Nuestra susceptibilidad a la muerte física también es dolorosamente evidente. Después del relato bíblico de la creación y la caída comenzamos a leer una y otra vez sobre la muerte. Este fenómeno no se detendrá hasta el juicio final de la humanidad, de lo cual la muerte física es un preludio y testamento (Hebreos 9:27). Cada dolor de espalda, o sensación de fatiga, virus o enfermedad, es un recordatorio de la maldición del pecado. Es más, esta maldición no solo nos impacta a nosotros, sino a todo el orden creado. Puesto que el hombre es el pináculo de la creación, él es responsable de ella. Por lo tanto, sus acciones afectan a la creación inanimada. El mundo entero es afectado por bacterias, virus, muerte de animales, y destrucción de la naturaleza a causa de la caída del hombre en pecado. La creación completa hace eco de la depresión y la aflicción que nuestro pecado ha traído al mundo (Romanos 8:19-22).
EL PLAN INMUTABLE DE DIOS
Una segunda consecuencia es que la creación y la caída juntas muestran el plan supremo de Dios para la humanidad. Aun con la tragedia de la caída, el plan de Dios en la creación permanece igual, y El lo realizará. El plan de Dios para el hombre en el Huerto no terminó en fracaso ni fue abandonado por uno mejor. Dios nunca ha tenido que ir a un plan “B” en ninguna de Sus obras; Él todavía está en el plan “A.” En el Huerto de Edén, Dios anunció Su deseo para un mundo lleno de criaturas que llevaran Su imagen y reflejarán Su gloria. A través de los pactos Él promete una multitud de descendientes que le glorificarán. Y Él está logrando esto a través de la obra de Cristo en representación de ellos (Apocalipsis 7:9-12).
En la Creación, Dios hizo al hombre recto, y en los pactos Él promete hacer un pueblo santo. Dios realiza esto conformándonos a la imagen de Cristo, su perfecto Hijo (comp. Romanos 8:29; 1 Corintios 15:49; 2 Corintios 3:18; Fil 3:21; 1 Juan 3:2). Esta restauración solo puede ocurrir a través de la obra del Hijo de Dios por nosotros. Dios está llevando a sus criaturas caídas al lugar que deseó originalmente — el de reflejar Su gloria —limpiando su récord y santificando su corazón. En el proceso, Su gracia, misericordia, sabiduría y gloria son reveladas de maneras que nunca fueron vistas en el Huerto de Edén. “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!” (Romanos 11:33). A través de nuestro estudio de los pactos, veremos los temas de la creación original resurgiendo una y otra vez. De hecho, los pactos en muchas formas son acerca de Dios restaurando a Su pueblo a la pureza con la que los creó, a la tierra que preparó para ellos, y a una relación para la cual fueron originalmente creados (comp. Apocalipsis 2:7; 22:2).
Esta relación, su prueba, y su naturaleza representativa, demuestran que Dios está en control de todas las cosas, y que aún en algo tan terrible como la caída, los propósitos de Dios estaban siendo ejecutados. Irónicamente, es evidencia de la caída, y de nuestro razonamiento consecuentemente pecaminoso, que nos quejamos de los caminos de Dios y dudamos de Su sabiduría en estos asuntos. Él es el Creador Soberano, y nosotros somos meramente criaturas— criaturas hechas del polvo de la tierra. Además, somos criaturas pecaminosas que merecen la ira y el juicio de Dios. Deberíamos temer cuando vemos los efectos del pecado en la continua muerte espiritual y física que nos rodea, ¡y también debería maravillarnos ver cómo los propósitos originales de Dios se cumplen a pesar de nuestras fallas y pecados!
AFERRÁNDONOS SOLO A LA GRACIA
Otra lección de la caída es que la humanidad solo puede ser salva por gracia. La justificación fue y será algo que solo Dios puede impartirle a los hombres. Dios en Su gracia creó a Adán justo y le dio la oportunidad de ser establecido en esa justicia. Adán no pasó esa prueba; es así que todos nosotros empezamos la vida en un estado de injusticia (Romanos 3:10). Por lo tanto, tratar de ganar la salvación por obras es negar la realidad de la caída, y pretender que estamos en un estado de inocencia y no de culpabilidad, condenación y muerte. De ninguna manera podemos conseguir favor de Dios sobre la base de las obras; nuestra única esperanza es la gracia, y solo la gracia. Bendito sea Dios que, tal como veremos, ¡hay gracia abundante en las promesas de Sus pactos!
