al respecto es que entonces «no existía un mercado nacional si no circuitos comerciales regionales aislados [...] desarticulados entre sí, en los cuales actuaban elites con características propias y diferenciadas entre otras» (1987, p. 217).
9 Debe recordarse que, hasta la revolución de a Túpac Amaru, formaban parte del entramado social colonial el estamento de los curacas y de los descendientes de la nobleza inca con derechos reconocidos por la colonia española. Más cerca del mundo andino que del contexto urbano, los integrantes de este sector social, que apoyaron inicialmente a la rebelión tupacamarista, terminaron reprimidos y desaparecidos como sujeto social a partir de 1782, con la orden de suprimir los títulos de la nobleza inca y desaparecer cualquier forma de evocación del Imperio inca. En 1821 existían en el Perú cerca de 40 000 esclavos. La gran mayoría vivía en la costa. Del conjunto de esta población cerca de 10 000 esclavos residían en Lima, es decir el 16%, la mayoría de ellos dedicados a actividades domésticas. Lima era prácticamente una ciudad de esclavos y de una población negra y de otras castas sometidas al oprobio esclavista. Por eso cuando entre el 5 y el 20 de julio, Lima, quedó desguarnecida por el retiro del ejército realista, lo que más temía la elite era una rebelión de los esclavos, como había sucedido en Haití y Santo Domingo.
10 El denominado «primer militarismo» implica un periodo que no coincide ni concluye ciertamente en las dos primeras décadas del «periodo inicial» aquí establecido en la periodización de una historia de la arquitectura y el urbanismo del siglo XIX. Jorge Basadre, autor de la caracterización y propuesta de periodización del militarismo republicano, establece tres periodos: 1. El Primer militarismo o el militarismo de la victoria, 1827-1872; 2. Segundo militarismo o militarismo de la derrota, 1883-1895; 3. Tercer militarismo, 1930-1980 (2005, I).
11 Los datos sobre la distribución regional del Producto Bruto Interno (PBI) en el Perú de 1827 son más que reveladores. La sierra sur en su conjunto aportaba el 52,01% del PBI; la región centro, el 32,34%; la región norte, el 14,66%; y la región amazónica, el 0,98%. En términos de departamentos, el aporte de Lima llegaba al 15,93%; Arequipa, al 11,41%; el Cusco, al 19,98%; y Tarma, al 16,42%. (Seminario, 2016, p. 88). Para el mismo año, 1827, el PBI total nacional alcanzaba la cifra de 969 000 000 (en dólares de Geary-Khamis) y el PBI per cápita era de 519 dólares por habitante (Seminario & Zegarra, 2014, p. 1).
12 Esta especie de renacimiento económico del sur peruano y la consiguiente reestructuración del espacio nacional no provienen, ciertamente, de una operación económica surgida tras la independencia del país. Los antecedentes se encuentran en las postrimerías del régimen colonial. La gradual e incipiente apertura de la economía colonial al comercio internacional e intercolonial durante el siglo XVIII —debido, entre otras razones, a la disminución creciente del poder de España como potencia colonial y el fracaso sistemático del proteccionismo comercial validado por el reglamento de comercio libre de 1718— significó una profunda transformación del espacio territorial colonial con la creación de nuevos circuitos y polos de producción y consumo. Los cambios político administrativos y territoriales y sus efectos en Lima, pero también en la economía del Perú, se produjeron como un continuo desmembramiento del territorio colonial. En 1717 se creó el Virreinato de Nueva Granada, en 1776 el Virreinato del Río de la Plata. El epicentro se trasladó a Buenos Aires al quedar Potosí bajo su jurisdicción. Lima y el Perú acusaron gran impacto de estos cambios. El desmembramiento territorial y desangrado económico no quedó ahí. La creación de nuevas audiencias (Caracas y Cusco), capitanías generales (Chile, Venezuela, Cuba y Guatemala) y la creación del régimen de intendencias en 1784 (Lima, Trujillo, Tarma, Huancayo, Cusco, Arequipa, Huamanga y Puno), muchas de las cuales fueron la base de los primeros «departamentos» de la república, terminaron arrebatando a Lima la hegemonía y el control político y económico del país.
