Villa, Antonio Silva Gómez, Luis Uribe Bueno, José A. Morales, Adolfo Echeverría, José Muñoz, Luis Adolfo Lara ‘el Pote’, Adolfo Pacheco, José Macías, Alejo Durán, Isaac Carrillo, Jaime R. Echavarría, Arturo Alzate Giraldo, Marco Rayo, José Leonidas Ardila Díaz, Eugenio Arellano, Luis Bernardo Saldarriaga, Jesús Zapata, Mario Tierra, Pacho Benavides, Lucho Vergara, José Jacinto Monroy, Reynaldo Monroy, Gentil Montaña, Gustavo Adolfo Renjifo y Héctor Ochoa, por citar solo unos cuantos, fueron también artífices de obras inolvidables y de gran factura.
Y qué decir de los textos de las canciones. Algunos compositores han tenido como don adicional el de la creación literaria. Una misma persona hace tanto la letra20 como la música21 de una canción. Para muchos, esto refleja en el resultado final una mayor unidad en la obra. Sin embargo, otros opinan que son escasos los buenos logros literarios de los compositores. Citaré algunos de los que, a mi juicio, han logrado obras maravillosas: José A. Morales, Arnulfo Briceño, Luis Uribe Bueno, José Macías, Jorge Villamil, Jaime R. Echavarría, Jorge Camargo Spolidore, Álvaro Dalmar, Jorge Áñez, Héctor Ochoa, Lucho Vergara, José Barros, José Silvestre Barragán, Graciela Arango de Tobón, Mario Gareña, Rafael Escalona, Jorge Humberto Jiménez, Luz Marina Posada, Marco Rayo, Efraín Orozco, Jaime Llano González, Guillermo Calderón, Doris Zapata, Leonardo Laverde, María Isabel Saavedra, Raúl Rosero, Sonia Martínez, Luis Mario Morales, Ancízar Castrillón, Lucho Bermúdez, Rodrigo García de la Rosa, Eduardo Cabas, Gustavo Adolfo Renjifo, Luis Enrique Aragón, César Augusto Mejía, Jorge Humberto Laverde, Alonso Sánchez, Fernando Salazar Wagner, María Isabel Mejía, Jairo Ojeda, Ana María Naranjo y John Jairo Claro. Todos unos poetas de la canción colombiana.
Algunos músicos han recurrido a la poesía para buscar allí las letras de sus melodías. Los textos de grandes escritores colombianos y universales, y los de poetas no tan conocidos, han sido musicalizados por los más importantes compositores colombianos. Poemas de los españoles Juan Ramón Jiménez22, Gustavo Adolfo Bécquer23; Tomás Villarraga S. J. y Vicente Medina24, de los mexicanos Juan de Dios Peza25, Rosario Sansores26, Amado Nervo27 y Manuel María Flores28, y de los colombianos Julio Flórez, Rafael Pombo29, Porfirio Barba Jacob30, Jorge Isaacs, José Eustasio Rivera, Epifanio Mejía, León de Greiff, Edy Salospi, Clímaco Soto Borda, Gregorio Gutiérrez González, Adolfo León Gómez, Julio Vives Guerra, Ismael Enrique Arciniegas, Tartarín Moreira, Benedicto Uribe, Eduardo López Narváez, Jesús María Trespalacios Madrid, Eduardo Echeverría, Federico Rivas Frade, Eugenia Agudelo, Luis Carlos González, Sonia Dimitrowna31, Carlos Villafañe, Vicente Martínez Rivas, Carlos Castro Saavedra, León Zafir, Carlos Mejía Saldarriaga, Carlos Botero Herrera, Óscar Hernández, Ciro Mendía, Chava Rubio, Jorge Franco Vélez, Diego Calle Restrepo, Federico Buitrago, Octavio Gamboa, Bernardo Gutiérrez, Roberto Muñoz Londoño, Germán Isaza Gómez, Bernardo Pareja, Santiago Vélez Escobar, Sonia de Carvajal y Jorge Robledo Ortiz, entre muchos otros, han sido convertidos en bellas canciones. Algunos poetas y versificadores han entregado sus textos a destacados compositores para que los musicalicen. Los resultados pocas veces son satisfactorios, pues en este acto hay mucha presión y compromisos de carácter personal y afectivo entre las partes.
Está plenamente documentado el gran desarrollo que tuvieron las MAC desde mediados del siglo XIX. Existen partituras –especialmente de pasillos– fechadas en esas épocas. A finales de siglo se comenzaron a gestar agrupaciones musicales en formatos de grupos de cámara, las estudiantinas y las liras, integradas por músicos virtuosos, en las que se interpretaban los arreglos de los más destacados maestros colombianos y extranjeros que residían y trabajaban en el país, especialmente en las ciudades de Bogotá y Medellín. Más adelante hablaremos de las agrupaciones más representativas de esos tiempos.
