Prueba y La Caída
Las bendiciones que hemos considerado no eran permanentes e irrevocables para Adán. Dios pronunció la prohibición de participar del árbol de la ciencia del bien y del mal, y si este mandamiento no era obedecido, Adán “ciertamente moriría,” y su desobediencia afectaría su posteridad entera (ver Génesis 2:16-17).
EL ESTADO NO PROBADO DE ADÁN
Cuando Dios puso a Adán a prueba a pesar de que ser una criatura hecha del polvo, fue nombrado “hijo de Dios” y disfrutó de una relación de favor y amor de parte de Dios (Lucas 3:38; comp. Génesis 5:1-3). Sin embargo, es claro que él era relativamente incompleto o inmaduro en cuanto a su posición delante del Señor. La existencia de una prueba nos dice que necesitaba ser confirmado o establecido en su estado presente y que no había sido probado y era inmaduro en cuanto a su justicia y su relación con Dios como hijo. El hecho de que se le prohibió comer para que no muriese nos muestra otra cosa sobre el estado tentativo de Adán; aunque era un “ser viviente,” y era sustentado en el huerto por todos los árboles de los que podía comer libremente, no tenía vida inmortal. Así como en su estado no probado era capaz de pecar, también podía morir.
Según los primeros tres capítulos de Génesis al lado del capítulo cinco de Romanos, parece que Adán ciertamente habría sido establecido y asegurado en justicia y vida si hubiese obedecido el mandamiento de Dios en la prohibición. Si hubiese sido exitoso en resistir la tentación, su posición tentativa como un hijo de Dios justo se había vuelto segura y permanente. Por lo tanto, no hemos de pensar que Adán habría tenido que resistir la tentación del fruto perpetuamente hasta que cayese. Tal como Cristo cumplió la obra de redención con “un acto de obediencia,” así Adán, si hubiera rehusado la tentación y obedecido, ciertamente habría obtenido una posición permanente de justicia para sí mismo y su simiente, así como vida eterna (Romanos 5:17-19).
Por lo tanto, el Adán no probado estaba en una encrucijada cuando Satanás le ofreció el fruto aquel día. Él podía ser objeto de la muerte a causa de su pecado, o ser establecido y asegurar su posición ante Dios, alcanzando la vida eterna sin posibilidad de que ésta le fuese revocada más tarde. Esta es la importancia del “árbol de la vida,” el cual, si Adán lo hubiese comido, le hubiese permitido “vivir para siempre” (Génesis 3:22-24; vea también Apocalipsis 2:7, 22:2, 22:14).
LA PRUEBA Y SU NATURALEZA REPRESENTATIVA
La prueba específica de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal era perfectamente apta para medir la fe y obediencia de Adán. Ya que él podía comer de cualquier otro árbol, es claro que Adán no necesitaba comer de esta fruta. La prohibición estaba enfocada en probar si Adán estaba dispuesto a creer a la Palabra de Dios y a confiar en lo que Él decía simplemente porque Él lo había dicho. Adán no podía conocer de ninguna manera los efectos de comer del árbol excepto por lo que Dios le había dicho. ¿Le creería a Dios o al enemigo? ¿Qué tan fuerte era su compromiso de obedecer a Dios quién lo había hecho y lo había colocado en este Paraíso?
Fíjese en la compasión de esta prueba. Dios comienza su advertencia haciendo que el huerto entero estuviese disponible para que el hombre comiese de él (Génesis 2:16). Adán no necesitaba comer del fruto del árbol prohibido porque había abundancia de alternativas superiores. No había carencia de placer sensual— él tenía “todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Génesis 2:9). También, Dios le dio a Adán una clara advertencia de que habría serias consecuencias si comía del árbol de la ciencia del bien y del mal.
El estatus de Adán como justo y como hijo de Dios le fue dado gratuitamente, por lo que la prueba no era con el fin de que se ganase su relación con Dios o se volviese justo; el ya era justo y ya había experimentado comunión con Dios (Eclesiastés 7:29; Génesis 3:8). La prueba era con el fin de que el justo Adán obtuviese una posición justa permanente para sí mismo y su posteridad. Él estaba en el Huerto y era agradable a Dios, pero ese estatus era temporal y no permanente, personal y no corporativo. La prueba determinaría si Adán confiaría y obedecería a Dios. Si lo hacía, él, junto con toda su posteridad hubiesen tenido justicia para con Dios. En otras palabras, la negativa de Adán de comer el fruto hubiese asegurado las bendiciones que fueron prometidas implícitamente en el mandamiento de Dios.
