Sarah Mey

Nosotros sobre las estrellas


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el día del ensayo de la boda para darle prisa. Que, ojo, que viva el amor en todas sus formas, pero me refiero a que creo que tienen una relación más allá de la profesionalidad y la amistad.

      Mar llega hasta mí con su cabello pelirrojo perfectamente peinado y hace una mueca de horror que automáticamente trata de ocultar al verme. No le gusta mi aspecto en absoluto, y yo no puedo dejar de mirarle el pelo. Tengo un crush con los cabellos pelirrojos. Me encantaría teñir mi pelo de ese color en algún momento.

      —¡Oh…, Dios… mío! —dice nada más verme—. ¡Tenemos demasiado trabajo contigo, Maisie! ¡Vamos, sal corriendo, eres la dama de honor, no pueden verte así! ¡A la novia le va a dar un infarto si te ve con esos pelos!

      Le doy la razón totalmente porque conozco a mi hermana. Desde luego que Mar tiene el cielo ganado si ha sido capaz de aguantar a la mimada de mi hermana organizando su boda. Mar me agarra de la mano y por primera vez me fijo en su vestido. Es de color rojo a juego con las flores rojas del lugar. En la zona donde tendrá lugar la boda las rosas son de color rosa, a juego con mi vestido, el de mi madre y el de la mayoría de mis tías. Mi hermana ha sido estricta con la etiqueta de la familia porque quiere tener fotos bonitas y con colores acompasados entre ellos. Y nadie de mi familia le llevaría la contraria a Jess en su boda. ¡Por favor, no se la llevarían ni en un día normal, mucho menos en este!

      Mar me lleva por el pasillo de entrada lo más rápidamente que sus tacones le permiten. Es una mujer agradable, la típica persona que ves y te cae bien. Puede que ayude el hecho de que es bajita y parece una persona muy dulce, y eso hace que me parezca adorable. El pasillo es enorme y casi puedo ver mi reflejo en las impolutas losas de un brillante mármol marrón. La mansión está decorada con muebles y objetos que reconozco de marcas exclusivas, así como los diseños de muchos diseñadores de lujo. Si no estuviese acostumbrada a esta clase de objetos opulentos en todas las casas de mis padres, probablemente me hubiese detenido a mirar más de uno.

      Subimos por unas escaleras curvadas, en color blanco y con un tapiz de seda en rojo que le da un toque aún más elegante al lugar. Giramos hacia un pasillo también blanco con fotos en las paredes. Son imágenes de paisajes y lugares conocidos. No me da tiempo a mirar ni una de ellas con detenimiento, pero de reojo reconozco la Torre de Pisa.

      Mar me aprieta la mano y me mete en una habitación con cortinas de seda y muebles en blanco. Tres personas posan su mirada en mí, sorprendidas.

      —¡Chicas! ¡Tenemos trabajo! ¡Hay que dejarla impoluta! —apremia Mar dando dos palmadas.

      De pronto, tengo a las dos mujeres y al hombre, que resulta ser el peluquero, alrededor de mí, y estoy sentada en una cómoda silla, con una de las mujeres maquillándome y la otra haciéndome uñas de gel.

      —Parece que has metido el pelo en un enchufe —me dice la maquilladora al ver los labios fruncidos del peluquero.

      —Algo parecido —le sonrío por unos instantes antes de que comience a embadurnarme en potingues que jamás usaría en mi día a día.

      Mar me mira atenta, y se acerca a la maquilladora.

      —Acuérdate de ponerle un maquillaje acorde con la iluminación. No quiero que parezca un fantasma en las fotografías. Ponle un poco de bronceado —le dice.

      La mujer asiente ante las presiones que Mar ejerce en ella y se gira hacia su maletín de maquillaje a buscar un poco de bronceador.

      —Y algo de iluminador en las mejillas. Quiero que resalten.

      Odio el iluminador, aunque no digo nada porque creo que Mar también está nerviosa y sé que posiblemente haya sido mi hermana la causa.

      —Y respecto a ti —dice dirigiéndose a mí y mirándome de arriba abajo para luego guiñarme un ojo—: Que no se te olvide ponerte los tacones. Te espero abajo en unos veinte minutos.

