realistas no estaban desprevenidas; por ejemplo, ya en diciembre, Moscoso había conducido una exitosa campaña para recolectar dinero destinado a la defensa de la ciudad. Además, llegaron refuerzos de Abancay y, lo que es más importante, el 1° de enero llegó a Cusco una expedición muy bien armada proveniente de Lima.148 Muchos ciudadanos proponían un arreglo negociado, pues se preguntaban nerviosamente sobre lo que las clases bajas harían cuando la ciudad fuera atacada; sin embargo, la llegada de refuerzos inclinó la balanza hacia los partidarios de la línea dura que rechazaban las negociaciones.
El 28 de diciembre Túpac Amaru inició el sitio al Cusco, pero sus planes originales de realizar un movimiento de pinzas se vio frustrado cuando las columnas dirigidas por Diego Cristóbal Túpac Amaru y Andrés Castelo no pudieron llegar a la ciudad.149 Entonces estacionó sus tropas en un risco ubicado al oeste de la ciudad y envió negociadores al Cabildo de la ciudad con una carta que llamaba a la rendición inmediata. El documento señalaba su noble sangre inca y las acciones que había tomado contra los corregidores. Hacía una relación de sus planes: la supresión del cargo de corregidor, el fin del reparto, el nombramiento de un alcalde indio consciente en cada provincia, y la creación de una Real Audiencia en Cusco.150 La Municipalidad y el obispo Moscoso simplemente desairaron a sus emisarios.
Luego de más de una semana de negociaciones frustradas y de escaramuzas, el 8 de enero se inició la principal batalla por Cusco. Las fuerzas rebeldes buscaban sitiar la ciudad y controlar la entrada norte que vinculaba Cusco con los valles productores de grano al oeste y con Lima. Por su parte, para enfrentar a los insurgentes, las tropas de milicia —en particular el batallón de comerciantes— se hicieron cargo de los escarpados cerros que rodeaban la ciudad, mientras diversas compañías detenían las ocasionales arremetidas de los rebeldes contra la ciudad. Miles de indios leales de refuerzo, provenientes de Paruro, reforzaban a las fuerzas realistas. Los cañones y la artillería utilizada por los rebeldes fallaron una y otra vez debido —según algunos— a la traición de Juan Antonio de Figueroa, uno de los pocos españoles que combatieron por el lado de los rebeldes y, según un informe, el 10 de enero los treinta mil rebeldes se retiraron. Las bajas fueron pocas en ambos lados. Se han presentado numerosas hipótesis por este viraje de los acontecimientos; una de ellas es que los realistas habían colocado a miles de indios en la primera fila y tal vez Túpac Amaru quería evitar matarlos. Aparentemente, quería tomar la ciudad sin violencia, con una entrada triunfal, lo que en ese momento era imposible.151 Por lo demás, sus tropas también estaban sufriendo a causa de un nivel peligrosamente bajo de alimentos, lo que empujaba a muchos a desertar durante la noche.152 Aunque la rebelión todavía estaba lejos de haber llegado a su fin, en ese momento los españoles entraron al ataque.
Contraataque
Luego del fracasado sitio al Cusco, Diego Cristóbal Túpac Amaru condujo una ofensiva hacia el norte y este de Cusco: a Calca, a Urubamba y luego a Paucartambo. El cacique realista Pumacahua lo persiguió. José Gabriel regresó a Tungasuca mientras algunos de sus comandantes más cercanos continuaban la campaña en las provincias altas del sur. En este punto, salieron a la superficie las divisiones en las fuerzas de Túpac Amaru. A fines de enero, Micaela recibió informes de que diversos poblados de Chumbivilcas se habían vuelto contra los rebeldes, algunos comandantes le enviaban prisioneros que estaban acusados de espiar para el gobierno153; y Diego Cristóbal se quejaba de los excesos de sus tropas. Las fuentes oficiales, por su lado, dieron gozosa publicidad a informes de deserciones a gran escala, particularmente entre aquellos que no eran indígenas.154
Flores Galindo ha identificado, al interior del movimiento rebelde, dos fuerzas que se hallaban cada vez más encontradas: “El proyecto nacional de la aristocracia indígena y el proyecto de clase (o etnia) que emergía con la práctica de los rebeldes”. Las diferentes formas como ambas fuerzas usaban la violencia ampliaron esta escisión entre el liderazgo y los seguidores. Túpac Amaru y Micaela sabían que los ataques contra los criollos —y más aún contra curas, mujeres u otros “no-combatientes”— alejaría a quienes no eran indios, lo que haría imposible que el movimiento fuera multiétnico; sin embargo, no fueron capaces de controlar a los diversos grupos que operaban bajo su bandera, una división que el gobierno explotó.155 Túpac Amaru, Micaela y los otros dirigentes condujeron fuerzas que ejecutaron a autoridades españolas, tomaron haciendas y obrajes, y atacaron a aquellos que intentaban detenerlos. Ceremonias del tipo de aquella realizada para ejecutar a Arriaga resaltaban el poder regio de Túpac Amaru. Su uso de la violencia estaba en armonía con la presentación del levantamiento como un esfuerzo contra la malvada práctica colonial y su ira se dirigía hacia los perversos españoles. Las masas indígenas, sin embargo, por momentos emplearon una definición mucho más amplia del enemigo, que en algunos casos podía incluir a todos aquellos que no fueran indios. La propia violencia fue más allá del mero exterminio del enemigo.