El inicio del convulsionado siglo XX fue testigo de una de las épocas gloriosas de nuestros aires tradicionales. Los autores y compositores gozaron de gran popularidad, sus obras fueron cantadas, tocadas y difundidas profusamente por todo el continente. Las agrupaciones como las Liras Colombiana y Antioqueña, y cantantes como Pelón y Marín, y Áñez, entre otros, viajaron a México, a Estados Unidos de Norteamérica y a Argentina, donde grabaron cientos de discos que luego, con la aparición de la radio, fueron introducidos en el gusto popular y ayudaron a forjar una orgullosa identidad. El Dueto Pelón y Marín, por ejemplo, sembró el bambuco en Cuba, y en Yucatán, México; y en Ciudad de México grabó en varios discos, las primeras 40 canciones colombianas. Además de los duetos vocales, los formatos más usuales en este período eran el cuarteto instrumental y las estudiantinas –también conocidas anteriormente como liras–.
Esta época de gestación, así como la “prehistoria musical de Colombia” están muy bien documentadas. Investigadores como Guillermo Abadía Morales, con su libro Compendio general de folclor colombiano; Andrés Pardo Tovar, con su libro La cultura musical en Colombia; José Ignacio Perdomo Escobar, con su libro La historia de la música en Colombia; Jorge Áñez, con su libro Canciones y recuerdos; Heriberto Zapata Cuéncar, con sus libros Compositores antioqueños, Antología de la canción en Antioquia, Cantores Populares de Antioquia y Compositores colombianos, entre otros; José Pinilla Aguilar, con sus libros Antología artística colombiana y Cultores de la música colombiana; Hernán Restrepo Duque, con sus libros A mí cánteme un bambuco, Donde nacen las canciones, La música popular en Colombia, La gran crónica de Julio Flórez y Lo que cuentan las canciones; Harry C. Davidson, con su libro Diccionario folclórico de Colombia, instrumentos y danzas; Benigno Gutiérrez, con su libro Música antioqueña y folclor santandereano; Carlos Orlando Pardo, con su libro Músicos del Tolima siglo XX; Javier Ocampo López, con su libro Música y folclor de Colombia, y muchos otros que han dejado plasmadas sus teorías y observaciones dan testimonio de una época gloriosa: la Época de Oro de la música colombiana (1890 – 1930). Por lo tanto, no ahondaré en los orígenes suficientemente documentados. Me ocuparé, con mayor profundidad, de parte del siglo XX, especialmente del final de ese siglo y de los inicios del XXI.
Es importante acotar que en la década de los 40 se promovió un movimiento nacionalista, a partir de las MAC, por parte del Estado central y la clase dominante. Intento que coincidió con la expansión capitalista impulsada por la bonanza cafetera, el tímido proceso de modernización de algunos aspectos de la vida social y cultural del país, así como con la irrupción de la radio como medio masivo de comunicación.
En las décadas de los 50, los 60 y parte de los 70 ocurrió el boom comercial de los duetos. Dos voces, un tiple y una guitarra, o dos voces con acompañamiento de dos guitarras y un requinto. Las voces eran muy recias y sonoras, y manejaban una armonía muy simple –aunque existen excepciones–: uno hacía la primera y otro la tercera (llamada comúnmente la segunda voz). Las casas discográficas dedicaron por muchos años gran parte de sus presupuestos para grabar a los duetos y para promoverlos en la radio. Las ventas de la música colombiana se incrementaron, y esto impulsó la aparición de nuevos compositores y de gran cantidad de canciones en aires “tradicionales”, no todas bien logradas. Es importante agregar que este formato (el de los duetos) es uno de los menos costosos de producir, pues no requiere grandes arreglos, ni orquestaciones, ni largas jornadas de producción. Más adelante hablaré de los duetos más representativos de este periodo.
De manera excepcional, se grabó también a algunos solistas. Entre ellos se destacan, por su popularidad, Alberto Osorio, Lucho Ramírez, Víctor Hugo Ayala, Alberto Granados, Berenice Chávez, Carlos Julio Ramírez, Régulo Ramírez y Julio César Alzate, entre otros. Durante estas décadas, pero en una menor proporción, se realizaron producciones discográficas de carácter instrumental, como las del maestro Jaime Llano González, Gentil Montaña, Oriol Rangel, Manuel J. Bernal, Jorge Camargo Spolidore, Conjunto Granadino, Conjunto Nocturnal Colombiano, Trío Espíritu Colombiano, Trío Morales Pino, Trío Joyel y del Trío de los Hermanos Hernández, entre otros.
En una entrevista concedida a Ana María Cano, Hernán Restrepo dijo:
La radio estimulaba sanamente la competencia entre los artistas, como a Garzón y Collazos, con los Hermanos Martínez. Estaban en boga Leo Marini, Los Embajadores; en tango, Agustín Irusta, y lo que se oía en todas las calles era el bolero, el pasillo, el vals y el bambuco. Surgían las primeras piezas de José A. Morales, como «Pueblito viejo», y de Jorge Villamil, como «Espumas». En diciembre se bailaba el porro. Entró entonces la canción