Estado colonial. Sin embargo, esta interpretación implica un nivel de intencionalidad que no puede ser confirmado. Sería más correcto comprender esta retórica como una subversión de los paradigmas dominantes. Una serie de especialistas que han trabajado el concepto de hegemonía han demostrado que los proyectos contrahegemónicos surgen no desde fuera sino desde dentro del discurso dominante, poniéndolo de cabeza.116 José Gabriel y otros dirigentes enfatizaron sus “derechos” al interior del colonialismo, derechos que habían sido sistemáticamente violados. No estaban intentando retornar a algún tipo de pacto habsburguiano benevolente, sino más bien derrotar el proyecto de los Borbones. Al utilizar el mismo discurso que el colonialismo hizo aún más sedicioso a su movimiento. Los caprichos del dominio colonial, y la dislocación entre el discurso y la práctica, lo hicieron fácil presa de este tipo de subversión. Por ejemplo, el término “mal gobierno” se presta claramente para una variedad de comprensiones: es polisémico. Combatir en nombre del Rey no necesariamente significa adhesión al colonialismo. El análisis de las acciones de los rebeldes puede ayudar a esclarecer el significado de su retórica. En este caso, cuando los rebeldes estaban destruyendo propiedades y persiguiendo autoridades, la lucha era explícitamente subversiva.
Túpac Amaru creó una ideología protonacional que buscaba unir contra los españoles y europeos a todos los diferentes grupos étnicos nacidos en el Perú. Una y otra vez, él y otros ideólogos presentaban a los criollos y mestizos como paisanos, como compatriotas, y no hablaban de la “patria chica”, sino de todo el virreinato del Perú y alrededores. El 21 de noviembre, Túpac Amaru señaló que su objetivo no era perjudicar en modo alguno a los criollos, sino “vivir como hermanos, congregados en un solo cuerpo, para destruir a los europeos”.117 Presentaban a los españoles —llamados “chapetones”— como sus enemigos. En un documento destinado a convocar combatientes, se quejaba de la “hostilidad y vejámenes que se experimenta de toda gente europea”.118 En medio de la batalla de Sangarará, Túpac Amaru decretó que “extinguiría” los repartimientos y a los europeos, dejando solo el tributo, que sería disminuido en un 50%. Mollinedo sobreentendía que esto era una propaganda engañosa para aislar a los españoles de los criollos y los mestizos.119 La definición exacta del enemigo varió durante la rebelión, en la medida en que los indios extendieron su significado para incluir a todos los explotadores que no eran indígenas.120 No obstante, Túpac Amaru intentó unificar a todos los que no eran europeos para luchar contra el colonialismo.
Túpac Amaru y sus comandantes se dispusieron rápidamente a ampliar su base en toda la región del sur de Cusco, e instruyeron a los caciques de Azángaro, Lampa y Carabaya, “para prender a los Corregidores, embargándoles sus bienes... y que se ponga horcas en todos los pueblos”.121 Se emitieron incontables edictos que explicaban los motivos de la rebelión —y que resaltaban sus esfuerzos contra las autoridades corruptas y su apoyo al rey— y llamaban a los indios a unirse. Se utilizó a los caciques y otros intermediarios para leer estos documentos a las masas indias analfabetas y también para reclutarlas. Asimismo, se envió comunicaciones al Alto Perú, el norte de Argentina, y Chile. Las fuerzas insurgentes se multiplicaron rápidamente: la cifra subió de 6000 efectivos a mediados de noviembre a 50 000 a fines de diciembre. Por ello, en una carta de fines de noviembre, dirigida al corregidor del Cusco, el autor comentaba atemorizado que el ejército de Túpac Amaru “se aumenta por instantes, crece su valor a vista de sus triunfos”.122
Los rebeldes contaban con viajeros, sobre todo con arrieros, y también con soldados ágiles, para coordinar y espiar.123 Las chicherías fueron importantes lugares para conspiraciones, rumores, frustraciones compartidas y, durante la rebelión, para sesiones de estrategia. Ubicadas a lo largo de diversas rutas y al interior de la ciudad del Cusco, las chicherías no solo ponían en contacto a los indios con aquellos que no lo eran, sino también vinculaban, a través de viajeros locuaces, a las diversas regiones.124 No obstante, a pesar de su rápida expansión —que había provocado gran pánico entre las fuerzas españolas— el movimiento enfrentó problemas comunes a las guerrillas insurgentes. Carecían de armas y abastecimientos básicos como alimento, alcohol y hojas de coca. Estaban armados principalmente con lanzas, cuchillos y hondas.125 Un documento anónimo describía cómo miles de rebeldes habían sido asesinados, pues “ellos son unos simples porque no conocen que con la honda nada pueden hacer al frente de Juan Fusil”.126 También padecían de problemas de disciplina y comunicación, causa por la cual los dirigentes tuvieron dificultades para controlar las acciones de sus soldados.
