artesanos y arrieros constituían la mitad del total. Esta información confirma el argumento de muchos autores de que el liderazgo estaba conformado por un grupo de clase media colonial que, aunque no era pobre, estaba excluido de los círculos de poder económico y político.135
Los indios de comunidad constituían el grueso de las fuerzas de Túpac Amaru, en su mayoría originarios del lugar y no forasteros. Como se ha señalado, la mayor parte provenía del valle de Vilcanota, y las mujeres estaban bien representadas tanto en el liderazgo como en las fuerzas de combate.136 Empero, las motivaciones de los rebeldes son más difíciles de precisar. En sus acciones, su odio por el Estado colonial y sus representantes era totalmente manifiestos y no cabe duda de que las cada vez mayores demandas al Estado ayudaron a hacer estallar el conflicto. Sin embargo, no eran una simple reacción ante las políticas estatales, ya que gran parte de la lucha era personal: castigaban a corregidores o caciques abusivos, o incendiaban obrajes, con lo que intervenían en conflictos locales que, en muchos casos, se habían desarrollado durante años. Y, como suele suceder en los movimientos campesinos, su fervor decaía en la medida en que se apartaban de sus propias comunidades y reivindicaciones. Sin embargo, Túpac Amaru solía organizar unidades que se movían por toda la región de Cusco y, si bien parte de su motivación eran, sin duda, los botines de guerra, no eran simples criminales como lo afirmaba el Estado español.
El caso del infortunado arriero Esteban Castro ilustra cómo fue que el descontento en relación a la política colonial, la convocatoria del propio Túpac Amaru y las circunstancias llevaron a algunas personas al conflicto. Los cambios estructurales y los conflictos locales no son los únicos factores que es necesario considerar para explicar las actividades rebeldes. A fines de noviembre, un emisario de Túpac Amaru se había topado con Castro y le había pedido que patrulle los cerros de la provincia de Quispicanchi. Luego de un par de días de este tedioso deber de centinela, Castro decidió seguir de cerca a los seguidores que Túpac Amaru tenía en los diferentes poblados del valle de Vilcanota. Luego de unos pocos días, empero, se quedó retrasado, porque su mula estaba cansada, y regresó a su pueblo de Surimana, donde luego fue capturado. Cuando le preguntaron por qué se había unido a los rebeldes, “faltando de la legalidad de nuestro Católico Rey”, él respondió “que por averse publicado un bando en que explicaba que no abría ya en adelante corregidores, repartimientos, aduanas y alcabala, y que a él solo (Túpac Amaru) le habían de rendir obediencia todos, como a rey chiquito”. Luego afirmó que en diciembre de 1780 había abandonado el movimiento y, a la vez que negó que apoyaba a Túpac Amaru, señaló que cuando fue centinela “su ánimo fue prender a todos los españoles que transitasen por aquel camino y enviarlos al obraje de Pomacancha”. Si bien Castro disminuyó su rol en la rebelión con el fin de salvarse, no logró camuflar su odio a los españoles y a los obrajes. Y fue colgado.137
Luego de la batalla de Sangarará el pánico se apoderó de la ciudad de Cusco. Las autoridades sacaron en procesión a las dos imágenes religiosas más veneradas de Cusco, el Señor de los Temblores y la Mamacha Belén, con el fin de detener a los rebeldes y, en forma más realista, para desalentar a las clases bajas —incluyendo a la importante población indígena de la ciudad— del apoyo a los insurgentes. En una carta fechada el 17 de noviembre, el obispo Moscoso expresaba desprecio y desconfianza nerviosa hacia las clases bajas, sentimientos que se entretejieron y subsistieron en la región por décadas.138 Señalaba que “aunque los indios por su imbecilidad y rudeza no han de ser apremiados con censuras, he puesto declaratorias contra el Rebelde en todas las puertas de las iglesias de esta ciudad”. Afirmaba que “todos estos socorros y su prontitud se necesitan para la guardia de esta ciudad, que es la clave del Reino. Ella carece de armas y de sujetos que las manejen, pues sólo abundan indios, cholos y mestizos, que por interesarse en los latrocinios del Rebelde, dejarían nuestras banderas y pasarán a las contrarias”.139 El primero de diciembre, el corregidor de Cusco estimaba que solo contaba con 1200 a 1300 soldados para defender la ciudad, mientras Túpac Amaru tenía alrededor de 40 000, además de reservas provenientes de todas las provincias del sur. Por tanto, dudaba de que se pudiera resistir un ataque.140 Cusco no estaba solo en estos temores. Por ejemplo, un funcionario de Abancay, una provincia ubicada al oeste de Cusco, describía el “terror pánico” de la gente en los poblados cercanos. Otras autoridades, nerviosamente, elaboraban testimonio escrito sobre las muchedumbres que se habían unido a los rebeldes, la intimidación de los realistas, y la velocidad de José Gabriel y sus fuerzas. Temían por sus vidas.141
Mapa 3. Sitios de la Rebelión de Túpac Amaru.
