y algunas con dinámicas de expansión o procesos de desestructuración. Según los datos del censo de 1850, Lima (Cercado) contaba con 85 116 habitantes. Para el mismo año la población de Jauja y la comarca fue registrada en 89 796 habitantes. Similar fenómeno se registraba en Chota, con 77 044 habitantes, o Lampa, con 76 488 (Gootenberg, 1995, pp. 8-10). Ciudades y regiones de entorno mantenían un territorio relativamente «plano» en términos de población.
¿Fue el siglo XIX peruano uno completamente gris, regresivo y un «siglo perdido» en nuestra historia republicana? La historiografía urbana y arquitectónica del siglo XIX poscolonial ha abordado este siglo a medio camino entre una serie de prejuicios y la falta de información específica extensiva al conjunto del país. De ahí que los registros o panoramas, con distintos niveles de profundidad y análisis, formulados por Héctor Velarde, Emilio Harth-Terré, Juan Bromley y José Barbagelata, José García Bryce, Ramón Gutiérrez, Leonardo Mattos-Cárdenas o Manuel Cuadra, entre otros, siendo importantes contribuciones de origen, resultan aún referenciales y acotados a determinados espacios (las principales ciudades del Perú), tipologías (casas señoriales) o momentos (a partir del inicio del boom guanero o la segunda mitad del siglo XIX). En contraste con la vasta historiografía sobre la arquitectura y el urbanismo inca o colonial, resulta aún notoria la ausencia de historias más polifónicas y a la vez singulares escritas para el periodo de la República desde la especificidad de la arquitectura y el urbanismo.
Si la historiografía urbana y arquitectónica del siglo XX registra múltiples vacíos y fenómenos desatendidos o parcialmente abordados, las deudas con el siglo XIX son aún bastante más evidentes. La razón: una serie de prejuicios autoimpuestos desde que el Oncenio de Augusto B. Leguía (1919-1930) optó por convertir todo lo acontecido antes de su «Patria Nueva» en un tiempo asociado con el pasado, lo antiguo y un atraso secular. Y, de otro lado, la idea de que en medio de una República incipiente dominada por el desgobierno, la anarquía política, la crisis económica y la derrota ominosa en la Guerra del Pacífico podía considerarse impensable encontrar una variada y compleja producción arquitectónica y urbanística que ameritara su registro histórico2.
La nueva historiografía social, económica, política y cultural del siglo XIX de las dos últimas décadas ha empezado a revelarnos un «nuevo» siglo XIX, de sombras, pero también de múltiples luces y gestos de reforma y progreso. Más allá de todo aquello imputado como un siglo «perdido» por el desgobierno y las guerras perdidas, el siglo XIX aparece en su verdadera dimensión como un periodo de una impresionante densidad de actuaciones y proyectos impregnados de modernidad heroica.
A la luz de estas nuevas condiciones de información, una caracterización más específica de la producción urbanística y arquitectónica de la etapa republicana del siglo XIX sugiere subdividir esta etapa en dos momentos históricos, cada uno de los cuales registra —desde el punto de vista de las condiciones económicas, políticas, sociales, urbanísticas y arquitectónicas— rasgos visiblemente diferenciados. El primero, se extiende desde 1821 hasta 1840. Este primer momento constituye lo que se ha denominado un «periodo de transición» o un «periodo fundacional» de la República con todo lo que ello significa en términos de provisionalidad, incertidumbre, marchas y contramarchas, así como encuentros y desencuentros entre lo viejo y lo nuevo. O, como denomina Fernando Armas Asín, la «Republica temprana» (2011, p. 104)3. El segundo periodo se inicia en 1840 y se extiende hasta 1885. Corresponde a un momento de notable expansión urbana e inmobiliaria, producto del boom guanero y las propuestas de una modernización práctica del país y sus ciudades. La historiografía social y política también reconoce este periodo como el de la «República del guano» (Contreras & Cueto, 2013).
