en el caso de que aparezcan, para que se pueda corregir y reconducir el proceso de entrenamiento en períodos sucesivos.
La observación cobra un papel protagonista entre todos los métodos de control. Este procedimiento facilita una retroalimentación constante y sistemática (véase la teoría de sistemas en este mismo capítulo) que permite evaluar en cada momento la eficacia del proceso.
Castillo y Gutiérrez (2000) hablan sobre el proceso de control del entrenamiento, en el que recomiendan la monitorización fisiológica mediante la anotación de todos los parámetros y las observaciones que determinen el rendimiento, y distinguen a su vez dos tipos de parámetros:
Integrados. Se realizan dos o tres veces por temporada: dan lectura a situaciones de forma genérica y responden a procesos largos de adaptación (Vo2máx., umbrales, etc.).
Puntuales. Se hacen con mayor frecuencia: observación de la frecuencia cardíaca, tiempos invertidos en las repeticiones, niveles de lactacidemia, observaciones subjetivas, etc.
Todos los datos y las observaciones deben considerarse ya que esto ayuda mucho al entrenador, siempre que sea capaz de interpretarlos y procesarlos para sacar conclusiones y efectuar comparaciones, sobre todo en sentido longitudinal (referente a la evolución del entrenamiento del propio deportista) (figura 1.39). Igualmente, se pueden incluir otros parámetros que permitan observar durante las sesiones de entrenamiento, por ejemplo, la dinámica de la frecuencia cardíaca, lo que posibilita igualmente hacerse una idea más clara acerca de la carga interna que ha supuesto un trabajo determinado (figura 1.40).
Figura 1.39. Ejemplo de control de entrenamiento correspondiente a una sesión de una corredora de 800 m. El control está realizado con una hoja de cálculo en la cual se incluyen comentarios en los que se anotan tiempos, recuperaciones, frecuencia cardíaca, así como comentarios personales, lo que permite establecer comparaciones. Datos obtenidos con el programa informático: Planificación y control del entrenamiento de corredores. García-Verdugo (2001). Gymnos. Madrid.
Figura 1.
40. Imagen correspondiente a un trabajo de tres circuitos de resistencia de fuerza (a la derecha) de una corredora de 800 m.
Vollmer (1995) establece una clasificación de medios de control del entrenamiento que se considera que puede adecuarse a las necesidades del entrenamiento de resistencia, por lo que, en parte, se han adaptado a este fin:
Medios de control.
Pruebas fisiológicas.
Pruebas físicas y técnicas:
Controles realizados en competición.
Control de las cargas realizadas.
Observación directa:
En entrenamiento.
En competición.
Medios de control
Para estructurar eficazmente el entrenamiento es necesario poder evaluar, con la mayor aproximación, el efecto que producen las cargas. Para ello, siguiendo al autor, se distinguen dos tipos de métodos de control:
Métodos directos. Atañen a los aspectos de la conducta motriz. Deben tener un efecto positivo sobre el proceso de entrenamiento y, al mismo tiempo, en las competiciones. El deportista ha de tener una información real sobre su propio progreso y la calidad de su entrenamiento; de esta forma, conocerá mejor sus puntos fuertes y sus limitaciones y tendrá la posibilidad de comparar con otros deportistas de referencia. Los controles resultan esenciales para poder individualizar el entrenamiento y seguir de forma fehaciente la evolución del propio atleta. A su vez, deben ser aplicados de la manera más exacta y rigurosa posible con el fin de garantizar el interés del atleta y entrenador, por lo que es interesante que midan la mayor cantidad de indicadores, tanto internos como externos.
Métodos indirectos. Suponen una serie de ejercicios estandarizados mediante los que se pretende obtener las informaciones precisas sobre un nivel de rendimiento. Estos ejercicios han de respetar criterios de rigurosidad encaminados al respaldo científico (validez, fiabilidad, objetividad y repetición) (Vollmer, 1995) para que permitan no solamente un estudio comparativo de seguimiento sobre el propio deportista, sino también sobre una población.
Características de las pruebas de control
Las pruebas de control deben reunir unas características concretas para que realmente resulten útiles al entrenador (G. Badillo y Gorostiaga, 1995; Gorostiaga, Ibáñez y L. Calbet, 2002):
Validez. Un test es fiable cuando mide lo que se pretende medir. Si, por ejemplo, se proyecta obtener la velocidad aeróbica máxima, el dato obtenido ha de ser realmente la velocidad aeróbica máxima y no una aproximación.
Fiabilidad. La prueba fiable tiene que ser susceptible de repetición, es decir, si se repite en las mismas condiciones (estado de forma, terreno, hora del día, climatología, etc.), debe dar los mismos resultados.
Precisión. Cuando se trata de medir indicadores que proporciona el organismo humano supone una utopía hablar de precisión, ya que cualquier medición viene determinada por un sinfín de variables que no se comportan de igual manera unas veces u otras. Por lo tanto, es más lógico hablar de máxima aproximación. Las pruebas de control del entrenamiento de resistencia deben alejarse lo máximo posible de la incertidumbre y de la imprecisión. Esto se hace igualmente difícil, ya que la imprecisión determina la diferencia mínima detectable entre dos valores de la variable analizada, que, a su vez, depende de los siguientes puntos (Gorostiaga, Ibáñez y L. Calbet, 2002):
Magnitud que se mide.
Instrumento de medida.
Correcciones.
Procedimiento de medida.
A estos puntos se les debería añadir la imprecisión debida a la subjetividad individual de interpretación.
Especificidad.