la práctica de la venta de indulgencias.
En la historia de la Reforma, este documento ha adquirido un estatus casi mítico como la obra que desencadenó toda la crisis. En efecto, mientras algunas de las tesis brillan con la retórica que se convertiría en el sello distintivo del Lutero posterior, algunas son más oscuras. De hecho, a menos que el lector moderno del escrito tenga un buen conocimiento práctico de la teología y piedad medievales, varias de sus tesis serán incomprensibles. Además, el propio enfoque de Lutero en este punto era bastante cauteloso: estaba atacando lo que percibía como el abuso de las indulgencias para arrebatar el dinero a la congregación y vender la gracia de Dios por efectivo; si las indulgencias podían tener un uso legítimo era una pregunta sobre la cual estaba indeciso y confuso.
En cierto sentido, los detalles ya no son importantes: los problemas y las prácticas precisas a los que reaccionó Lutero desaparecieron hace tiempo. Lo importante es la teología sobre la que se construyeron las tesis: la teología de la humildad y el alto costo de la gracia. Aunque Lutero probablemente no se dio cuenta en ese momento, estas ideas golpearon el corazón del sistema sacramental medieval y, por lo tanto, la autoridad de la iglesia. Al criticar las indulgencias, Lutero hizo también algo que siempre garantiza una reacción precipitada: golpeó a la iglesia donde más duele, en su departamento de ingresos.
De Heidelberg a la muerte de Maximiliano
Mientras que las Noventa y Cinco Tesis se convirtieron rápidamente en un popular tratado y un punto movilizador para la protesta, la iglesia tardó en actuar. De hecho, en abril de 1518, Lutero viajó a la ciudad de Heidelberg para una reunión capitular ordinaria de la Orden de los Agustinos. Fue allí donde presidió lo que hoy se conoce como la famosa Disputa de Heidelberg, donde el fraile agustino Leonhard Beier presentó un conjunto de tesis sobre filosofía y teología que Lutero había preparado. Estas las examinaremos en detalle en el capítulo dos. Aquí simplemente vale la pena señalar que estas tesis representaron un retorno a, y una radicalización de, la teología de su Disputa contra la Teología Escolástica de 1517. Mientras que las Noventa y Cinco Tesis estaban haciendo a Lutero una figura pública importante, su verdadera agenda teológica era mucho más radical que cualquier cosa que el tratado hubiera sugerido.
En el verano de 1518, la controversia se estaba extendiendo más allá de las fronteras del Electorado de Sajonia, y era claro que la iglesia tendría que actuar. Por esos días, hubo un extraño incidente en un monasterio en Dresde. Lutero fue invitado a una fiesta allí, bebió demasiado y habló elocuentemente sobre Tomás de Aquino y el uso de Aristóteles en teología. Detrás de una cortina que había en la habitación estaba sentado un fraile dominico, tomando notas sobre lo que decía el agustino cada vez más locuaz. Estas notas se hicieron públicas después y promovieron aún más la reputación de Lutero de tener una heterodoxia peligrosa.
Al mismo tiempo que los dominicos estaban usando jugadas sucias contra Lutero, la iglesia estaba comenzando un proceso más formal. En agosto, Lutero fue citado para presentarse en Roma. Es casi seguro que este fuera un procedimiento automático, desencadenado por la denuncia de Alberto contra Lutero el diciembre anterior. El papa también encargó a Silvestre Mazzolini, más conocido como Prierias, formular una opinión teológica sobre Lutero. Esto fue publicado bajo el título Diálogo Contra las Presuntuosas Conclusiones de Martín Lutero. Allí, Prierias se jactaba de que Lutero era un teólogo tan incompetente que él, Prierias, había escrito la refutación en solo tres días. La respuesta de Lutero fue brillante y demostró una comprensión instintiva de la naturaleza del medio impreso. En lugar de hacer quemar el libro—la estrategia típica de la iglesia de la época—lo hizo reimprimir con su propia respuesta, que, declaró, había escrito en solo dos días. Juego, set y partido para el ingenioso hombre de Wittenberg.
