Mariano García-Verdugo Delmas

Resistencia y entrenamiento


Скачать книгу

Recuperación operativa (momentánea). Se refiere a todos los procesos que garantizan la restitución de los mecanismos energéticos tanto del metabolismo aeróbico como del anaeróbico. Se produce inmediatamente después del ejercicio (Zhelyazkov, 2001).

       Recuperación inmediata. Ocurre después de terminar el entrenamiento. Se centra especialmente en la eliminación de productos residuales y en la recuperación de las pérdidas de energía mediante el rellenado de sustratos. Generalmente se limita a las 2 h aproximadamente después de haber finalizado el entrenamiento. Esta fase de recuperación coincide con la descrita de Platonov (1991), quien la denomina “fase de vuelta a la homeostasis”.

       Recuperación retardada. Durante este proceso se recuperan definitivamente las reservas energéticas y se efectúan los procesos anabólicos. En ella aparece también la resíntesis de proteínas y se producen las adaptaciones. Ha sido denominada con otros tér-minos como “fase constructora” (Platonov, 1991).

      Acelerar y favorecer los procesos regeneradores de la fatiga es vital para la mejora de las prestaciones del deportista, tanto en lo que se refiere a la intensidad del entrenamiento como a la cantidad o la densidad. Cualquiera de dichos componentes se ven potenciados si se puede acortar el tiempo de permanencia de la fatiga o acelerar el proceso de su desaparición.

      Los procesos de recuperación no son iguales para todos los sistemas, ya que unos precisan más tiempo (heterocronismo) y energía que otros para restablecerse, a lo que hay que añadir las circunstancias relativas a la dirección del esfuerzo. Por lo tanto, debe tenerse presente que un deportista puede haber recuperado perfectamente las pulsaciones, mientras que otras partes de su organismo pueden no estar aún dispuestas para realizar un nuevo esfuerzo. Para solucionar este problema, existe la posibilidad de realizar una recuperación activa que impida el descenso tan rápido de esa frecuencia cardíaca y posibilite que otros sistemas (muscular, metabólico, nervioso, etc.) se restauren para permitir un nuevo esfuerzo.

      Las facultades de recuperación se potencian mediante el entrenamiento de resistencia, por lo que ciertos indicadores de dicha recuperación (descenso de la frecuencia cardíaca, tiempo de eliminación de lactacidemia, etc.) pueden resultar muy útiles como indicadores del estado de entrenamiento. “Solamente el conocimiento de los procesos de recuperación y esencialmente los procesos de restauración y super-compensación permiten prever, de forma racional, la estructura del proceso de entrenamiento” (Platonov, 1991).

      Existen muchos medios y procedimientos de recuperación que no son objetivo de este libro, por lo que únicamente se citan algunos de los que pueden resultar más útiles para el entrenador y que pueden aplicarse de forma sencilla:

      El sueño

      Se considera el medio natural imprescindible y a su vez más efectivo para acelerar y favorecer la recuperación según la mayoría de los autores. Es, a la vez que sano, reparador por excelencia y se caracteriza, entre otras cosas, por su rapidez y profundidad en la conciliación. Durante el sueño se extiende una acción de inhibición protectora en el córtex cerebral que acelera la regeneración de las células gracias a la eliminación de residuos del metabolismo del cerebro, lo que protege del cansancio (Weineck, 1988).

      Durante el sueño aumenta la secreción de somatotropina (hormona del crecimiento), que en el deportista se considera esencial para la regeneración celular. Ante un sueño escaso y poco profundo, se atenúa la secreción de esta hormona, con lo que el proceso de regeneración se ve muy perjudicado.

      Existen otros muchos medios que favorecen la recuperación y que pueden ser utilizados directamente por el deportista o por profesionales de apoyo (como el masajista, el fisioterapeuta, etc.), pero dado que no es objetivo de este libro, sólo se citan aquí algunos de los más comunes:

       Medios físicos: calentamiento, utilización de baños con agua fría, contrastes frío-calor, vuelta a la calma, masajes, sauna, etc.

       Medios fisiológicos: especialmente una correcta dosificación del binomio trabajo-descanso.

       Medios ergo-nutricionales: aplicación de sustancias ergogénicas, entre ellas, tal vez la más importante consiste en la restauración hídrica.

      En resumen, se puede decir que la aplicación de medios de recuperación adecuada favorece y acelera los procesos de recuperación, acorta el tiempo de aparición de las adaptaciones y ahorra cantidad de energía, lo que en sí supone un elemento potenciador del proceso de entrenamiento (figura 1.38).

      Figura 1.38. Diferencia de procesos de adaptación ante una misma carga: 1) con aplicación de medios de recuperación añadidos; 2) con la utilización de la recuperación exclusivamente de descanso.

      Para que el entrenamiento de resistencia cumpla sus objetivos es preciso que el entrenador tenga conocimiento, por un lado, de las cargas que va a aplicar y, por otro, de los tiempos que precisa el organismo para restablecer todas las pérdidas originadas por dichas cargas. Esto implica una evaluación continua, con la consiguiente retroalimentación, a través de la cual se van comprobando las adaptaciones del atleta y su estado de entrenamiento.

      Siguiendo las recomendaciones de Gorostiaga, Ibáñez y L. Calvet (2002), es importante distinguir entre los conceptos de “medición” y “evaluación”. Dichos autores definen la medición como “el proceso por el cual se recoge la información cuantitativa y cualitativa”, mientras que la evaluación se entiende como “el proceso que utiliza esas mediciones para emitir un juicio de valor y adoptar decisiones”.

      El control del entrenamiento pasa por tres pasos correlativos:

       Medición: se emplean pruebas muy variadas, desde la mera observación hasta otras más sofisticadas de carácter científico. Todas estas pruebas originan datos objetivos y subjetivos.

       Evaluación: los datos obtenidos en las diferentes mediciones son procesados por el propio entrenador o algún miembro del equipo, que emiten el juicio de valor correspondiente y adoptan las decisiones.

       Actuación: una vez tomadas las decisiones se procede a ejecutarlas. Las acciones van encaminadas hacia la corrección, la modificación de las cargas que se van a aplicar, etc.

      Dado que el segundo y tercer punto dependen directamente del entrenador, se considera prioritario la obtención de los datos correspondientes a las mediciones; los otros dos están condicionados a que éstas faciliten la mayor información posible. La información recogida debe ser concreta y sencilla para que pueda ser interpretada y procesada.

      La mayor dificultad por la que pasan estos controles estriba en la obtención de los datos precisos que puedan encontrar relaciones que armonicen las características de las cargas introducidas: magnitud, duración, orientación, naturaleza y organización.

      La evaluación y el control continuo del entrenamiento aportan al entrenador un conocimiento actualizado sobre el desarrollo real del deportista. El control pasa por muchos aspectos que no pueden ser aislados porque todos se complementan y superponen: resultados en competiciones principales o secundarias, comportamiento del atleta en la competición, control de la fatiga, comparación cuantificada del entrenamiento realizado con el programado, etc. Todos deben facilitar