reconoció la hegemonía de Japón sobre Corea, obligó a Rusia a evacuar Manchuria y a ceder a Japón la parte meridional de la isla de Sajalín. Como gobernador de Corea se nombró a Ito Hirobumi, que era presidente del Consejo de Ministros desde 1885. Este, sin embargo, fue asesinado en 1909 durante un viaje a Manchuria, atentado que provocó la anexión de Corea a Japón.
Pero la época Meiji llegaba ya a su final: en 1912 murió Mutsuhito y le sucedió su hijo Yoshihito: con él empezaba (y con su muerte en 1929 finalizaba) la era Taisho, que en 1914 vería a Japón entrar en la Primera Guerra Mundial con la aliada Gran Bretaña.
5. ESPAÑA Y JAPÓN ANTE EL TRATADO DE AMISTAD Y COMERCIO DE 1868
Las tribulaciones españolas examinadas hasta ahora hacían difícil la estipulación de un tratado con Japón, pero sin este las naves españolas no podían entrar en los puertos que el Gobierno Meiji había abierto ya al comercio occidental. Además, en el seno de la política española, había fuerzas que preferían concentrar las inversiones en Filipinas, más que ensayar intercambios con China y Japón o que afrontar aventuras coloniales como la campaña de la Cochinchina junto con los franceses. Todo se topaba con obstáculos como consecuencia de las luchas internas. Por ejemplo, en el momento de la suscripción del tratado, el 18 de septiembre de 1868, se produjo una sublevación en Cádiz; el día 28 los sublevados ganaron en el Puente de Alcolea y el día 30 Isabel II tuvo que refugiarse en Pau, Francia, mientras el general Serrano se convertía en regente del reino «por voluntad de las Cortes Soberanas». Esto hizo que el tratado se firmase cuarenta y tres días después de la abdicación de Isabel II, en nombre de un gobierno que ya no existía y de una monarquía que durante dos años había estado buscando un rey.
Las primeras noticias de las relaciones aún mínimas entre Japón y los gobiernos occidentales llegaron a España indirectamente, a través de diplomáticos acreditados en los gobiernos que de vez en cuando habían mantenido esos contactos. En 1851 llegó desde Holanda una «nota verbal referente a las disposiciones adoptadas por el Gobierno de Japón acerca de los buques extranjeros, que él de S. M. Neerlandesa ha accedido participar a los demás Estados, cuyo interesante documento he juzgado que merece ser publicado en la Gaceta Oficial». En la nota verbal Japón hace presente que ha aceptado prestar un tratamiento humanitario a los náufragos occidentales en sus costas, pero pide a los Países Bajos que comuniquen a otros estados «que la resolución mencionada no deroga ni modifica de modo alguno el sistema de separación y de exclusión adoptado hace más de dos siglos por el Gobierno Japonés y que por lo tanto continúa en vigor la prohibición de explorar las costas japonesas».23
La llegada de la flota americana y la apertura de los puertos en 1854 fue seguida con atención, aunque las noticias directas escaseaban: en efecto, era más bien la legación de Washington la que informaba al Gobierno español de cuanto estaba ocurriendo en Japón:
Ha llegado oficialmente la noticia del Gobierno que el Comodoro Perry ha concluido en nombre de esa Republica un tratado con el Gobierno del Japón. El de S.M. ignora en qué términos está concebido dicho convenio, y como en el interés del comercio de las Islas Filipinas con aquel Imperio está el que los conozcamos para conseguir si posible por nuestra parte iguales beneficios a los que se proponen alcanzar los norte-americanos de esta estipulación, ha dispuesto la Reina Ntra. Sra. munificente a V.E. como de Real orden lo ejecuto la conveniencia que remita a este 1er Secretario una copia del referido tratado con todas aquellas observaciones que V.E. juzgue conducente al mejor resultado de este negocio. Dios etc. (Con ejemplar impreso del tratado USA-Japón).24
Ya en 1859 se habían iniciado las actividades preliminares para la adopción del tratado:
Enterada la Reina (q.d.g.) del despacho de V.E. n. 14 de 12 de febrero último, en que hace presente la conveniencia de celebrar un Tratado de Comercio con el Japón, se ha servido disponer que reúna V.E. todos cuantos datos y antecedentes crea oportunos para que puedan iniciarse en su día las negociaciones al efecto. De Real orden lo digo a V.E. con el indicado objeto. Dios etc.25
Un año después, sin embargo, el ministerio madrileño «juzga que debería aguardarse a la conclusión de las hostilidades contra Cochinchina para enviar una misión extraordinaria en un buque de guerra»26 con el objeto de concluir el tratado con Japón. En este despacho se adjunta la copia de una carta del 19 de agosto de 1859 relativa a quince náufragos japoneses, que provocó un grave malentendido diplomático entre los gobiernos de España y Japón.
