realizados en los diferentes períodos. Así, se hablaba de más de 170 km semanales como entrenamiento para un corredor de medio fondo o más de 230 para un corredor de maratón. Hoy día este método de control resulta insuficiente. Este volumen, para que sea realmente determinante y definidor de la carga, hay que relacionarlo con la intensidad y la densidad.
Duración de la carga
La determina el período de influencia de un estresor determinado y el tiempo en el que se aplican unas cargas con la misma orientación (Navarro y Rivas, 2001). Sobre la duración de la carga también existe un límite a partir del cual el entrenamiento se vuelve inútil (Verkhoshansky, 1990). Un determinado atleta podrá realizar un número de kilómetros a una intensidad determinada, pero una vez llegado a un límite, si pretende proseguir el esfuerzo, no le será posible efectuarlo con la misma intensidad y se verá obligado a disminuir la velocidad de desplazamiento o, lo que es lo mismo, a bajar la intensidad.
Es muy importante que el entrenador sea capaz de determinar el límite en el cual el deportista no puede proseguir el esfuerzo a la misma intensidad. Esto le servirá también para programar objetivos de entrenamiento. Si, por ejemplo, en un momento determinado el atleta es capaz de mantener una intensidad equivalente al consumo máximo de oxígeno (
En referencia a la duración de la carga, Navarro y Rivas (2001) establecen unas pautas que se consideran muy interesantes y que se han adaptado para adecuarlas al entrenamiento de resistencia:
Orientación de la carga
Viene definida por la capacidad objetivo a la que es dirigida, sea cual sea el plano en el que actúa (funcional, fisiológico, psicológico, etc.). Puede ser selectiva o compleja.
Selectividad de la carga
Se entiende que una carga es selectiva cuando se dirige exclusivamente a un sistema funcional determinado. Se diferencia de la carga específica en que ésta se dirige a un sistema determinado pero, a su vez, con un objetivo concreto. Por ejemplo, una carga selectiva es la dirigida a mejorar la resistencia aeróbica con el objetivo únicamente de mejorar los procesos metabólicos, mientras que la específica iría dirigida a mejorar la resistencia aeróbica en la carrera.
Figura 1.36. Diferencia de efectos entre cargas selectivas (1) y cargas complejas (2): ante la carga selectiva (CS), el estímulo se dirige a un solo sistema (S) y la adaptación producida (A) es grande; en cambio, ante una carga compleja (CC), el estímulo se diluye en varios sistemas (S1…S4) provocando varias adaptaciones menores (A1…A4), que pueden no ser suficientes para mejorar el rendimiento de resistencia a alto nivel.
Complejidad de la carga
La carga introducida en un entrenamiento puede ir dirigida hacia varios sistemas y capacidades al unísono. En este caso las adaptaciones se producirán en varias direcciones. Esto supone un hecho que el entrenador debe tener en cuenta por el problema de la dispersión que acarrea: si la carga es selectiva y se dirige exclusivamente a un objetivo determinado, producirá una adaptación concreta y suficiente, mientras que si se diluye en varias direcciones, las adaptaciones, sobre todo cuando se trata del alto rendimiento, podrían no producirse o ser tan pequeñas que no mejorarían el rendimiento del atleta (figura 1.36).
Organización de la carga
Consiste en la sistematización de su aplicación durante un período de tiempo dado y con el fin de lograr un efecto acumulativo con cargas de diferente orientación dependiendo de la secuencialización e inter-conexión y de la temporalización (figura 1.37).
Figura 1.37. Representación gráfica de diferentes efectos adaptativos (A) tras la combinación de cargas (C1 y C2) que interconexionan en los distintos períodos de la temporada. Se puede apreciar que aquello que podría ser válido en el período preparatorio puede resultar negativo en los períodos precompetitivo y competitivo.
Secuencialización e interconexión de las cargas
Las cargas deben combinarse de forma correcta. Cuando tienen direcciones y objetivos diferentes, puede suceder que al interconexionarse entre ellas los efectos adaptativos que produzcan simultáneamente lleguen a tener diferentes efectos. Éstos deben ser conocidos por el entrenador; de lo contrario, una gran parte del trabajo podría convertirse en ineficaz o incluso en negativo. Estos efectos pueden ser de tres tipos:
Temporalización de las cargas
No existen cargas buenas o malas, sino cargas que cumplen objetivos predeterminados o que no los cumplen. Una misma carga en un momento determinado puede cubrir objetivos de adaptaciones necesarias y en otro momento puede resultar ineficaz o incluso negativa. El hecho de que una carga sea entrenable o no puede depender del momento de la periodización en el que se aplique. Si un deportista se encuentra en una fase en la cual su objetivo es adquirir la base que le permita posteriormente ser capaz de tolerar altas cargas para mejorar la resistencia aeróbica, la aplicación de cargas de kilometraje extensivo a intensidades medias puede resultar eficaz. Por el contrario, si se encuentra en período específico o precompetitivo, esa misma carga puede servir solamente como mantenimiento o incluso, en el caso de abusar de ella, podría producir adaptaciones negativas que deberían evitarse (figura 1.37).
Recuperación y regeneración: utilidad en los procesos adaptativos
La recuperación del esfuerzo se considera, junto con la carga, uno de los dos pilares de la adaptación. La recuperación permite al organismo el restablecimiento de los niveles perdidos tras el esfuerzo y la producción de los efectos adaptativos.
En función del tiempo de aparición de estos efectos, se pueden establecer varios tipos: