al otro por la violencia. Moscoso decía que Arriaga, en un intento por defender sus intereses políticos y económicos en la región, dirigió la resistencia ante los representantes de la Iglesia, mientras que Arriaga se quejaba de que Moscoso había sobrepasado su jurisdicción y había apoyado actividades subversivas en la región. Ambos apelaron a las conocidas aversiones de los Borbones: Moscoso al disgusto frente a los omnipotentes funcionarios locales y Arriaga a la oposición a sacerdotes supuestamente rupturistas. Justo cuando el asunto llegaba a los tribunales, Arriaga fue ejecutado por Túpac Amaru y esta coincidencia en el tiempo respaldó las acusaciones que culpaban a Moscoso de haber apoyado a los rebeldes, por lo que este pasó los siguientes años defendiéndose de estos cargos.75 Además, durante la rebelión, Moscoso escribió informes largos y hostiles sobre el levantamiento, y recolectó dinero para las fuerzas realistas.76
A fines de la década de 1770 y en 1780 ocurrieron docenas de alzamientos en diferentes áreas de los Andes, varias de las cuales tuvieron lugar solo meses antes del estallido de la rebelión de Túpac Amaru. En Arequipa y en la ciudad de Cusco ellas expresaban el extendido furor frente a las reformas fiscales impuestas por el visitador Areche. Como movimientos multiétnicos que empleaban una ideología ecléctica eran evidentes sus paralelismos con el movimiento de Túpac Amaru. Pueden hallarse algunos indicadores de que el propio José Gabriel estuvo involucrado en estos levantamientos. Aun cuando esto es cuestionable, sin duda ellos influyeron en la naturaleza y el momento del levantamiento que se inició en la provincia de Tinta en noviembre de 1780.
A fines de la década de 1779, el visitador Areche supervisó el severo endurecimiento del sistema tributario: elevó los tributos, sobre todo los impuestos a las ventas —la alcabala—, amplió el número de los productos y comerciantes que se vieran afectados por este, y mejoró los procedimientos de recaudación. Los cambios fueron rápidos y drásticos, y afectaron virtualmente a todos los componentes de la sociedad colonial, incluyendo a los propietarios de tierras, a las autoridades criollas desplazadas, a un vasto número de comerciantes de clase baja, y a los indios.77 El hecho de que las nuevas tasas y las aduanas pusieran la puntería en los comerciantes ayuda a explicar la sorprendente velocidad con la que se esparcieron las noticias, los rumores y el descontento general, ya que en esta época los comerciantes vinculaban a diferentes regiones no solo a través de productos sino también de información (no hay que olvidar que el propio Túpac Amaru era propietario de mulas de arrieraje). Las reformas fiscales de 1770 alentaron diversas formas de insubordinación. Así, en 1774 estalló un levantamiento contra la recientemente inaugurada aduana de Cochabamba, en el Alto Perú; en 1777 ocurrió un disturbio en Maras, ubicado en la provincia de Urubamba; en tanto que en 1777 y 1780 la aduana de La Paz sufrió ataques.78 Sin embargo, los antecedentes más importantes del levantamiento de Túpac Amaru fueron los levantamientos y conspiraciones en Arequipa y Cusco en 1780.
El 1o de enero de ese año un pasquín escrito a mano, fijado en la puerta de la Catedral de Arequipa, proclamaba: “Quito y Cochabamba se alzó/ y Arequipa “¿por qué no?/ La necesidad nos obliga/ A quitarle al aduanero la vida/ Y a cuantos le den abrigo/¡Cuidado!”. El quinto día de ese mes se colocaron más pasquines. Uno de ellos estaba dirigido contra el corregidor de Arequipa Baltasar de Sematnat, quien había ofrecido una recompensa de 500 pesos por el arresto del autor de los versos del 1 o de enero. Decía:
Semanat
Vuestra cabeza guardad
y también la de tus compañeros
Los Señores Aduaneros
q’ sin tener caridad
han venido a esta Ciudad
de lejanas tierras y estrañas
a sacarnos las entrañas,
sin moverles a piedad
a todos vernos clamar
Porque cierto, y es verdad
que no hay un exemplar,
de matar a estos ladrones,
nos tienen que desnudar,
y así, nobles Ciudadanos,
en vuestra manos está
que gocéis sin pensiones
todas vuestras posesiones,
quitándoles las vidas
a estos infames ladrones.
