Charles A. Walker

De Túpac Amaru a Gamarra: Cusco y la formación del Perú republicano


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la evocación a los incas a su oposición a la campaña de centralización que los Borbones llevaban adelante. Como ha afirmado Flores Galindo, las masas indígenas también desarrollaron su propia interpretación del Imperio inca; “una sociedad igualitaria, un mundo homogéneo compuesto sólo por runas (campesinos andinos) donde no existirían grandes comerciantes, ni autoridades coloniales, ni haciendas, ni minas, y quienes eran hasta entonces parias volverían a decidir su destino: ...el mundo al revés”.63 La visión romántica del Imperio inca podría usarse para exigir derechos iguales para la nobleza india o para justificar el derrocamiento del colonialismo. Durante el levantamiento surgirían ambas perspectivas.

      En los años precedentes a la rebelión, en Cusco, la Iglesia y el Estado se enfrentaban en una virtual guerra civil, situación que podría considerarse como la división al interior de la clase dominante, que en muchos casos ha servido para precipitar revoluciones sociales. En general, el Estado borbónico había desafiado la influencia de la Iglesia católica en América al expulsar a los jesuitas en 1767 y supervisar mucho más estrechamente las finanzas de la Iglesia. En Cusco el conflicto estuvo personalizado en el choque entre dos participantes claves en el levantamiento de Túpac Amaru: el obispo Juan Moscoso y el corregidor de Tinta Antonio de Arriaga. Moscoso, en sus intentos por ser absuelto de las acusaciones de apoyo a los rebeldes, proporcionó algunos de los relatos más detallados del levantamiento. En cuanto a Arriaga, su ahorcamiento por orden de Tupac Amaru marcó el inicio de la rebelión.