13 Archibald Smith (1790-1870) fue un médico escocés que llegó al Perú en 1826, contratado por la Anglo Pasco Peruvian Mining Company para desempeñarse, como tal en su asiento minero de Cerro de Pasco. Tras la cancelación de las operaciones mineras al poco tiempo de su arribo, Smith se dedicó a la agricultura en la región de Huánuco para luego residir en Lima ejerciendo la medicina. En 1839 la editorial inglesa de Richard Bentley, New Burlington Street, publicó, en dos volúmenes, Peru as It Is: A Residence in Lima and Other Parts of the Peruvian Republic. Con un breve intervalo de estadía en Europa, en 1847, volvió a residir en el Perú hasta 1860, como anota Magdalena Chocano en los apuntes biográficos que preceden a la edición traducida bajo el título El Perú tal como es. Una estancia en Lima y otras partes de la república peruana, incluida una descripción de las características sociales y físicas de ese país [retrato del Perú poco después de su independencia]. Estudio introductorio de Magdalena Chocano en una coedición del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) y el Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Si bien las observaciones y análisis de Smith están obviamente más relacionadas con la medicina por su profesión, su recuento y observaciones del Perú que le tocó ver y vivir, entre 1826 y 1838, materia de la publicación del libro, incluyen una serie de referencias a las cuestiones de orden social, económico, productivo y hasta político. Entre estas anotaciones destacan, sin duda, aquellas que registran —empleando el término «arquitectura»— algunas características constructivas, espaciales y estéticas de las edificaciones del Ande peruano ubicadas en sus diferentes niveles altitudinales. Junto a ellas se encuentran, asimismo, numerosos apuntes sobre diversos pueblos como Canta, Obrajillo, Matucana y ciudades del país como Tarma, Huancayo, Huánuco y Cerro de Pasco. El paisaje en estado de asombro continuo es otro de los temas que recorren las memorias de viaje de este médico escocés, a quien le tocó vivir precisamente en el periodo de inicio del Perú republicano.
14 Se trata de una serie de medidas dirigidas a los habitantes de Lima destinadas a «velar el aseo y ornato de sus calles, y deseando al mismo tiempo conservar la memoria de los hechos gloriosos que han manifestado el patriotismo de los pueblos y deben conservarse en la memoria de las generaciones» (Oviedo, 1861, VI, p. 241). Todo ello para fomentar el aseo y en pro del ornato de la ciudad, así como implícitamente para contar con un «reglamento» para normar el comportamiento social y algunas actividades económicas a propósito de la reforma de la calle del teatro.
15 Un síntoma penoso de la precariedad, fragmentación y profunda inestabilidad de la naciente República, que viajeros, como Eugène de Sartiges y Adolphe de Botmiliau, que recorrieron el Perú entre 1834 y 1848, calificaban como la «comedia republicana», es el número de constituciones, presidentes o jefes provisorios que gobernaron el país durante las dos primeras décadas de la República: cinco constituciones y 52 presidentes o jefes provisorios (un promedio de cuatro «presidentes» por año). Otros países como Chile, entre 1826 y 1846, tuvieron en este periodo tan solo 15 presidentes.
16 Paulding, 1835. Un rasgo de Bolívar en campaña. Nueva York: Imprenta de don Juan de la Granja. La traducción es de alguien con iniciales L. M. que dedica la publicación a Juan de Francisco Martín y señala que un distinguido oficial de la marina de los Estados Unidos acababa de publicar un opúsculo, A Sketch of Bolivar in his Camp, y que convendría difundir en castellano como un homenaje a Simón Bolívar. Luego de evocar las imágenes de una Lima antes festiva y arreglada, Paulding, describe asombrado el estado de calamidad de la ciudad en 1824: «Pero si el inmutable clima del Perú hubiera dado lugar á la impetuosa furia de un huracán que hubiera arrasado toda la faz de la naturaleza en su desoladora carrera, no habrían presentado las bellas alquerías y hermosos campos del Rimac una escena de tan completa ruina como la que acarreó la revolución. Ocupada alternativamente por los realistas y Patriotas; cuanto escapaba de la rapacidad de los unos, venia á ser presa segura de los otros. Si los habitantes no habían huido de sus casas por temer algún riesgo personal, era