Y continuaba:
Viva nuestro gran Monarca
viva pues Carlos tercero
y muera todo aduanero
y muera todo mal govierno.
Los versos atacaban inicialmente a aquellos que ejecutaban las nuevas políticas tributarias y exoneraban a la Corona española: “Pasquines ponemos/ No, no lo negamos/ Pero sin negar/ la obediencia a Carlos”.79 Empero, no persistió la acostumbrada consigna “Viva el Rey y Muerte al Mal Govierno”, que fue tan común en el pensamiento insurgente de inicios del período moderno. Los pasquines hallados el 12 de enero se preguntaban: “¿Hasta quándo Ciudadanos/ de Arequipa habéis de ser/ el blanco de tantos pechos/ que os imponen por el rey?”.80 El autor anónimo también hace un contraste de los monarcas españoles con los monarcas ingleses: “Que el Rey de Inglaterra/ es amante a sus vasallos/ al contrario es el de España/ hablo del señor Don Carlos”.81 De igual manera, otros versos felicitaban a Inglaterra, en momentos en que España se había aliado secretamente con Francia con el fin de defender sus propiedades en América del Norte y recuperar Gibraltar. Si bien había tenido un moderado éxito en ultramar, España era incapaz de derrotar a la armada británica en Gibraltar. Los pasquines también se referían al reemplazo de Carlos III con un rey inca, Casimiro.82
Los pasquines estaban dirigidos principalmente a la reciente política fiscal, y denunciaban a las aduanas y la alcabala, y ridiculizaban y amenazaban a aquellos que las operaban.83 Ellos buscaban claramente inducir a un amplio sector de la población a participar en las protestas. El pasquín dirigido a Sematnat terminaba así: “No os acobarden temores/ oh, muy nobles ciudadanos/ ayúdennos con sus fuerzas/ nobles, plebeyos y ancianos”.84 Los pasquines combinaban diferentes elementos de pensamiento anticolonial: la crítica a los aviesos representantes del rey y luego al propio rey, la restauración inca, la religión popular, y motivos de queja específicos, tales como la acción de las aduanas, en lo que un autor denomina “la búsqueda de alternativas políticas al Estado colonial”.85 Los rebeldes no eran los únicos que utilizaban versos; los defensores del statu quo replicaron en un largo poema, en el cual, a la vez que describían los recientes eventos “criminales”, planteaban la pregunta: “¿Qué es esto, Vulgo Ignorante/ Qué fantástico delirio/ ha manchado en un instante la lealtad de tantos siglos?”.86
La “rebelión de los pasquines” fue más allá de la retórica. La noche de los días 5 y 8 de enero los guardias de la ciudad notaron que personas extrañas la atravesaban a caballo y a pie. Durante los días siguientes, la cantidad de estos jinetes fantasmas creció y dio forma al temor a la violencia que había sido incitada por los pasquines. El día 13, un grupo atacó la aduana. Sin embargo, Juan Bautista Pando, el administrador y el principal objetivo de los dardos y amenazas de los pasquines, se negó a cambiar sus enérgicos esfuerzos recaudadores, con lo que subestimó a la oposición. El día 14, una turba de unas 3000 personas atacó nuevamente la aduana y saqueó sus instalaciones. Pando y sus colegas apenas pudieron escapar. La súbita abolición que el corregidor Sematnat hizo de la política de Areche no apaciguó a la creciente banda de rebeldes, a la que se ha descrito como un grupo en el que se mezclaban mestizos, indios y algunos blancos.87 Los disturbios continuaron en los días siguientes, cuando diversos grupos atacaron la casa del corregidor y la cárcel. El día 16, con gran dificultad, una unidad de milicia tomó la ciudad contra las fuerzas rebeldes y, tan pronto la ciudad estuvo asegurada, aprehendió sospechosos y muchos de ellos fueron ahorcados. Igualmente, las fuerzas gubernamentales castigaron a determinados poblados indios cercanos por ser sospechosos de apoyar los disturbios.88
Algunos documentos sugieren que Túpac Amaru estuvo presente en los disturbios de Arequipa, incluso si no fuera cierto, no hay duda de que sus designios políticos estuvieron influenciados por