Por otra parte, el personal diplomático en Oriente no siempre era experto. Hablando de las colonias, un autor (sobre el que volveremos a referirnos) afirmaba que «en ocasiones se ha confiado su dirección a un personal que ignoraba su extensión y difícilmente hubiera sabido determinar su situación sobre un mapa».27 Y no se trata de una hipérbole, como lo demuestra el embarazoso error con el que dieron comienzo los contactos españoles destinados a concluir el tratado de amistad y comercio, que se describe a continuación.
En 1861, España devolvió a Japón quince náufragos japoneses; este gesto humanitario dio origen a un carteo en el que el Gobierno español se refería a Japón como si formase parte de China. Japón respondió con una caja de regalos, agradeciendo el trato dispensado a los náufragos, pero precisando que su país no era un Estado vasallo de China.28 Enseguida el cónsul español en Emoy envió al Gobierno japonés una misiva «a fin de reparar en lo posible a la desfavorable impresión que al Gobierno Japonés causó la versión de que “aquel imperio pertenece a la China” hecha al parecer por mi antecesor en comunicación dirigida al mismo». En aquella carta el cónsul reiteraba el agradecimiento por las expresiones de estima de Japón para España y concluía con dos matizaciones:
a) En nombre del gobierno español pedía al gobierno de Japón «que si algún buque de mi país llegase en las mismas desgraciadas circunstancias a los puertos o playas de ese Imperio, encuentre de parte de las autoridades y de todos los habitantes la misma protección y benevolencia que han encontrado vuestros compatriotas en los dominios Españoles» (planilla 2);
b) «réstame a manifestar a V.E. mi sentimiento por la frase que tan justamente ha llamado su atención en la carta que le dirigió el Cónsul (hoy ausente) al remitir los náufragos: él no dudaba ni puede dudar ningún hombre sensato y mediamente instruido, que el Imperio del Japón ha sido independiente desde la más remota antigüedad. No sé como un yerro tan craso se ha estampado en la carta y no puedo atribuir semejante falta sino a una ignorancia y equivocación lamentable del intérprete que tradujo la carta» (planillas 2-3).29
El incidente quedaba así superado, pero la normalización de las relaciones con los estados occidentales seguía obstaculizada en Japón por las luchas internas entre los modernistas y los conservadores, así como por la fuerte aversión contra los extranjeros. A través de la legación de Estados Unidos, el Gobierno japonés envió a los representantes extranjeros la circular de 1 de mayo de 1861 sobre la limitación de las relaciones con los foráneos, dirigida a los estados sin tratado, «para hacerles saber que la exaltación de la opinión pública contra los extranjeros impide al Gobierno, a su pesar, suscribir nuevos tratados con otras potencias» (planilla 1). Esta vía indirecta de comunicación se debe al hecho de que
según nuestras leyes no nos está permitido entablar correspondencia con un gobierno extranjero cualquiera, con la excepción de aquellos gobiernos con los cuales estamos en relación de tratado; a causa de lo cual rogamos a su excelencia que tenga a bien prestarnos su asistencia de amistad y actuar en nuestro nombre, de manera que por obra de su intermediación [planillas 1-2] las traducciones auténticas de la denominada Nota Circular sean puestas en conocimiento de los gobiernos de las principales potencias del mundo.30
La circular ilustra el punto de vista japonés sobre la aversión difundida contra los extranjeros:
Nota Circular
A su Excelencia el Señor Ministro
Señor Ministro,
Durante casi tres siglos nuestro Imperio no ha mantenido relaciones con las Potencias Extranjeras.
Los productos de nuestro país eran suficientes