¿ES USTED REPRESENTADO POR ADÁN O CRISTO?
Finalmente, los eventos de la caída establecen el concepto de representación. Usted podría haber hecho un gesto de asombro por las declaraciones anteriores de que Adán actuó en representación de todos nosotros en el Huerto de Edén. Nuestra sumisión a Dios y confianza en Su bondad son probadas cuando leemos acerca de esta representación (Salmo 145:17; 115:3; Job 42:2-6; Romanos 9; Santiago 1:13), pero la representación actúa de ambos lados. Así como estamos “en Adán” al nacer, así podemos estar “en Cristo” y ser partícipes de Su justicia al nacer de nuevo. Esto no es posible sin el concepto de la representación.
En un sentido, Dios solo mira el récord de dos hombres: El del primer Adán y el de Cristo, el segundo y postrer Adán (1 Corintios 15:45). Aquel a quien estás unido determina tu situación delante de Dios. Donde Adán falló, Cristo obedeció, con una oposición inmensamente más grande y en un mundo caído. Su tentación en el desierto hace eco de la tentación en el huerto, y las buenas noticias son que cuando Él triunfó sobre el pecado, Su pueblo triunfó en Él. “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Corintios 15:22). Toda la posteridad (física) de Adán muere en él. Pero toda la posteridad (espiritual) de Cristo será hecha viva, porque está en Él. La expiación sustitutiva de Jesucristo descansa en los principios que Dios estableció y reveló inicialmente en el Huerto del Edén. Cristo alcanzó la justicia para todos los que creen por Su obediencia perfecta al Padre (Romanos 1:16-17, 5:19). Desde la entrada del pecado, debemos tener un sustituto que alcance la justicia por nosotros, o morir bajo la maldición de nuestro representante original, el pecaminoso Adán.
Lo que Adán falló en asegurar, fue obtenido para nosotros por Jesucristo en su perfecta conformidad a la voluntad de Dios. Es la justicia de Cristo la posición que nos es dada en nuestra justificación (comp. Romanos 3:21 y sig.). Esto significa que, negativamente, a través del castigo y muerte de Jesús, nuestra culpa y transgresiones son puestas sobre El. Positivamente, significa que Su récord justo, alcanzado por Su vida perfecta, y validado en Su resurrección es transferido a nuestra cuenta. Sin el concepto de representación no tendríamos esperanza de salvación, pero puesto que un hombre ( Jesucristo) pudo representar a otros delante de Dios, tomar la condenación de ellos sobre Sí y alcanzar la justicia a su favor, ahora podemos ser librados del pecado. Por causa de la naturaleza representativa del segundo Adán, no solo la culpa del primer Adán sino nuestro récord completo de pecado y desobediencia han sido clavados a la cruz, ¡y Su justicia nos es dada! (Romanos 5:18-19; 2 Corintios 5:21; Colosenses 2:13-14)
Ahora que hemos visto la creación y la caída, espero que usted pueda ver como estas verdades proveen un trasfondo vital para la obra redentora de Dios. La caída de la humanidad nos muestra el problema y el reto que Dios abordará a lo largo de la historia de la redención, y la creación del hombre señala hacia lo que Dios está obrando, en última instancia, para lograr la restauración del hombre.
RECOMENDADOS PARA MÁS ESTUDIO:
Machen, J. Gresham. The Christian View of Man. [La Visión Cristiana del Hombre] Carlisle, PA: Banner of Truth Trust, 1937, 1995.
Pink, Arthur W. , La Soberanía de Dios, Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1986.
Sire, James W. El Universo al Lado, Libros Desafío, Grand Rapids, IL: 1997.
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La Promesa de Redención
El Tema de los Pactos
Porque es preciso que Él reinehasta que haya puesto a todossus enemigos bajo el estrado de sus pies. 1 Corintios 15:25
Si nuestra salvación y bendiciones en Cristo fueron retratadas como un árbol que da frutos, Génesis 3:15 sería la semilla. Dice: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Esta promesa de