Cuando los rebeldes ingresaban a un poblado, a menudo encarcelaban a los funcionarios, incluyendo a los caciques, y levantaban horcas intimidatorias. Por ejemplo, cuando el 27 de noviembre Túpac Amaru y 6000 indios llegaron a Velille, en la provincia de Chumbivilcas, saquearon la casa del corregidor y distribuyeron sus pertenencias, nombraron nuevas autoridades, abrieron la cárcel y destruyeron el cepo que se usaba para castigos.142 Cuando las aguas comenzaron a elevarse con la llegada de la estación de lluvias, hacia fines de año, los rebeldes tomaron el control de muchos puentes. También vigilaban caminos y trochas, logrando manejar las comunicaciones y la inteligencia.143 Hacia fines de 1780, sin embargo, la ofensiva de Túpac Amaru, aparentemente inexorable, comenzó a desacelerarse tenuemente. Finalmente, las fuerzas realistas demostraron que eran capaces de enfrentar a los rebeldes, y la propaganda contra José Gabriel y sus “hordas” comenzó a tener efecto. Más aún, pronto llegarían refuerzos.
El 20 y 21 de diciembre, los rebeldes fueron derrotados en las afueras de Ocongate, en la provincia de Quispicanchi, donde las numerosas fuerzas gobiernistas utilizaron su poder de fuego para dividir a los insurgentes y mataron a cientos de ellos. El obispo Moscoso, quien es autor del mejor relato de esta batalla, increpaba a los rebeldes por su violencia desenfrenada y describió cómo ellos habían asesinado a los españoles con los que se habían cruzado sin considerar edad o género. Lo cierto es que los soldados del corregidor esgrimían las cabezas de algunos de los rebeldes en la punta de sus lanzas, exhibiéndolas en las calles de Cusco, lo que Moscoso aplaudió, juzgando “muy oportuna para dejar advertir a la plebe y corregir de algún modo la mala disposición en que podía estar”.144
Las cartas e informes progobiernistas, muchos de ellos ampliamente difundidos, describían a los indios como ladrones cobardes que se unieron temporalmente al movimiento con fines de saqueo y pillaje. Moscoso ponía énfasis en que las tropas rebeldes eran indisciplinadas y que solo temporalmente se habían comprometido con el movimiento; con tal interpretación intentaba amenguar el pánico causado por los rumores que decían que entre cincuenta y cien mil rebeldes controlaban las provincias del sur de Cusco, y que estarían dirigiendo su atención hacia la propia ciudad. Asimismo, justificaba la represión a gran escala contra los rebeldes, quienes, según su calificación, eran criminales violentos y no rebeldes subversivos, con lo que desalentaba el apoyo de quienes no eran indígenas. Moscoso, incluso, señalaba que los rebeldes impedían la confrontación directa con las tropas realistas, y que al retroceder rápidamente “como moscas espantadas de un plato de dulce”, los rebeldes eran difíciles de derrotar. Describía su táctica de guerrillas con frustración y buen sentido militar.145
El 17 de diciembre Túpac Amaru regresó de su correría en la zona del lago Titicaca y, dos días después, cuando escuchó informes de que tropas realistas de apoyo estaban llegando de Buenos Aires, finalmente prestó oídos al insistente llamado de Micaela Bastidas para atacar Cusco. Salió de Tungasuca con 4000 soldados y siguió reclutando camino al Cusco, y a su paso los rebeldes saquearon numerosas haciendas. Túpac Amaru ha sido criticado por haber demorado el ataque a Cusco tanto por sus contemporáneos como por varias generaciones de especialistas, que afirman que, si él hubiera escuchado a Micaela, el resultado habría sido diferente. Pero él había intentado extender el control territorial e impedir un contraataque desde el sur antes de enfrentar al grueso de las fuerzas españolas en Cusco, que era la ciudad clave.146
Las noticias sobre la proximidad de los rebeldes petrificaron a gran parte de la población de la ciudad. Así, un comentarista señalaba que la llegada de tropas realistas no era sino la confirmación de los rumores sobre la