Con el fin de entender mejor la violencia de la rebelión, es necesario revisar los propios combates militares. A pesar del gran número de soldados de ambos lados, la característica de la rebelión fueron las incursiones guerrilleras y no las grandes batallas. La topografía de los Andes, con sus grandes cumbres y valles estrechos, ayuda a explicar el bajo número de combatientes en cada batalla: reconociendo su inferioridad en armamento, los rebeldes preferían los desfiladeros y senderos altos, donde podían utilizar su conocimiento del terreno.156 En muchas de las victorias rebeldes, la toma del poblado, propiedad u obraje halló poca oposición; en otras, los rebeldes atacaban por olas. Los relatos provenientes de españoles resaltaban la persistencia de los atacantes y los efectos dolorosos de su principal arma, la honda. También señalaban la importancia de las mujeres, quienes reunían las rocas que serían arrojadas y que resistían las arremetidas realistas, a menudo con filudos huesos de animal en fieros combates cuerpo a cuerpo.157 El comandante realista Pumacahua, cacique de Chinchero, que se haría célebre en 1815, ayudó a cambiar la corriente contra los rebeldes al adoptar la estrategia de guerrillas que aquellos habían usado con tanto éxito.
Incluso sucedió que, en el impetuoso período previo a la toma de Cusco, las fuerzas de Túpac Amaru ocasionalmente desobedecieron a sus jefes que intentaban controlar su violencia. También hubo otros casos, como el sucedido en noviembre de 1780, como consecuencia de Sangarará, cuando los indios de Papres, Quispicanchi, apedrearon hasta la muerte al cacique criollo de Rondocan, a pesar del hecho de que él apoyaba a los insurgentes; un informe señalaba que la razón era simplemente porque no era indio.158 En algunas zonas controladas por los rebeldes la vestimenta con atuendo español era una razón suficiente para la muerte y los seguidores indígenas de la rebelión amenazaban a todos los puka kunka (cuello rojo o “colorado”), que era el nombre que se daba a los españoles159. A fines de diciembre, cuando las fuerzas rebeldes se aproximaron a Cusco y enfrentaron a las tropas hábilmente dirigidas por Pumacahua, fueron acusados de atrocidades en Calca, en el Valle Sagrado. Según un comentarista realista, “dieron muerte cruel a quantos Españoles hallaron de ambos sexos reputando por Españoles o Mestizos a todos los que tenían camisa, y lo que es más horrible, usaban torpemente de las mujeres de representación agradable, quitándoles después la vida, llegando a la mayor impiedad de incubar sobre los cadáveres de otras”.160
En febrero, las fuerzas de Túpac Amaru estaban a la defensiva en la región circundante a Cusco. El inspector general José del Valle llegó a fin de mes con doscientos soldados bien entrenados del Batallón estable del Callao. Del Valle y el visitador general Areche querían pacificar a la población de Cusco con la abolición del reparto y las aduanas y el perdón para los rebeldes que de inmediato entregaran las armas.161 Así, en marzo estuvieron al mando de quince mil soldados divididos en seis columnas, la mayor parte de los cuales eran indios.162 En este punto, Túpac Amaru enfrentaba no solo una fuerza realista mucho más fuerte, y divisiones en sus propias tropas, sino también problemas logísticos para asegurar vestimenta y alimento suficiente: un jefe rebelde se quejaba de que sus soldados estaban “desnudos”.163
El 9 de marzo Del Valle salió de la ciudad de Cusco, dejando tras de sí a un pequeño contingente para que defienda la ciudad. En Cotabambas, hacia el sur, la quinta columna derrotó a dos de los mejores generales de Túpac Amaru, los criollos Tomás Parvina y Felipe Bermúdez, y ambos murieron. La mayor parte de las tropas realistas avanzaron, a lo largo de los altos