En contraste con la poca importancia asignada al primer momento, la historiografía urbana y arquitectónica se ha ocupado principalmente —como se ha mencionado antes— de la producción arquitectónica y urbanística del periodo de la República guanera. Preeminencia comprensible en tanto el encuentro entre el prejuicio extendido de un periodo inicial, sin ningún tipo de iniciativas en términos de arquitectura o urbanismo, y las evidencias fácticas de que, en efecto, algo de ello es cierto, pero no en los términos de un «vacío» absoluto de ideas, proyectos y obras. El hecho de que en este periodo inicial no se haya producido algún gran relato u obra de significación arquitectónica y urbanística como aconteció en el periodo siguiente no significa que no se hubiera producido una serie de iniciativas o proyectos de significación histórica indiscutible, a pesar de no haber sido construidos y llevados a la práctica.
El conocimiento de la arquitectura y el urbanismo de este periodo inicial de la vida republicana del periodo 1821-1840 sigue siendo un desafío por dilucidar. Una relación de ideas, obras, acciones desarrolladas por los diferentes gobiernos de este periodo se encuentra normalmente registrada en casi todas las historias de la República, así como en la historiografía específicamente urbana y arquitectónica que abarca esta etapa. Un registro de notación filológica de algunas obras y proyectos ejecutados para Lima en los primeros años de la República se encuentra, por citar un ejemplo, en Evolución urbana de la ciudad de Lima de Juan Bromley y José Barbagelata (1945). Sin embargo, en las primeras historias analíticas de la arquitectura y el urbanismo del siglo XIX peruano, como es el caso de los aportes indiscutibles de José García Bryce, Héctor Velarde y Emilio Harth-Terré, lo efectuado en términos de arquitectura y urbanismo durante las dos primeras décadas de vida republicana no fue objeto de un tratamiento específico, más allá de referencias ineludibles, las dificultades económicas y la inestabilidad política que no habrían hecho posible el desarrollo de una nueva arquitectura (García Bryce, 1980; Harth-Terré, 1963, 1964a y 1964b; Velarde, 1946 y 1978)4.
Una primera aproximación sistemática al develamiento de la producción arquitectónica y urbanística de los primeros años de vida republicana lo constituye sin duda las indagaciones de Leonardo Mattos-Cárdenas sobre los planteamientos y obras de Simón Bolívar durante su gobierno en el Perú, como parte de su análisis del periodo 1810-1830, como ocurre en su Urbanismo andino e hispanoamericano. Ideas y realizaciones (1530-1830). Respecto a la arquitectura y el urbanismo propuesto o ejecutado durante el periodo de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839), otro momento aún inexplorado en toda su extensión, junto a Leonardo Mattos-Cárdenas, quien ha dedicado referencias específicas a este periodo, Ramón Gutiérrez ha abordado esta etapa con cierta especificidad en Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica (1983, pp. 377 y ss.)5.
Si la aspiración es encontrar en esta República de inicio una nueva generación de edificios e intervenciones urbanas impregnados de una épica de espíritu republicano, se llegará a la misma conclusión: que en este periodo no solo no pudo haber nada interesante que historiar, sino que tampoco pudo haber construido alguna obra representativa del espíritu revolucionario de la época. Pero esta mirada que reduce el dominio de la arquitectura y el urbanismo tan solo a la «obra» construida desconoce que la arquitectura, antes que objetos edificados, es un complejo fenómeno social y material que comprende no solo a los objetos, sino a las ideas, los procesos que se generan y los personajes que participan con distintos roles en la producción arquitectural (Ludeña, 1997). Visto así puede resultar tanto o más importante e interesante que buscar edificios que no existen, identificar y entender la serie de ideas, normas o proyectos formulados pero tal vez nunca realizados. Valorado de este modo se tiene la certeza de que este periodo fundacional de la República resulta fascinante exactamente —aunque resulte paradójico— por su frondosa normatividad, suscrita con implicancias en los temas territoriales, urbanos y arquitectónicos que no ha sido aún estudiada con profundidad, así como por sus proyectos nunca concretados (saber el porqué de ello ya es un gran tema por conocer) y la serie de iniciativas surgidas que aún no conocemos. En este caso la ausencia del mensaje (constructivo) no solo es otra forma de mensaje, sino que, en muchos casos, resulta tanto o más decisivo para entender los destinos de la arquitectura y el urbanismo de un país y un periodo determinado. La arquitectura nunca está en silencio.
Este texto no pretende ni de lejos cubrir todos los vacíos que se requieren conocer para contar con un registro y análisis detallado de la producción arquitectónica y urbanística efectuada durante las dos primeras décadas de vida republicana del Perú. Es una tarea imposible de efectuar, no solo en este espacio, sino en las actuales