3.500 miembros, y que luego creció y se ha convertido en una iglesia global con más de 20 millones de miembros bautizados.1 Para 2010, era la duodécima organización religiosa más numerosa en todo el mundo, y la sexta más internacional.2
En segundo lugar, Elena de White fue un fenómeno literario. Al momento de su fallecimiento, el 16 de julio de 1915, su corpus literario incluía 26 libros, aproximadamente 200 tratados y folletos, más de 5.000 artículos de revistas, 6.000 cartas mecanografiadas y manuscritos en general, y diarios personales: una suma de aproximadamente 100.000 páginas de material escritas durante los 70 años de su ministerio (1844-1915).3 Actualmente, incluyendo compilaciones, se encuentran disponibles más de 126 títulos en inglés. Pero, aún más impactante que la cantidad de su producción literaria, es la variedad de temas que abordó. No solo se centró en asuntos religiosos, como la profecía bíblica, el ministerio de los niños, los métodos de evangelización, la homilética, el papel de la mujer en la iglesia, la espiritualidad y la teología; también escribió múltiples obras sobre salud y sobre educación. Además, escribió artículos sobre temas tan diversos como las relaciones entre la iglesia y el Estado, la ética y la moral, la vida familiar, la historia, el liderazgo, la literatura, el matrimonio, la medicina y la salud mental, la oratoria, y las relaciones sociales.
En tercer lugar, tuvo éxito en la creación de sistemas internacionales de educación, de obra médica y de producción editorial. Por seguir sus consejos sobre salud, los adventistas del séptimo día llegaron a ser un grupo muy estudiado por científicos del ámbito de la salud.4
Mientras que los historiadores documentan los logros de Elena de White,5 los adventistas del séptimo día tienen una explicación general para sus contribuciones literarias, sus revelaciones sobre salud y su liderazgo en el establecimiento de instituciones. Ellos creen que la Biblia predijo una renovación del verdadero don de profecía dentro del cristianismo antes de la segunda venida de Cristo a la Tierra, y que la vida y el ministerio de Elena de White representan, al menos, un cumplimiento parcial de esa predicción bíblica. Durante los setenta años de su ministerio, ella recibió aproximadamente 2.000 visiones y sueños proféticos, con una duración de entre menos de un minuto y casi cuatro horas. Aunque solo alrededor de un 2 % de sus escritos tratan sobre predicciones en cuanto al futuro, muchas de estas se cumplieron, algunas durante su vida, otras luego de su fallecimiento en 1915, y algunas todavía se están cumpliendo a medida que la historia mundial se desarrolla siguiendo las tendencias de las que ella habló.6
En un congreso de historiadores norteamericanos en 2009, se hizo una pregunta perspicaz: “¿Qué motivó a Elena de White [...] a trabajar incansablemente por la causa? ¿Qué fue lo que la hizo tan única? Sus palabras ¿revelan algo más sobre sus intenciones y motivaciones?”7 Este artículo, “Por Jesús y las Escrituras: La vida de Elena G. de White”, busca revelar las motivaciones principales de Elena de White por medio de una investigación de su experiencia personal como una mujer del siglo XIX en sus roles de hija, esposa, madre y amiga, con el fin de complementar la información en esta enciclopedia sobre su vida como fundadora de la iglesia y figura pública.8 En el presente artículo, se divide la vida de Elena de White en cinco períodos.
1 Su infancia y adolescencia (1827-1844).
2 Una nueva visión: El surgimiento de una iglesia (1844-1863).
3 La organización de la iglesia y su misión (1863-1881).
4 La lucha por el evangelio en países extranjeros (1881-1900).
5 Religiosa experimentada (1900-1915).
Los puntos de inflexión que definen estos períodos son eventos que generaron cambios importantes, ya sea en su vida personal o en la experiencia de los adventistas del séptimo día: el chasco del 22 de octubre de 1844; la fundación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en 1863; el fallecimiento del esposo de Elena de White, James White, en 1881; el regreso de Elena de White de Australia a Norteamérica en 1900; y su fallecimiento en 1915. (Aunque hubo, sin dudas, otros acontecimientos de gran importancia.)
