estetizando” para incorporar procesos creativos y, como se suele decir, no lineales, que son típicos de la libertad un poco anárquica del arte y de la incertidumbre contemporánea. Se puede considerar poco concretas estas cuestiones epistemológicas, ya que hay fenómenos más serios que contribuyen a debilitar el papel racional de la filosofía y el poder de la ciencia. Por ejemplo, el desarrollo de la bioingeniería o de la genética, investigaciones extremas que desencadenan, por sus implicaciones políticas y económicas, difíciles preguntas éticas y sociales.

      De todos modos, quizás sea esta confusión epistemológica la primera razón por la cual, según Wittgenstein, es tan difícil hacer un discurso sobre el arte, sobre todo hoy, cuando este se vincula a la ciencia y a la tecnología y opera sin el apoyo de un pensamiento estético sólido y unitario. Es una opinión difundida, con respecto a este último punto, que los instrumentos críticos disponibles son muy inadecuados para describir los nuevos fenómenos científicos y artísticos. Además, se debe considerar la aceleración que impone la tecnología digital; la reflexión para la elaboración crítica necesita tiempo y esto es lo que empieza a hacer falta, cuando tanto la producción como la distribución de conocimientos e informaciones actúan en tiempo real. Solo el mercado parece capaz de seguir el ritmo de los avances tecnológicos desarrollando una infinidad de productos que influyen en nuestros pensamientos y estilos de vida, sin ningún tipo de evaluación acerca de eventuales consecuencias.

      Esta problemática se presenta en forma más aguda en las artes y en la educación, porque las disciplinas humanísticas han sido gradualmente marginadas de las cuestiones científicas y tecnológicas. Los conocimientos metódicos, en el peor de los casos no están incluidos en los saberes de los artistas y de los docentes o, si lo están, son metodológicamente obsoletos y superficiales en los contenidos; bajo este punto de vista, entonces, el arte y la educación no reciben una ayuda adecuada desde otras especializaciones del saber. Así que la confusión es grande y las diferentes posturas poco abiertas al diálogo constructivo, hecho que dificulta elaborar criterios críticos tanto para aprovechar y desarrollar las inmensas posibilidades de la tecnología, como para individuar sus limitaciones y sus peligros. El diálogo es importante porque