      —No te preocupes, llegaré antes de que a la novia le dé un ataque de pánico por culpa de la dama de honor —le sonrío.

      Ella me devuelve la sonrisa y se va de la habitación, y ambas sabemos que no bromeaba con mi última frase. Jess ha de estar atacada, y eso solo significa que posiblemente mi madre y mi padre estén igual.

      Capítulo 7

      JAMES

      Al final tuve que tirármela. Quiero decir, ¿quién en su sano juicio sería incapaz de tirarse a una tía buena en una ducha totalmente desnuda? Os aseguro que yo no soy ese tío. Y vaya polvazo que tiene esta chica. Aunque es solo eso, un polvazo y una chica con la que me rio a ratos.

      Acabo de ponerme la corbata y le agarro la pierna a Elle, acariciándosela. Saboreo su suavidad unos instantes hasta que, sin previo aviso, me vienen a la mente las piernas de Maisie. Muevo la cabeza alejando esa imagen de mi mente y beso a la preciosa chica que tengo al lado.

      Elle me devuelve el beso con pasión y se agarra el tocado de la cabeza, como si le diese miedo que pasase una mano por su pelo y la despeinase. Esta chica siempre es igual. Siempre está preocupada por su imagen, y eso me aburre un poco. Me separo de ella y observo una de mis casas. Bueno, de mis padres. En realidad, a mi nombre solo está el apartamento de la Quinta Avenida, y es mío y solo mío. Nadie más que yo vive ahí, y es algo que me hace tan feliz como ver la cara de todas esas chicas que entran por la noche y contemplan el paisaje que deja ver las paredes de cristal. La imagen de la ciudad de Nueva York ante un rascacielos como el que vivo es espectacular.

      —Vamos a aterrizar en unos segundos —informo a Elle, que creo que es la primera vez que se monta en un helicóptero y algo en ella me dice que está un poco asustada.

      Le aprieto la mano porque sé que está nerviosa y trato de calmarla.

      —Mira esa piscina —le digo señalándole el lugar que más me gusta de toda esa finca. Ella observa la piscina y suelta una exclamación ahogada—. Esta noche voy a follarte en ella.

      Elle abre los ojos y la boca al mismo tiempo que suelta una carcajada.

      —¡Oh, James! ¡Créeme que me encantará! ¿Aunque no decías que esta noche solo somos amigos?

      Ahora el que ríe soy yo.

      —Nadie ha dicho que vaya a follarte solo a ti —le respondo encogiéndome de hombros.

      Al ver cómo su cara cambia y se pone seria, algo molesta, me acerco a ella y le hago saber que es una broma, aunque en algún momento de la noche voy a volver a tirármela.

      Le doy la mano para ayudarla a salir del helicóptero y me percato de que Elle agradece dejar de escuchar el sonido de las aspas.

      La llevo por aquella casa que tan bien conozco aún de la mano, y comienzo a presentarla a los invitados como una amiga. El hecho de no ver a ninguna mujer joven que no sea familia mía me desconcierta un poco y me hace agradecer el hecho de haberme traído conmigo a Elle, quien parece encantada de que le presente a gente.

      Veo cómo mi hermano Mike me busca con la mirada y le indico a Elle que se quede con un grupo en el que están mis primos alrededor de una bandeja de comida y de una camarera. Intercambio una mirada con Elle y la veo cómoda. ¡Vaya, está en su salsa! Lanzo una mirada de advertencia a mis primos y ellos comienzan a reír. Sé que ellos la respetarán y que estará bien, y también sé que a ella va a parecerle atractivo más de uno de ellos. Creo que, visto lo visto, hay más posibilidades de que ella se tire a más personas que yo esta noche.

      Miro a mi alrededor mientras me acerco a mi hermano y saludo con una sonrisa algo forzada a familiares que la última vez que los vi yo no tenía ni dientes. ¿Dónde demonios estaban las mujeres de la familia de Jessica? ¿Y las damas de honor? ¿Acaso no había ninguna dama de honor?

      —¿Cómo estás, Mike? —le pregunto acercándome a él y comprobando que está nervioso.

      —Estaré mejor cuando la histérica de Jessica me deje dormir una noche seguida, y créeme que no hablo de lo que creo que estás pensando. Llevo una semana a pan y agua. No hay forma