Mariano García-Verdugo Delmas

Resistencia y entrenamiento


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target="_blank" rel="nofollow" href="#fb3_img_img_f93a2845-24cf-5ad8-a803-c0ac68958723.jpg" alt=""/> Bajada de la autoestima.

      Problemas detectados en el estado general del corredor

       Cansancio general.

       Dolores musculares y tendinosos, especialmente en las piernas, incluso en estado de reposo.

       Pérdida de apetito.

       Pérdida de peso.

       Pérdida y alteraciones del sueño.

       Alteraciones menstruales en el caso de la mujer.

       Dolores de cabeza y/o digestivos.

       Sudoración profusa, incluso durante el sueño.

       Predisposición a enfermedades infecciosas y lesiones.

       Aumento de la frecuencia cardíaca basal y durante el ejercicio.

      No se deben confundir los términos de fatiga con el de percepción de la fatiga: el primero hace referencia al descenso del rendimiento y el segundo al grado de cansancio que percibe el deportista tras un entrenamiento.

      Para cualquier actividad física que implique esfuerzos relativamente intensos y prolongados, como el entrenamiento de resistencia, resulta importante la posibilidad de detectar y corregir los procesos degenerativos que produce la fatiga, así como evitar que éstos pasen de la fase de fatiga subaguda.

      La fatiga y sus orígenes deben ser controlados, especialmente en el entrenamiento de resistencia. La posibilidad de identificar la fatiga cobra vital importancia en el entrenamiento moderno. El inconveniente principal estriba en la dificultad de obtener indicadores directos tales como las analíticas de sangre, orina, etc.

      No obstante, existen métodos para detectar la fatiga que pueden facilitar al entrenador la posibilidad de rectificar a tiempo para favorecer las supercompensaciones y evitar la caída en procesos de fatiga patológica o crónica. Entre los métodos más útiles y sencillos en su aplicación se encuentran las escalas numéricas; de todas, la más extendida y por la cual se inclinan muchos entrenadores es la escala de Borg.

      Borg (1970-1982) ha efectuado unas escalas validadas que guardan correlaciones muy altas con indicadores de intensidad del ejercicio tales como frecuencia cardíaca, nivel de lactato, carga de trabajo, etc. (r: 0,80-0,90). Este autor ha demostrado que mediante las sensaciones del deportista se puede hacer una aproximación a la realidad de su estado general y, por consiguiente, aplicarlo al entrenamiento (figura 1.29).

      Figura 1.29. Escala de Borg (1982). Fernández y Terrados (1994).

      Siguiendo a los últimos autores citados, se ha comprobado que los cambios en el pH y la ventilación son los principales mecanismos para señalar como central la fatiga y, aunque se ha demostrado que el grado de percepción depende de factores fisiológicos, existen auto-res que aseguran que al menos un 33% de esta percepción depende de factores psicológicos. Personas neuróticas o inestables presentan mayor percepción de la fatiga que aquellas más equilibradas y extrovertidas.

      A modo de curiosidad, pero no por ello de menor importancia, se citan las conclusiones a las que llegaron estos autores tras observar diferentes estudios y que pueden orientar al entrenador acerca de la percepción de la fatiga de su deportista:

       Para un mismo esfuerzo existe mayor percepción de la fatiga en deportistas que prestan mayor atención a sensaciones internas (como el sudor, la frecuencia cardíaca o la respiración o incluso el dolor) que en aquellos que se concentran en el exterior (luz, aire, terreno, etc.). Esto puede ser de utilidad si se logra que el atleta se centre más en los adversarios durante la competición que en su propio estado.

       Para un mismo trabajo, la música disminuye la percepción de la fatiga. Puede ser aconsejable que, según los medios que existen hoy día, con la posibilidad de llevar aparatos de música con volúmenes y pesos muy ligeros, el deportista entrene escuchando alguna música adecuada, sobre todo cuando debe realizar esfuerzos prolongados.

       Deportistas que visualizan vídeos de otros, con rostros fatigados y de sufrimiento, perciben más la fatiga que cuando visualizan vídeos de atletas con rostros alegres y relajados. Si se extrapola esto al deportista de resistencia, el hecho de tratar de sonreír o mantener un rictus relajado le ayudará a percibir menos la fatiga.

       A media o baja intensidad se aprecia que la presencia de otra persona durante el ejercicio disminuye la percepción de la fatiga, aunque no se ha comprobado que esto suceda cuando se trata de altas intensidades. Así pues, hasta cierto nivel de intensidad, la presencia del entrenador puede ayudar al atleta a disminuir la percepción de la fatiga. Por ello no resulta descabellado pensar que durante los entrenamientos de carrera continua los atletas busquen agruparse y huyan de la posibilidad de entrenar en solitario. Igualmente, el acompañamiento por parte del entrenador en bicicleta puede aliviar esa percepción de la fatiga de su deportista.

       Como consecuencia y complementando lo anterior, se ha comprobado igualmente que la conversación durante un esfuerzo prolongado y de baja o media intensidad ayuda a disminuir la percepción de la fatiga.

       La privación del sueño aumenta la percepción de la fatiga en esfuerzos prolongados, aunque no se ha comprobado que esto suceda ante esfuerzos intensos y cortos.

      Los cuestionarios

      En la práctica es muy difícil someter continuamente a pruebas de laboratorio al deportista. A un individuo no se le puede estar permanentemente agrediendo con extracciones de sangre o analizándole la orina o incluso sometiéndole a pruebas más sofisticadas, no sólo porque acabaría harto, sino por el coste económico que supondría. Por lo tanto, resultan de gran utilidad otros métodos más sencillos, como los cuestionarios, que el atleta puede rellenar día a día empleando tan sólo unos minutos. Pero dado que al entrenador lo que más le interesa es la prevención y detección precoz de los problemas, los métodos anteriormente citados resultan muy útiles, ya que pueden “encender las alarmas” a tiempo de rectificar.

      Mediante la aplicación de cuestionarios no se puede detectar con exactitud qué tipo de fatiga se está produciendo (central o periférica, nerviosa o sensorial, por acumulación o por solapamiento de diversos tipos), si bien no dejan de ser útiles.

      El Cuestionario para detección de la fatiga (CDF)

      A modo de ejemplo, se expone una hoja de cálculo sencilla en la que se han introducido una serie de parámetros e indicadores que se han englobado mediante una fórmula. El atleta solamente debe valorar dichos indicadores en una escala numérica y trasladarlos