Su infancia y adolescencia (1827-1844)
Cuando nacieron las mellizas Elena y Elizabeth (Lizzie) el 26 de noviembre de 1827,9 sus padres, Robert F. Harmon (p) (1786-1866) y Eunice Gould Harmon (1787-1863) ya tenían dos hijos y cuatro hijas.10 Robert y Eunice eran personas profundamente religiosas; el hecho de que tres de sus seis hijas se casaran con pastores puede ser una indicación de la espiritualidad positiva que caracterizó el hogar.11
Robert y Eunice crecieron en la convergencia de dos eras históricas: el optimismo sin precedentes de la libertad religiosa, económica y política de la nueva nación, y la fase más vigorosa del metodismo que, para 1855, llegó a ser la confesión religiosa más grande de Norteamérica.12 En su adolescencia, Robert Harmon rompió con la tradición de su familia al dejar la Iglesia Congregacional para hacerse metodista (LS80 130). A los 24 años, Robert se casó con Eunice Gould, de Portland, Maine, quien era un año menor que él y también era metodista. Eunice era una mujer espiritual con carácter. En cuestiones de principios, servía a Dios y le dejaba las consecuencias a él (ibíd., pp. 234, 235).
La habilidad de Eunice Harmon para pensar con rapidez y claridad hizo de ella una firme y sabia partidaria de la disciplina. Elena solía recordar que, siendo niña, a veces salía de la habitación mascullando una queja cuando su madre le pedía que hiciera algo. Eunice entonces la llamaba y le pedía que repitiera lo que había dicho. Elena relataba que su madre utilizaba ese comentario para mostrarle que ella “era parte de la familia, parte de la firma; y que [a Elena] le cabía el deber de cumplir con su parte de la responsabilidad tanto como les cabía a sus padres” el deber de cuidar a los hijos. “Yo tenía algunos momentos cada tanto para entretenerme”, contó Elena más tarde, “pero no había ociosidad en mi hogar, y no había acto de desobediencia que no fuera abordado inmediatamente” (Ms 82, 1910, en Bio 1:21). Eunice Harmon tenía ideales elevados para sus hijos, y sabía cómo motivarlos para que los alcanzaran.
Robert Harmon alternaba entre la agricultura en Poland y en Gorham, y la administración de un negocio de sombreros en Portland. Poco después del nacimiento de las mellizas, Elena y Elizabeth, la familia se mudó de Gorham a Portland. Luego, en 1829, se trasladaron a Poland y, en 1833, regresaron a Portland.13 Esta era una ciudad en rápido crecimiento, la más grande de Maine.14 El clima de este centro de construcción naval era frío. En pleno invierno, la temperatura rondaba los 7º C bajo cero (20º F); y en pleno verano, la temperatura máxima rondaba entre los 16 y los 21º C (de 60 a 70º F).
La experiencia religiosa temprana de Elena
Como Elena creció en un devoto hogar metodista, no es de extrañar que, desde niña, haya sentido “la necesidad de que [sus] pecados fueran perdonados y quitados”, por temor a acabar “en la desgracia para siempre”. Ella recordaba que sus “padres [eran] personas de oración, quienes sentían mucha preocupación por el bienestar de sus hijos”, y confesó: “Intentaba mostrarme totalmente indiferente frente a ellos, por miedo a que pensaran que estaba bajo convicción [de pecado], mientras cargaba con un corazón doliente, y me angustiaba noche y día por temor a que me sobreviniera la muerte mientras estaba en pecado” (YI, 1/12/1852).15 Elena recordaba que “a menudo” oía a su madre orar “por sus hijos inconversos”. Una noche, oyó que Eunice, con angustia, exclamaba: “¡Oh! ¿Avanzarán, a pesar de tantas oraciones, hacia la destrucción y la desgracia?” Esas palabras turbaban a Elena “día y noche”; sin embargo, no le decía nada de esto a su madre (ibíd.).
Es posible que Elena haya comenzado a asistir a la escuela en el otoño de 1833, dos meses antes de cumplir seis años.16 La escuela de la calle Brackett estaba solo a una cuadra de su casa. Elena avanzó rápidamente en sus estudios y pronto le pidieron que leyera a los alumnos más pequeños. Años después, en un viaje en tren, Elena le estaba leyendo en voz alta a su esposo cuando una pasajera sentada detrás de ellos le preguntó:
“–¿No es usted Elena Harmon?