La citación, sin embargo, sacudió a Lutero, quien escribió inmediatamente a Jorge Espalatino, secretario de Federico el Sabio, para manifestarle que el honor de Wittenberg estaba en juego y que cualquier procedimiento que se llevara a cabo debía ocurrir en suelo alemán.7 Dada la posición de Federico como elector, junto con la necesidad que tenía el emperador de apoyo en su lucha contra los turcos, que tenían el flanco oriental del imperio bajo presión, los de Wittenberg lograron persuadir a la iglesia y al imperio de que el lugar para tratar con Lutero sería la Dieta Imperial de Augsburgo en octubre de 1518.8
Por tanto, Lutero viajó a Augsburgo en octubre y allí fue interrogado por el cardenal Cayetano, uno de los grandes intelectos del Renacimiento y quizás el intérprete más influyente de Tomás de Aquino en la historia de la iglesia. Le encargaron detener a Lutero, pero tras no obtener una retractación del agustiniano problemático, descubrió que Federico el Sabio no entregaría a Lutero bajo su custodia pues los sajones no lo consideraban hereje. Este fue un momento importante: reveló dónde residiría probablemente la lealtad de Federico en el futuro; y cristalizó la noción de Lutero como un héroe sajón.
Así, Lutero regresó a salvo a casa. Fue entonces cuando el destino sorteó las cartas a favor de los de Wittenberg: en enero de 1519, murió el emperador Maximiliano. Esto tuvo un efecto doble: detuvo toda acción imperial en el caso de Lutero hasta que se pudiera nombrar a un nuevo emperador; e hizo que Federico el Sabio, como uno de los siete electores del imperio, fuera una persona peculiarmente importante y poderosa, al menos por un tiempo.
Reformas en Wittenberg
Al mismo tiempo que el drama de Lutero se desarrollaba en el escenario principal de la política eclesiástica e imperial, en Wittenberg la Reforma comenzó a tomar forma institucional. En 1518, siguiendo el consejo de Lutero, la universidad suspendió las clases de física y lógica que seguían las enseñanzas de Tomás de Aquino. Luego, se lanzaron campañas para llenar las sillas en las clases de hebreo y griego. Esto no fue simplemente una medida pedagógica: cuando Lutero y sus colegas se convencieron de que las Escrituras en los idiomas originales eran la revelación de Dios, se hizo necesario capitalizar la creciente popularidad de los estudios lingüísticos e incorporarlos al currículo teológico. La cátedra de hebreo sería ocupada por Matthaeus Goldhahn, un hebraísta competente pero poco inspirador. La cátedra de griego, sin embargo, fue ocupada por Felipe Melanchthon, un prodigio de veintiún años que se convertiría en la mano derecha de Lutero y cuya teología eventualmente dividiría el luteranismo después de la muerte de su fundador en 1546.
El debate de Leipzig
Después de la Disputa de Heidelberg, la próxima transmisión pública más importante de la teología de Lutero tuvo lugar en 1519 en el llamado Debate de Leipzig. John Eck, un importante teólogo dominicano, había sido un amigable conocido de Lutero antes de la controversia sobre las indulgencias. Desde ese momento, sin embargo, había estado buscando formas de atacar a los de Wittenberg. En 1518, publicó una obra contra la teología de Wittenberg, Obelisci, a la que Lutero había respondido con un libro de circulación privada, Asteriscis. Sin embargo, el trabajo de Eck había molestado verdaderamente a uno de los colegas de Lutero, Andreas Bodenstein von Karlstadt, que había respondido publicando 380 tesis contra Eck. Incluso para los estándares de la época, eso era bastante excesivo.
En respuesta, Eck desafió a los de Wittenberg a un duelo intelectual, un debate que tendría lugar en la Universidad de Leipzig. Esto ocurrió en junio en medio de circunstancias dramáticas pues Lutero y Karlstadt llegaron a la ciudad rodeados por un cortejo armado de estudiantes de Wittenberg. Si existía alguna amenaza real para su seguridad no viene al caso: esto era un debate teológico hecho entretenimiento público y propaganda.
Si bien el debate en sí no tuvo un vencedor, representó un desarrollo crucial en el pensamiento de Lutero. Hasta ese punto, la controversia que le rodeaba se había centrado en cuestiones ocasionales de la práctica. Detrás de estas, sin embargo, se encontraba una crítica implícita a la naturaleza y la autoridad de la iglesia tal como se entendían en ese entonces. Fue solo en Leipzig que este punto se volvió explícito, en parte por el ataque incisivo de Eck, que forzó las suposiciones de Lutero a la superficie. Algunos indicios de esto aparecieron en el sermón previo al debate que predicó Lutero sobre Mateo 16:13-19. Originalmente programado para la Iglesia del Castillo, tuvo que ser trasladado a la sala de conferencias de la universidad debido a la cantidad de personas que deseaban asistir. Allí,