J. R. Williamson

Desde el huerto del Edén hasta la gloria del Cielo


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la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.” (Efesios. 2:12-13).

      Eso significa que todos los cristianos, de cualquier trasfondo étnico o religioso, son hechos cercanos a Cristo, tanto por haber sido adoptados como por haber sido hechos herederos. ¡Estos pactos son nuestros pactos! Las bendiciones pronunciadas en los pactos son la propiedad de los descendientes espirituales de aquellos que originalmente oyeron esas promesas, y por consiguiente, estudiar los pactos puede ser como descubrir un montón de riquezas y bendiciones familiares que usted ni siquiera sabía que existían. Así como la oración de Pablo era que los efesios pudiesen comprender plenamente la altura, profundidad, y anchura del amor de Cristo, es mi oración que usted comprenda crecientemente la altura, profundidad, y anchura de la heredad que Dios ha preparado para usted como Su hijo.

      Acabamos de rascar la superficie del significado e importancia de los pactos. Mientras nos movemos hacia los detalles de cada sección, las características comunes de los pactos que identificamos en este capítulo serán resaltadas y, al mismo tiempo, veremos cómo nuestra visión de la revelación progresiva del plan de redención de Dios causa tanto impacto a nuestra vida cristiana diaria y a nuestro caminar con Dios. Comenzando con los eventos claves en los primeros capítulos de la Biblia que declaran la promesa de redención, estudiaremos cada uno de los cinco grandes pactos del Antiguo Testamento, y luego seguiremos mirando el Nuevo Pacto, el cual reúne todos los demás, y muestra su cumplimiento en Cristo.

      RECOMENDADOS PARA MÁS ESTUDIO:

      Hendriksen, William. Survey of the Bible. [Panorama de la Biblia] Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1995.

      Gonzales, Robert. “The Covenantal Context of the Fall: Did God Make a Primeval Covenant with Adam?” [El Contexto del Pacto en la Caída: ¿Hizo Dios un Pacto con Adán?] in Reformed Baptist Theological Review. 4:2 (2007): 5-32.

      Coxe, Nehemiah and Owen, John. Covenant Theology from Adam to Christ. [La Teología del Pacto, Desde Adán hasta Cristo] Palmdale, CA: Reformed Baptist Academic Press, 2005.

      Creados y Caídos

      La Necesidad y El Propósito de los Pactos

       He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto,pero ellos buscaron muchas perversiones. Eclesiastés 7:29

      Hay formas de autoengaño que pueden llevarlo a uno a una institución mental. Si usted se cree ser Elvis, Abraham Lincoln, o Zeus el dios griego, padece de una enfermedad que lo hace incapaz de funcionar en el “mundo real.” Lo mismo es verdad si cree que es algo menos que humano, como un perro o un mono. Estas formas absurdas de comportamiento serían casi cómicas si no supiéramos que hay personas cuya salud mental está tan comprometida que realmente llegan a convencerse de su falsa identidad, y comienzan a vivir de acuerdo a ese engaño.

      Aunque los dos tipos de falsa identidad que acabamos de considerar afortunadamente son raros en nuestra sociedad, hay muchas más personas viviendo con un problema de identidad de lo que usted podría percatarse a simple vista. Por todas partes a nuestro alrededor la gente está desorientada en su concepto de sí mismas. Por un lado, creen ser esencialmente animales evolucionados sin ninguna conexión con Dios o la eternidad; por el otro lado, se ven como personas esencialmente buenas, casi como dioses que controlan sus vidas y las de otros. Simultáneamente participan del estilo de vida de una bestia impulsiva y del de una reina de belleza vanidosa; son dados a las pasiones carnales, pero luego se ven sí mismas como una “diva.”

      La diferencia entre estas personas y las que están en instituciones mentales es asunto de cuán consistentemente viven en su autoengaño. La mayoría de las personas no llevan a su conclusión lógica lo que creen de sí mismas, porque su cosmovisión simplemente no se puede vivir; ellas realmente no pueden vivir como si fuese verdad lo que han llegado a creer sobre la humanidad. Hay demasiadas cosas que no pueden ser explicadas, y se contradicen una con otra, por lo que se contentan solo con tener una manera borrosa e inconsistente de verse a sí mismas y a la realidad. De esa forma, sienten que no deben rendir cuentas a Dios (creyendo que no son responsables ante El), que hay propósito y significado para su existencia, y que son únicos y especiales (creyendo ser su propio “dios” o que “hay un dios dentro de cada uno de nosotros,” etc.).

      Sin embargo, solo la cosmovisión cristiana de la naturaleza de la humanidad (como creada por Dios y a la vez caída en Adán) da una respuesta satisfactoria a nuestra verdadera identidad, como criaturas caídas hechas a la imagen de Dios. Es esta doble realidad la única que explica cómo podemos ser brillantes y brutales al mismo tiempo, cómo podemos diseñar edificios y administrar compañías a escala masiva, y aún así estar haciéndole daño a nuestros cuerpos con el alcohol, las drogas, el tabaco y la glotonería; cómo podemos crear tecnología para viajar de un lado del mundo al otro en cuestión de horas, y aún así estar en guerra unos con otros alrededor de toda la tierra.

      Estas contradicciones brotan de dos realidades fundamentales que son la Creación y la Caída. Lo que pasó en el Huerto del Edén es crucial para entender los pactos. Es ahí donde vemos lo que originalmente Dios deseaba que el hombre fuese, y por qué el hombre necesita la intervención de Dios como se revela en los pactos para poder ser reconciliado con Él. De hecho, todo lo que se dice y hace en los cinco grandes pactos que vamos a considerar tiene el propósito de restaurar lo que se perdió antes de la Caída, o de llevar a cabo lo que fue prometido en el Huerto después de la Caída.1

      En este capítulo, queremos enfocarnos en la creación del hombre, el periodo en que Dios lo probó (“prohibición”), y su fracaso ante la prueba al caer en pecado. Como hemos empezado a ver, hay dos realidades que son profundamente importantes para nuestra existencia: que somos creados a imagen de Dios, y que hemos caído en pecado y muerte. Mientras mejor entendamos estas realidades y sus implicaciones, mejor nos entenderemos a nosotros mismos, a Dios y la naturaleza de nuestra relación con Él.

      La Criatura Que Lleva La Imagen

      El relato de la Creación en los capítulos uno y dos de Génesis nos informa de varias características de la intención y designio original de Dios para nuestra relación con Él. En esa breve narración, descubrimos que todos los seres humanos son criaturas hechas a la imagen de Dios con cuerpos y almas diseñadas para vivir para siempre.

       SOMOS CRIATURAS

      La creación de la humanidad es mencionada dos veces en los dos primeros capítulos de la Biblia. Inicialmente es vista dentro del contexto de la creación del universo, donde el hombre es la corona de la obra creativa de Dios:

      Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. (Génesis 1:26-28; 31)

      En el siguiente capítulo, la creación del hombre es descrita en más detalle. Ahí, la Escritura dice que “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7). Estas son palabras un tanto familiares para nosotros, ¡pero qué monumentales son sus implicaciones! Una vista correcta o distorsionada de nuestra creación tiene peso en cada aspecto de nuestra relación con Dios; afecta fuertemente cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo vivimos nuestras vidas. El relato de la creación nos demuestra que fuimos hechos cuidadosamente por Dios según Su deseo, y que la existencia del hombre tiene un propósito e intención. También nos demuestra que nuestra creación fue inmediata; no describe un extenso proceso de creación de prueba y error, como en