Micaela Bastidas, la esposa de Túpac Amaru, estaba a cargo de la logística, aunque para muchos observadores, ella era la mejor comandante. Luego de la victoria de Sangarará, Túpac Amaru decidió consolidar sus fuerzas en el sur antes de volver su atención al centro del poder colonial en los Andes peruanos: la ciudad de Cusco. Quería aumentar en número e impedir ataques de Arequipa y Puno, y a principios de diciembre, dirigió la captura de las ciudades de Lampa y Azángaro, cerca al lago Titicaca, y de Coporaque, en las provincias altas de Cusco. Micaela permaneció en Tungasuca, donde en ese momento estaba el cuartel general del movimiento, a cargo de coordinar con los diferentes elementos del movimiento, organizando el traslado de abastecimientos y tropas, y manteniendo estrecho contacto con su esposo, a quien exigía apurar el ataque sobre Cusco. El 6 de diciembre le escribió que los soldados estaban cansándose y que podrían regresar a sus pueblos de origen. Le advertía ser cuidadoso y señalaba su desesperación: “yo misma soy capaz de entregarme a los enemigos para que me quiten la vida, porque veo el poco anhelo con que ves este asunto tan grave que corre con detrimento la vida de todos, y estamos en medio de los enemigos que no tenemos ahora segura la vida; y por tu causa están a pique de peligrar todos mis hijos y los demás de nuestra parte”.127 Ella quería tomar el Cusco antes de que llegaran refuerzos de Lima. Es necesario recalcar que Micaela Bastidas no tenía una posición tan importante simplemente por ser esposa de Túpac Amaru, pues también hubo muchas otras mujeres que eran dirigentes de la rebelión. Por ejemplo, Tomasa Condemayta, la cacica de Acos, quien organizó y dirigió tropas, el 9 de diciembre se quejaba de que con “el Inca tan distante”, el movimiento se debilitaba.128
Aunque después del ahorcamiento de Arriaga las fuerzas de Túpac Amaru habían continuado hacia el área del lago Titicaca, su base permanecía en el valle de Vilcanota, al sudeste de la ciudad de Cusco, donde se había iniciado la rebelión. El obispo Moscoso llamaba al Vilcanota “garganta de todo el Reino” y “nervio principal de la sublevación”.129 Eran particularmente importantes las provincias de Quispicanchi, Chumbivilcas y, sobre todo, Canas y Canchis (o Tinta), donde Túpac Amaru tenía un sólido apoyo por tratarse de su provincia de origen.130 El Camino Real que comunicaba a Cusco con el Alto Perú corría a lo largo del río Vilcanota, lo que explica por qué muchas de las comunidades que apoyaron activamente a Túpac Amaru habían participado en este circuito comercial transregional. Como lo ha señalado Flores Galindo, los miembros de estas comunidades no se ajustan al estereotipo del campesino empobrecido o miserable.131 El propio Túpac Amaru era originario de esta región, donde operaban sus mulas, y tenía extensos vínculos familiares y de negocios, incluyendo entre ellos lazos estrechos con docenas de caciques, quienes llegaron a ser un importante apoyo.132 Para el reclutamiento, Túpac Amaru contaba con tres ventajas superpuestas: primero, vínculos de parentesco en todo el valle de Vilcanota; segundo, conexiones con otros caciques, muchos de los cuales habían trabajado con él y lo habían acompañado en sus litigios; y, tercero, contactos en toda la región debido a su trabajo como comerciante y a que, como cacique, entre sus deberes estaba el de conseguir trabajadores para la mita en las minas de Potosí. Por otro lado, la resistencia al movimiento estaba ubicada en la ciudad del Cusco y en el Valle Sagrado, al norte de la ciudad, donde la mayoría de los caciques se oponían a Túpac Amaru.
El liderazgo del movimiento era socialmente heterogéneo. Scarlett O’Phelan ha detectado que, entre quienes intentaron dirigir la rebelión, diecinueve eran españoles o criollos, veintinueve eran mestizos, diecisiete eran indios, cuatro eran negros o mulatos, y tres de etnicidad no declarada. Provenían de una docena de provincias diferentes del Perú, y algunos de ellos habían venido de Chile, Río de la Plata y España.133 Un realista acusó a Túpac Amaru de reunir “indios, como mestizos y españoles criollos, a quienes va engañando con la falacia de que no les hará daño, ni perjudicará la religión y que solamente