Fíjese también en la naturaleza representativa de esta prueba. Cuando Satanás tentó a Adán con el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, él estaba en el lugar de todos cuantos quienes vendrían tras él. Si él hubiera rechazado exitosamente la tentación, el estado permanente y la vida eterna que hubiese ganado en ese evento habrían sido transferidas a toda su descendencia para siempre. En ese sentido, el carácter de la fe y obediencia que se esperaban de Adán eran paralelas a las que más adelante se esperarían de Cristo, aunque, por muchas razones, lo que se demandaba de Cristo era inexpresablemente más difícil (Romanos 5:12). Por diseño de Dios, la elección y acciones de Adán en respuesta al mandamiento de Dios serían hechas en representación de toda la humanidad. Por lo tanto, puesto que él actuó a nombre nuestro, sus acciones fueron puestas en nuestra cuenta y su maldición se convirtió en nuestra maldición:
Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron (Romanos 5:12; comp. Salmo 51:5).
“Todos pecaron,” no solo individualmente, como lo hacen en sus propias vidas, sino “en él,” como parte de los descendientes de Adán (vea el contexto de este verso). Por lo tanto, sin excepción, como resultado de la caída de Adán, todo hombre, mujer, niño y niña tiene la marca del pecado en su archivo. Todos venimos corruptos desde la matriz y caídos en Adán quien es nuestra cabeza representativa (Salmo 58:3; Romanos 3:9-18).
EL FRACASO ANTE LA PRUEBA Y EL EFECTO INMEDIATO
En el día de la caída, Adán y su esposa comenzaron a sentir las consecuencias de sus acciones, siendo la muerta la consecuencia principal. Mientras vemos lo que pasó como resultado de la caída, vemos que Adán y Eva sufrieron la muerte el día que rompieron su relación con Dios. La justicia y la vida están conectadas inseparablemente, así mismo el pecado y la muerte. De acuerdo a la advertencia que Dios había dado en Génesis 2:17, Adán perdió su justicia por desconfiar y desobedecer a Dios, y murió. Primero, murió en relación a Dios. Hasta la caída, el tenía vida en Dios y comunión con Dios, pero ese día, él quedó separado de Dios o muerto para Él. Cuando se oyó a Dios caminando en el huerto en el frescor del día, vemos la falta de vida del alma de Adán hacia Dios: ahora él está temeroso y se esconde en vez de deleitarse en la comunión con su Creador. En segundo lugar, ese día también murió físicamente. Eso no significó que ese día su cuerpo se puso instantáneamente frío e inerte, pero sí se volvió sujeto a la muerte. Él se volvió físicamente mortal el día que comió de la fruta, y de esa forma se volvió sujeto a la enfermedad, la corrupción, las lesión y en última instancia, a la muerte.
Consecuencias de la Caída
TODOS PECARON
Adán estaba actuando como representante de la humanidad, por lo que la caída tiene implicaciones para toda la humanidad en todas las edades. Comencemos con la consecuencia más obvia. La Caída del hombre trajo pecado y muerte a toda la humanidad sin excepción. Esta muerte espiritual del hombre en Adán afecta todas las partes de la gloria con que fue creado. Lo tuerce moralmente. Hace que desobedezca, distorsione, y rechace completamente las leyes de Dios (Romanos 3:12-19). Hace que su pensar y razonar se envilezcan, por lo que él anda a tientas en la oscuridad en vez de pensar clara y sensiblemente (Hechos 17:23; Romanos 1:21-22, 28; 3:10-11). La voluntad del hombre, así como era libre antes de la caída, es ahora esclava de sus pasiones pecaminosas (Romanos 8:7). No hay aspecto de la humanidad originalmente creada que no haya sido contaminado por esta caída. Ya sea moral emocional, intelectual o voluntariamente, todo compartimiento del corazón del hombre está manchado con el pecado.
Es más, como señalamos anteriormente, el día que Adán pecó, todos morimos con él porque él nos representaba. Todos nacemos separados de Dios, con las semillas